Confesiones de una Mujer Judía Soltera

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Puede ser que me falte un marido e hijos, pero esa no es una razón para la autocompasión.

En la revista Newsweek del 25 de Agosto de 2003, una mujer judía soltera de 42 años declaró que su soltería era "la peor pesadilla de su madre judía". Escribió que sus proyectos de matrimonio son considerados un caso perdido por el mundo judío, y que sus padres ya se rindieron. Yo, como mujer judía soltera, respondo a esto.

En mis años de escuela, nunca quise casarme. A medida que fui creciendo, las chicas que se casaron jóvenes fue porque no tenían una mejor idea de que hacer con su tiempo o estaban embarazadas. Cuando le conté a un novio de la secundaria que planeaba pasar un año en Europa después de la graduación, me sorprendió al preguntarme como cabía él en mis planes. Yo, francamente, no había pensado en él mientras planeaba mi futuro. La relación se terminó en una semana, y pasé mi preciado año fuera del país.

En mi graduación de la universidad, mientras eran repartidos los diplomas, recuerdo haberle comentado maliciosamente a mi padre que para algunas chicas, casarse sería su mayor logro en la vida. En la facultad de derecho, las estudiantes que se casaron con compañeros de estudios y nunca ejercieron su profesión, eran vistas como que habían traicionado a todas las mujeres, inclusive a toda la generación, por haber tomado el lugar de estudiantes que realmente podrían haber aprovechado la formación universitaria. Teníamos que convencer a los empleadores que realmente queríamos construir carreras, y no solamente trabajar hasta que nos casáramos. Dejar de trabajar después de casadas sería una vez más traicionar al movimiento femenino, y a nosotras mismas, y nunca lo consideramos.

El matrimonio en si mismo era una posibilidad poco atractiva. Katharine Graham del periódico Washington Post describe los primeros años de su matrimonio en su autobiografía "Personal History" de la siguiente manera, "Se esperaba que yo hiciera todo el esfuerzo...gradualmente me convertí en una esclava del trabajo, y lo que es peor, acepté mi rol como una especie de ciudadano de segunda clase. Pienso que esta definición de roles fue haciéndose más profunda a medida que pasaba el tiempo y fui poniéndome cada vez mas insegura de mi misma".

En la siguiente generación, las mujeres estábamos determinadas a que esto no nos ocurriera a nosotras. Garantizamos nuestra seguridad evitando el matrimonio, hasta que tuviéramos la certeza de que podríamos ser por completo nosotras mismas. El matrimonio no era una meta en si misma. Recuerdo haber llegado a casa de visita una vez y haber encontrado a mis padres discutiendo. Llevé a mi madre al baño, quien en ese entonces llevaba 24 años de matrimonio, y muy fríamente le aconsejé, "Divórciate" (felizmente me ignoró y ahora lleva 47 años de matrimonio).

Se que no estoy sola en cuanto a esta visión del matrimonio como una especie de fracaso. En mi última reunión universitaria, una mujer declaró que su mayor logro había sido "no casarse con el hombre equivocado". El creciente volumen de judíos adultos solteros prueba que el matrimonio ha tenido una baja prioridad. Incluso, los placeres prácticos de casarse no existían para nosotras – podíamos mantenernos económicamente sin dificultad, y ganamos identidad y posición social a través del trabajo. Cuando nosotras teníamos 20 años, la frase "soy abogada" tenía mucho mejor posición que "soy ama de casa". Una vez que me deprimí (por estar soltera a los 20 años), una amiga mía me consoló diciendo que con mi profesión, educación y libertad financiera, "cualquier mujer quisiera ser tú".

Este amplio fenómeno cultural ha tenido sus consecuencias. El matrimonio se convirtió en una opción más, para ser tomada en cuenta solo si es la más tentadora del momento. Algunas mujeres escogen no casarse. Muchas otras no tomaron concientemente esta opción, pero optaron por caminos que las llevaron inevitablemente a una soltería prolongada. Cuando a los 30 años rechacé una oferta de trabajo en Hong Kong como comediante, lo hice pensando en que me sería muy difícil conocer hombres judíos por esos lados – pero mantuve mi motivo en secreto.

