La Llanta Pinchada

4 min de lectura

No dejes que los pequeños dolores de la vida se conviertan en una espina en el costado.

Eran las 8:30 pm.

Era verano en Nueva York y los pocos rayos de sol que quedaban destellaban sobre el horizonte y se infiltraban en los rincones de un terreno nebuloso. Desafortunadamente, también se infiltraron a través del parabrisas del Honda Accord año 2006 de Joey.

Cegado por un instante, Joey no pudo evitar un escombro afilado que había en la carretera. El silbido de su rueda Goodyear izquierda indicaba que estaba ciertamente, pinchada.

Desacostumbrado a las crisis automovilísticas, jugueteó nerviosamente con la gata por unos minutos, pero se resbalaba, y termino esperando más de 90 minutos hasta que un servicio de emergencia viniera a cambiar su rueda.

Conocí a Joey al día siguiente y me describió su accidente.

“Ahí estaba yo, pensando en mis asuntos, y un segundo después, tienes una llanta pinchada. Esa cosa debió haber caído de un camión o algo así. ