Por la Puerta de las Lágrimas

8 min de lectura

Concretando tu potencial en los Días de Sobrecogimiento.

Después de llorar intermitentemente durante 36 horas, desde que el inquietante sonido de las sirenas de las ambulancias llevando a los muertos y heridos del ataque terrorista en el Café Hillel me despertaron el martes por la noche, pensé que no tenía más lágrimas para derramar. Después vi la foto del vestido de novia.

Apareció en un diario israelí – una foto de un vestido de seda blanco y largo, colgando tristemente del armario del cuarto de la novia, porque la novia de 20 años, Nava Applebaum, en cambio está vestida con una mortaja. Nava fue enterrada junto a su padre, el Dr. David Applebaum, el día en que se suponía que se iba a casar.

La foto siguiente muestra al prometido de Nava, Janan Sand, al lado de la tumba abierta de Nava, sosteniendo el anillo de matrimonio que había pretendido poner en su dedo. En cambio, lo puso sobre su cuerpo sin vida mientras era bajado a la tumba.

Hay otras fotos en el diario de ese día: Una foto del apuesto y sonriente Iaacov Ben Shabat de 39 años, quien fue asesinado el jueves en el ataque terrorista afuera de la base militar de Tzrifin. Había salido temprano del trabajo para comprar una torta para el cumpleaños de su hija de ocho años.

Hay una foto del desolado, Sapir Moshe de 12 años llorando, siendo apoyado por parientes en el funeral de su madre, asesinada mientras tomaba café con una amiga en el Café Hillel.

Hay una foto de dos soldados sonrientes: Yonathan Peleg y Efrat Schwartzman, asesinados juntos en el ataque de Tzrifin. Yonathan murió instantáneamente; Efrat sucumbió a sus heridas la mañana siguiente. "Sin duda ella no quería que él se fuera solo", lloraba el padre de Yonathan.

Hay una foto de los sollozantes y angustiados padres de Alon Mizraji de 22 años, el guardia del Café Hillel, quien cayó sobre el terrorista, luchó con él, y finalmente explotó con él.

En mi diario, sin embargo, la página con más manchas de lágrimas es la foto del vestido de novia. La tragedia de Nava Applebaum es la más desgarradora de todas las 15 víctimas del martes porque representa todo lo que podría haber sido – que estuvo tan cerca de ser – pero no fue: La felicidad de los padres, el júbilo de la gente joven, la unión que habían planeado y esperado, y la alegría de los 500 invitados del matrimonio que en cambio fueron al funeral de la novia.

Miro a mí alrededor y veo en las caras empapadas con lágrimas de todos los que encuentro, que nosotros, los destrozados y sangrantes judíos de Israel, quienes hemos sufrido más de 800 pérdidas durante los tres años de la "Guerra de Oslo", estamos desbordados por el dolor de la boda suspendida de Nava.

Lágrimas en los Días de Sobrecogimiento

El rezo de Unetane Tokef del servicio de las Altas Fiestas declara: "En Rosh Hashaná es inscrito y en Iom Kipur es sellado... quien vivirá y quien morirá, quien morirá en su momento predestinado y quien no en su momento predestinado, quien por agua y quien por fuego, quien por espada, quien por bestia, quien por hambruna, quien por tormenta..."

Los judíos deberían llorar en Rosh Hashaná y Iom Kipur.

Los judíos deberían llorar en Rosh Hashaná y Iom Kipur. El rabino Avigdor Nebanzahl escribió que si los judíos lloraran lágrimas de arrepentimiento en Rosh Hashaná, cuando todos los acontecimientos del año siguiente son decididos, no tendríamos que llorar lágrimas de dolor durante el año.

Es difícil llorar lágrimas de arrepentimiento. Lo que hicimos a lo largo del año – en relación a Dios, a nuestros prójimos y a nosotros mismos – puede no haber sido ejemplar, ¿pero fue realmente tan malo? Siento una punzada de culpa cuando recuerdo haberle hablado duramente a alguien, ¿pero debería derramar lágrimas por esa pequeña trasgresión? Me arrepiento de mi impaciencia con mi esposo y mis hijos, pero, después de todo, soy sólo humana.

Los sabios dicen que desde la destrucción del Segundo Templo Sagrado, la "puerta de los rezos" está cerrada, pero la "puerta de las lágrimas" está siempre abierta. ¿Cuál es el secreto para acceder al pozo de las lágrimas?

Comenzando un mes antes de Rosh Hashaná y culminando en Iom Kipur, se les pide a los judíos que examinen sus actos y "hagan teshuvá". La palabra teshuvá, usualmente traducida como arrepentimiento, significa "volver". Se supone que debemos volver a Dios y a una versión mejorada de nosotros mismos. El término está cargado de ironía; la mayoría de nosotros ni siquiera ha estado cerca del nivel espiritual al cual aspiramos "retornar".