La autora de Newsweek dice que los judíos actúan como si casarse fuera un logro mayor que el descubrimiento de la vacuna contra la polio. Quizás se ha convertido en algo tan difícil como eso. Mis amigos de la universidad solían decir, "Cualquiera puede casarse". Irónicamente, para una generación tan realizada en el plano profesional, casarse y mantenerse casado han probado ser más escurridizo que otros logros.

El no casarse es una enorme perdida para nosotros. No es sólo perderse una fiesta – una boda es una "simjá", una ocasión de alegría, una puerta que abre otras puertas a más eventos alegres en el futuro, incluyendo el nacimiento de hijos y nietos. En el momento de la boda, las generaciones futuras de la pareja son anticipadas. Hay pocos momentos en la vida de una persona judía que contienen tantas posibilidades como este. Por supuesto, esos momentos son celebrados por toda la comunidad, ya que todos anticipan la felicidad y el nuevo mundo que hay por delante.

Una mujer soltera, que es un personaje popular de televisión, comentó recientemente que había gastado demasiado dinero en regalos de bodas y para los nacimientos de los hijos de sus amigas. Ella en cambio, no recibía muchos regalos, ya que si bien hay sucesos importantes en la vida de soltero, estos son difíciles de identificar, y no son tan abiertamente celebrados.

A pesar de entender el fenómeno cultural y sus efectos, me encuentro enfrentando la vieja soltería. Dejando de lado mis sentimientos de cuando tenía 20 años, ahora tengo muchas ganas de casarme y tener una familia. Silenciosamente, todas asumíamos que nos casaríamos eventualmente, que un hombre apropiado, inteligente y bondadoso aparecería, que sería devoto con nosotras, que nos rogaría casarnos con él y nosotras aceptaríamos. En cuanto a esto, ya hay cosas que lamento. Me entristece que mi marido nunca vaya a conocerme como una mujer joven. Observo la energía que tiene mi joven vecina con sus pequeños y me pregunto si yo tendré su fuerza, cuando si Dios quiere, tenga a mis propios hijos que criar. Reconozco también que las alegrías de la vida matrimonial y familiar pueden estar esperándome, entiendo que es mi labor ser feliz con lo que tengo ahora y prepararme para lo que está por venir.

Cuando las cosas en el trabajo van lentas y luego comienzan a avanzar, uno a veces desea haber utilizado ese "tiempo lento" para recuperar proyectos de vida. Yo pienso acerca de la soltería de la siguiente manera – "tiempo lento" para invertir en mi, mi familia, mi comunidad y el resto de mi vida. Desde una perspectiva optimista, hago ejercicio regularmente, visualizándome como en "entrenamiento" para el probable proyecto de tener hijos a mis 40 años, tanto como los corredores de maratón se entrenan para mejorar su resistencia. Estoy aprendiendo las cosas que voy a necesitar saber para administrar una casa. Soy muy comprometida con mi comunidad; espero que cuando sea mi turno de perseguir niños, tenga amigos con quien contar.

La autora de Newsweek no se siente apreciada por quien es o por lo que hace. Pero, yo me pregunto si quizás, ella está viviendo su propia pesadilla, en vez de la de sus padres.

Yo no soy la peor pesadilla de mi madre, ni la del mundo judío. El amplio mar de solteros adultos es un problema comunitario, un desafío que requiere mayor atención, mayor compasión y mayor optimismo del que recibe; perturba a mucha gente, y por supuesto me afecta personalmente. Pero el mundo judío tiene muchos problemas, y Dios tiene el poder de resolverlos. Yo quiero ser parte de la solución.

La peor pesadilla de mi madre sería algo diferente: Que yo fuera una persona malvada, enojada, infeliz, socialmente irresponsable, autodestructiva, aislada. Si fuera esposa y madre, pero estuviera sentada todo el día en casa viendo televisión, ella no me consideraría una persona exitosa.

