Al Fondo de la Piscina

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¿¡Es ese mi precioso hijo acostado inmóvil en el fondo de la piscina!?

Cada vez que mi hijo está enojado, herido o asustado, suelo susurrar en su oído, “No te preocupes Eli, mami siempre estará ahí para ti”. Hace un par de semanas, casi no fui capaz de mantener esa promesa.

Estábamos pasando Shabat muy alegremente con mis suegros en el sur de California, todos lo estábamos pasando muy bien. Yo tomé una siesta con mi hija mientras mi esposo pasaba la tarde jugando con mi hijo afuera en el patio trasero. Cuando me desperté, mi esposo se ofreció a cambiarle el pañal a mi hija, lo cual acepte gustosamente. Mi hijo de tres años estaba corriendo por toda la casa mientras yo seguía a mi esposo al baño. Cuando volví a la cocina pregunté dónde estaba mi hijo, ya que lo había perdido de vista y no lo escuchaba.

“Fue afuera a jugar básquetbol”.

“¡Pero él no puede estar afuera al lado de la piscina por sí solo!”, exclamé.

Nunca habrán palabras suficientes para describir el horror absoluto de lo que vi. Todavía lloro cada vez que pienso en eso. Mi precioso hijo estaba acostado inmóvil en el fondo de la piscina. En ese momento, honestamente ni siquiera registré la posibilidad de que el cuerpo que estaba viendo pudiera ser de mi propio hijo, y hasta este día, me retuerzo de culpa por los preciados segundos que desperdicié tratando de entender quién en el mundo podría estar nadando en su piscina.

Cuando me di cuenta de que era mi hijo, el tiempo simplemente se detuvo. De hecho no tengo ningún recuerdo de haber corrido a través del patio, haberme tirado a la piscina vestida completamente de Shabat, nadar hasta él, agarrarlo con mi brazo izquierdo y de alguna manera arreglármelas para sacarnos a los dos fuera de la piscina con mi otro brazo, mientras lo apretaba y bombeaba su pecho lo más fuerte que podía.

Yo estaba gritando por mi esposo, por Dios, alegando y suplicando para que mi hijo estuviera bien.

Fue solamente después de que lo saqué de la piscina que comencé a gritar. Gritos primitivos que parecían venir de mi alma. Estaba gritando por mi esposo, por Dios, alegando y suplicando para que mi hijo estuviera bien. Di vuelta su frío y pequeño cuerpo hacia mí, y cuando vi que su cara estaba azul desde su nariz hacia abajo, mi corazón se detuvo. Continúe apretándolo hasta que agua salió por su nariz y por su boca y él comenzó a atragantarse y a toser.

Yo estaba absolutamente histérica. Estaba completamente mojada, sosteniendo y abrazando a mi hijo, negándome a que alguien me lo sacara. Nos quedamos así por un momento, hasta que la tos disminuyó y su respiración volvió. En ese momento mi hijo extendió sus manos y las puso en cada una de mis mejillas. Estas fueron las primeras palabras que dijo: “Está bien mami. Yo estoy bien”. Estas fueron las primeras palabras del niño que casi se ahogó, solo y aterrado. Tres años de edad y consolándome a mí, su madre, quien debería haber estado ahí para salvarlo de la caída a la piscina, así como le había prometido todos los días desde que era pequeño.

No le he contado a mucha gente, solamente a familia y amigos cercanos, pero cuando lo cuento, ellos quieren saber detalles. La gente quiere saber quién lo estaba cuidando, cómo estaba acostado exactamente, por qué no había una reja alrededor de la piscina, y si yo estoy enojada o culpo a alguien. Supongo que simplemente es la naturaleza humana, pero les digo lo mismo a todos. No importa cómo pasó, lo único que importa es que gracias a Dios mi hijo está completamente sano y salvo, y que sin la gracia y piedad de Dios, la historia podría haber terminado muy diferente.

Después de Shabat hablé con nuestro rabino y le conté lo que había sucedido. Él me dio un consejo de cómo proceder. Mi esposo dijo la bendición de agradecimiento en el Shul en la mañana del lunes y nosotros hicimos una Seudat Hodayá, una cena de agradecimiento, el jueves por la noche. En la cena, me dirigí a la pequeña audiencia. Yo estaba (y todavía lo estoy) luchando por procesar lo que pasó, pero yo sabía que tenía que sacar algo positivo de esta horrible situación para poder estar mejor. Aquí está lo que les dije:

Es muy fácil agradecer a Dios por las “grandes” cosas en nuestra vida: un trabajo nuevo, el primer auto o casa, graduarse de la Universidad, el nacimiento de un hijo, etc. Es más difícil estar agradecido por las pequeñas cosas que generalmente damos por sentadas.

Yo solía ser muy cuidadosa en recitar las bendiciones antes y después de cada comida. Pero después de que me convertí en madre de dos hijos de menos de tres años, comencé a saltarme algunas bendiciones, e incluso ocasionalmente olvidaba recitar la bendición de gracias después de las comidas, hasta que llegué a un punto en el que empecé a olvidarme la mayoría de las veces. Aún más, me encontraba a mí misma quejándome de cuán difícil era mi vida, sin tomarme un segundo para pensar y apreciar cuantas bendiciones realmente tenía. Voy a utilizar este terrible incidente para comprometerme públicamente a estar agradecida en todos los niveles.

La mayoría de ustedes (si Dios quiere) nunca experimentarán o sabrán cuán agradecida yo estaba cuando mi hijo fue encontrado completamente sano, sin efectos secundarios duraderos. Espero que mi historia los inspire para encontrar las pequeñas cosas por las cuales debemos estar agradecidos, y a dar gracias como corresponde.

Y como una petición final, por favor vigilen a sus hijos cuidadosamente alrededor del agua. Tómenlo de mí, todo lo que se necesita es una milésima de segundo y toda tu vida puede cambiar para siempre.

Nunca tendré suficientes palabras para agradecerle a Dios por haberme permitido darle vida a mi hijo por segunda vez en su corta vida.

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