Teshuvá no significa un cambio de estilo de vida repentino, sino que un cambio de dirección decidido. Si yo estaba avanzando hacia el sur, ahora doy la vuelta y tomo mis primeros pasos seguros hacia el este. Teshuvá implica hacer un plan concreto para llevar a cabo el cambio en pequeños, pero firmes, incrementos.

La Brecha

La perspectiva de hacer teshuvá asusta a muchos de nosotros, porque lo consideramos una calumnia en contra de lo que ya somos. El término en español "arrepentimiento" implica que soy un pecador despreciable, repugnante a mis propios ojos y a los ojos de Dios, deshonrado por mis acciones, como un vagabundo mugriento y apestoso con necesidad de un baño.

La teshuvá es una afirmación, no un rechazo, de quienes somos en el nivel más profundo.

La Rebetzin Tzipora Heller señala la verdadera actitud judía hacia la teshuvá: No es "Que malvado soy por haber hecho eso", sino que "¿Cómo alguien como yo pudo haber hecho algo así?". La teshuvá es una afirmación, no un rechazo, de quienes somos en el nivel más profundo. En vez de ser caracterizados por nuestras bajas acciones, repudiamos nuestras bajas acciones al no ser dignas de las almas sagradas que intrínsicamente somos.

Lloramos en Rosh Hashaná y Iom Kipur cuando reflexionamos en lo que podríamos haber sido, cuando comparamos nuestro potencial majestuoso a nuestra pobre realidad. Cada uno de nosotros tiene el potencial de ser espiritualmente grandioso, de lograr a la perfección nuestra misión única en este mundo, de valerosamente llegar a cumplir nuestros desafíos, y de reparar nuestros defectos con destreza. En las Altas Fiestas, reflexionamos en la visión perfeccionada de nosotros mismos, y lloramos por la mediocridad que permitimos en su lugar.

  • Podríamos haber sido magnánimos. En cambio fuimos insignificantes.
  • Podríamos haber sido generosos. En cambio fuimos tacaños.
  • Podríamos haber sido honestos. En cambio dijimos mentiras egoístas.
  • Podríamos haber animado a otros con palabras amables. En cambio los herimos con desprecio.
  • Podríamos haber estimado a nuestros padres por su continua contribución a nuestras vidas. En cambio los hicimos sentir anticuados e inservibles.
  • Podríamos haber hecho de nuestras casas santuarios de paz y amor. En cambio nos rebajamos a pelear y a culpar.
  • Podríamos haber ocupado nuestro tiempo libre estudiando las profundidades de la Torá. En cambio optamos por la televisión por cable.
  • Podríamos habernos convertido en la persona que Dios quiere que seamos. En cambio nos conformamos con una imitación mediocre.

Mi amiga Sara me enseño a visualizar lo que ella llama "el máximo potencial del ser". Esta es la imagen perfeccionada de mí misma en todo detalle. Veo como mi máximo potencial camina, el dulce y suave tono con el que habla, la calurosa sonrisa que le da a todos los que se encuentra, el delicado toque con el que acaricia el mundo.

Mientras que cada uno de nosotros tiene un máximo potencial único, la Torá define la forma general del máximo potencial de un judío: no habla mal de otros, no avergüenza a otros, no aflige a otros con palabras o acciones; respeta la propiedad de los otros; controla las pasiones perjudiciales; honra a sus padres; es escrupulosamente honesto en los negocios; etc.

Los "pecados" por los cuales hacemos teshuvá en Rosh Hashaná y Iom Kipur son las instancias en las cuales no alcanzamos nuestro máximo potencial. Una palabra para "pecado" en hebreo es jet, que significa "fallar el objetivo". La disparidad entre nuestro máximo potencial y nuestra realidad actual impulsa nuestra teshuvá sincera.

Demasiado Tarde

La culpable de que no lloremos por nuestros fracasos es la sensación de que tenemos todo el tiempo del mundo para repararlos. Hace veinte años yo tenía una placa en mi escritorio que decía: "Se paciente. Dios aún no ha terminado conmigo". Desafortunadamente, la paciencia – un excelente rasgo cuando es aplicado a otros – puede degenerar en autocomplacencia cuando es aplicada a nosotros mismos. Tal actitud reduce las energías y la urgencia de nuestra misión espiritual. En vez de apresurarnos a llevar a cabo nuestras metas personales, paseamos tranquilamente.

La paciencia – un excelente rasgo cuando es aplicado a otros – puede degenerar en autocomplacencia cuando es aplicada a nosotros mismos.

Personalmente, he visto que nunca termino ningún proyecto que no tiene una fecha límite. El calendario judío nos da una fecha límite para hacer teshuvá: Rosh Hashaná. Después Dios, con Su misericordia, nos da una extensión de diez días. Iom Kipur es la fecha límite final.