Mis padres tienen dos hijas, una que se casó a los 23 años y otra que aún es soltera. Le damos a nuestros padres najes (satisfacciones) de formas diferentes. Cuando mi hermana tuvo su primer hijo (y el primer nieto de mis padres), yo bromeaba con que me había vuelto invisible, pasando de ser su exitosa hija a "la tía del bebé". Entonces conocí a alguien con quien mi padre había jugado golf y me enteré que se había pasado los 18 hoyos y todo el almuerzo haciendo alarde de mi y mis varios logros. Mis padres están orgullosos de que paso mi tiempo con gente valiosa y que tengo un espíritu generoso. Casados o no, vivimos la mayoría de nuestras vidas por nuestros propios meritos, no por nuestro estado civil. A menos que tengas diez hijos, el sólo hecho de "tener hijos" no es realmente un logro a menos que hayas sido infértil primero.

Sí, hay momentos en que uno está más conciente de las carencias personales, en mi caso, de que no tengo un esposo o hijos. Esta falta puede llevarte a la autocompasión. Recuerdo que hace varios años tuve un accidente en casa que ameritó puntos de sutura. En mi tradición familiar, nos referimos a este incidente como, "el día en que la casa me atacó". Como mujer profesional y soltera, elevé mi pierna herida, la cubrí yo mi misma y le pedí a mi secretaria que me llevara al servicio de urgencias. Ser soltera le agregó otra capa de ansiedad a mi herida – pero esa ansiedad la agregué yo, y una amiga me corrigió. Cuando le dije a esa amiga que si hubiera estado casada, mi marido se hubiera ocupado de todo o que mis hijos podrían haberme ayudado, se rió en voz alta; "Al contrario, además de estar herida y tener un desastre, hubieras estado enojada por no poder encontrar a tu marido o que él no pudiera dejar el trabajo, o que los niños mancharan con sangre toda la casa y agrandaran el desastre". En cuanto a madres judías, la mía estuvo orgullosa de que recordé mi entrenamiento básico en primeros auxilios y que me mantuve tranquila durante la emergencia. No hubo comentarios del tipo: "pobre Diane que está sola", salvo los míos propios. Yo también caigo victima de la autocompasión, pero a diferencia de la escritora de Newsweek, yo no voy a culpar a mi familia por el dolor que me causo a mi misma.

En una conferencia a la que fui sobre grandes mujeres judías de la historia, una estudiante comentó que había muchos personajes femeninos de la Biblia que demostraron grandeza, pero pocos ejemplos para seguir hoy. La profesora respondió que cualquier mujer que está activamente envuelta en el mundo Judío sin aún encontrar marido, y que elige no estar amargada al respecto, demuestra grandeza. Pienso en este comentario cuando me encuentro tentada a sentir pena por mi misma. Es una gran prueba ser soltera, la que deberíamos esforzarnos por pasar, en vez de estar lamentándolos.

Recientemente mi madre heredó una gran suma de dinero de una tía que no tuvo hijos. A esta noticia, le respondí alegremente a mi padre, "¡Puedes empezar mi fondo de matrimonio!".

"Ya tenemos dinero para eso", me sonrió. Ellos están de mi lado en esto, pero resulta que la persona que más necesito que este conmigo, es yo misma.

Tengo esperanza en la bendición de Dios. En la oración para mujeres tradicionales de toda edad que están buscando marido, escrita por el Shla Kadosh, le pido a Dios que por favor encuentre "el marido apropiado para mí, en el momento adecuado".

Tengo muchas amigas que son mayores que yo, que se casaron a los 40 y tienen muchos hijos sanos, algunos nacieron al principio de sus 50 años de edad. No recomendaría eso como estrategia, ¡pero suena excelente como plan de reserva! Varios de nuestros patriarcas se casaron avanzados en edad, y varias de nuestras matriarcas tuvieron hijos a avanzada edad.

Cierto, no estoy casada y me gustaría estarlo. Me gustaría ser la esposa de alguien y la madre de alguien. ¡Sigo creyendo que soy la "mujer soñada" de alguien! Pero por el momento, espero no ser la pesadilla de nadie.

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