Tenerlo Todo

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"Sí, puedes tenerlo todo, pero no puedes tenerlo todo de una vez".

Recuerdo cuando era pequeña y jugaba a "pretender ser alguien", imaginando como se desarrollaría mi vida. "¿Qué quieres ser cuando grande?", me preguntaban mis padres. "Una mamá", respondía yo. "Y quizás una jueza".

Veía mi vida como si tuviera dos partes separadas y distinguibles. Sería jueza y sería mamá. No había necesidad de elegir entre ambas, ya que había tiempo y lugar para las dos.

Al aplicar a la universidad, elegí una especialidad y planifiqué una carrera, el pensamiento de cómo mi carrera entraría en conflicto con mi meta número uno de la infancia – la maternidad – ni siquiera se cruzó por mi cabeza. Tenía una visión de convertirme en una abogada exitosa, caminando por ahí con un increíble atuendo, con un maletín de cuero y con accesorios que combinen al entrar a la corte. Me imaginaba a mí misma dando argumentos apasionados y persuasivos sobre los hechos sociales más importantes.

Iría a casa en las vacaciones, orgullosa de mis logros académicos, ansiosa de contarle a Bobe y a Zeide acerca de mis futuras oportunidades laborales. Persistí a través de clases de ciencias políticas, reuniones de asociación de estudiantes y torneos de debates con todo el fervor y la dedicación esperada de una joven mujer destinada al éxito en el mundo de la ley y la política dominado por los hombres.

Nunca se me ocurrió que las dos visiones eran en realidad mutuamente excluyentes.

Y al mismo tiempo, estaba estableciéndome con mi novio universitario. Esperaba con ansias el día en que seríamos marido y mujer en una gran casa en los suburbios, rodeados de pisadas de pequeños pies, participando activamente en la sinagoga del barrio. Tanto como me había imaginado a mí misma controlando la corte en mi traje, me veía a mi misma pasando un día martes con un bebé sobre una cadera, una bolsa de pañales en la otra, arrastrando un cochecito por el parque y encontrándome con mi mamá para almorzar, mientras nos preparábamos para clases de natación con los niños por la tarde. Tendría la cena lista, esperando por mi marido cada noche, aprendería a jugar tenis una vez que los niños ya estuvieran en la escuela primaria, y sería madre delegada en la escuela.

Nunca se me ocurrió que las dos visiones eran en realidad mutuamente excluyentes. Recuerdo la orientación en la escuela de derecho, cuando una mujer profesional de mediana edad nos miró y nos dio a todas nosotras las señoritas en el salón de conferencias una insustancial advertencia: "Sí, puedes tenerlo todo, pero no puedes tenerlo todo de una vez". La frase me perseguía. Como un acertijo, simplemente no podía entenderlo completamente. Pero mayormente lo ignoré. Persistí a través de la escuela de derecho, completamente conciente de que mi meta número uno en la vida era ser una mamá, y completamente ignorante de cómo mis acciones académicas eran a menudo contrastantes con esa meta.

La Lucha Por el Balance

A los 27 años, he alcanzado ambas metas. Soy la madre del más dulce y precioso pequeño niño. Mi hijo de 16 meses, Mason, es realmente mi mayor logro. Él es un mench, una maravilla, él llena mi corazón con amor y risa cada día. También soy la esposa del esposo más maravilloso, Ben, y estamos celebrando nuestro cuarto aniversario de bodas este año. Compartimos una preciosa casa de cuatro habitaciones en los suburbios, tenemos dos perros, y las pisadas de pequeños pies llenan nuestros pasillos cada precioso día. Hacemos hincapié en tener una cena de Shabat juntos y enviamos a Mason a la guardería de la sinagoga.

También soy una abogada exitosa, actualmente "Abogada Asistente del Estado" procesando crímenes contra familias mientras estoy vestida con mi traje y tacones, con una sensación de poder y gratificación mientras encierro a delincuentes sexuales y protejo niños del abuso.

Pero en algún punto, entre conseguir mi título y donde estoy hoy, algo finalmente hizo clic. Al tenerlo todo, me quedé con una añoranza tan difícil de expresar, pero tan fácil de sentir. La maternidad, en su forma más pura y natural, fue y continúa siendo un llamado. Estar con mi hijo, consolarlo, satisfacer cada una de sus necesidades, es lo que aún continuo anhelando hacer. Al mismo tiempo, sé que mi trabajo es una parte importante de lo que me hace ser yo misma. Amo la corte, la sensación de ser poderosa contra los males de la sociedad. Pero lucho constantemente para encontrar formas de maximizar mi tiempo en la corte sin sacrificar mi tiempo en el parque. Me estreso por los efectos que mi trabajo tendrá sobre mi hijo, sabiendo los efectos que el hecho de ser madre tiene sobre mi trabajo.

Por más orgullosos que están de que me haya convertido en abogada, percibo como ellos desean que esté en casa con mi hijo.

Me estoy acercando a mi décima reunión de secundaria. Estoy entusiasmada de que mis pares conozcan a mi espectacular esposo y a mi adorable hijo. Les contaré con orgullo acerca de personas peligrosas que yo he mantenido fuera de las calles y presumiré sutilmente acerca de la flexibilidad que tiene mi trabajo. Pero en mi mente, admiraré y envidiaré a las amigas que siguieron un camino que les permite clases de natación con los niños, eligiendo un estilo de vida que hace de la maternidad su profesión, 100%.

Yo, como producto de una madre que se quedó en casa, estoy muy conciente de los sentimientos que mi estatus de "madre profesional" evoca en el resto de mi familia. La creencia de que debería estar en casa con mi hijo puede escucharse entre líneas cuando les relato a mis abuelos y a mi familia acerca de mi vida diaria. Por más que ellos me empujaron para triunfar en la escuela, y por más orgullosos que están de que me haya convertido en una abogada, percibo como ellos desean que yo esté en casa con Mason, ellos creen que mi lugar es en casa con mi hijo. Por más orgullosos que están de mis logros, demasiado a menudo escucho un tono de lástima en sus voces.

Mi vida es una bendición en todo sentido. Amo mi carrera. Estoy orgullosa de lo que hago cada día en el trabajo. Y amo a mi familia. Mi esposo y mi hijo son las partes más importantes de mi vida, y cada día le agradezco a Dios por ellos. Pero vivo siendo arrastrada en dos direcciones drásticamente opuestas, y estoy recién comenzando a encontrar la forma para centrarme en un camino cohesivo.

Puede ser que no pueda tenerlo todo de una vez. Pero quizás ese no es realmente el punto. La verdadera lucha es encontrar el balance en mi vida. Y en los momentos tranquilos de mi día, cuando mi hijo está durmiendo, cuando la ropa limpia ya está doblada y mi traje ya está listo para el día siguiente, sé que este balance por el que lucho existe, si simplemente yo lo permito.

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