Rosh Hashaná nos obliga a confrontar la realidad de que no tenemos todo el tiempo del mundo, por dos razones: La gente presente en nuestras vidas no estará aquí por siempre; así como nosotros tampoco estaremos aquí por siempre.

Las relaciones que tenemos que arreglar pueden ser reparadas solamente mientras la otra persona está viva. La parte del servicio de Iom Kipur cuando yo derramo la mayor cantidad de lágrimas es durante la confesión "Por el pecado que he cometido frente a Ti por menospreciar a padres y maestros". Mis dos padres se han ido al otro mundo. Ahora no hay manera de arreglar las palabras pronunciadas con tono exasperado, las conversaciones con ellos abreviadas cortantemente por obligaciones "más importantes". Mi capacidad de hacer teshuvá completa en esa relación fue enterrada con ellos.

El otro obstáculo que nos hace posponer la teshuvá es nuestro fracaso en reconocer nuestra propia mortalidad. Una abrasadora lección que nosotros, los judíos en Israel, hemos aprendido de esta guerra con el terrorismo es la fragilidad de la vida. Me atrevo a decir que ninguno de nosotros está seguro si él o ella estará acá el próximo Rosh Hashaná – o mañana.

Nuestros amigos Michael y Miriam viven en la ciudad de Efrat. Durante el primer año de la Guerra de Oslo, la "carretera de los túneles" hacia Efrat era periódicamente el objetivo de disparos a manos de los terroristas. Muchas personas fueron asesinadas en esa carretera. Una tarde Michael estaba manejando hacia su casa mientras hablaba con Miriam por su celular. Comenzaron a discutir por algo. De repente Michael notó que estaba en "la carretera de los túneles". Rápidamente terminó la discusión, diciendo "Estoy manejando por "la carretera de los túneles", ¿Cómo nos sentiríamos si la última conversación que tuvimos fuese esta discusión?".

A la larga, todos nosotros estamos manejando en "la carretera de los túneles". Según lo que sabemos – dadas las cantidades de accidentes, ataques al corazón y ataques terroristas – cada conversación podría ser la última. Que tragedia sería si nuestro último encuentro en este mundo termina siendo una discusión, una queja desagradable. Un chiste sarcástico, una crítica insignificante...

Hace dos milenios el sabio Hilel enseñó: "Si no ahora ¿cuándo?". Si no concreto mi potencial ahora, ¿quién sabe si tendré otra oportunidad? Si no arreglo mis características personales ahora, en este mundo, al cual llamaron los Cabalistas "el mundo de arreglar", es muy probable que sea enterrado con mis defectos.

La muerte es la línea divisoria final entre lo que podríamos haber sido y lo que somos. La máxima agonía es el remordimiento que cada uno de nosotros va a sentir cuando nos encontremos en el "otro mundo", totalmente incapaces de arreglar cualquiera de nuestros fracasos o defectos. Esta es la definición judía del infierno.

El Kitel

Iom Kipur es un regalo milagroso que Dios nos da cada año. La oferta de Dios es demasiado buena para negarnos: si hacemos teshuvá, Él nos dará capará, expiación. Esto significa que el presionará el botón de "borrar" en las acciones y patrones que nos atrapan. Cuando suena el shofar al final de Iom Kipur, nosotros somos, en ese preciso momento, el reflejo de nuestros máximos potenciales.

Por supuesto, somos libres después de Iom Kipur para caer en nuestros viejos patrones de comportamiento, de volver a donde habíamos empezado, de cambiar la dirección nuevamente hacia atrás. Pero en Iom Kipur, si hemos hecho teshuvá, Dios nos toma y nos pone sobre el abismo que divide entre quienes somos y quienes realmente queremos ser.

Según la tradición judía, el día en que uno se casa es como Iom Kipur. La novia y el novio ayunan, rezan los rezos de Iom Kipur, y todos sus pecados son perdonados. Cuando están parados bajo el palio nupcial, están en un estado de inmaculada perfección.

De acuerdo a la tradición judía, el novio usa una prenda de ropa blanca, larga hasta las rodillas y con mangas largas llamada kitel. El kitel es utilizado por primera vez en el matrimonio, luego en cada Iom Kipur, y finalmente como mortaja en el entierro.

El ser espiritualmente grandiosos es posible. Es posible estar tan puro y elevado el día de la muerte como en Iom Kipur o el día del matrimonio. El Dr. David Applebaum, quien con su dedicación desinteresada y sin ayuda le cambió la cara a la medicina de emergencias en Jerusalem, lo hizo. Nava Applebaum, quien amorosa y alegremente se preocupaba por jóvenes enfermos con cáncer, lo hizo. Para tales personas, quienes vieron la vida como una oportunidad de perfeccionarse a sí mismos y al mundo, la mortaja y la ropa del matrimonio son una.

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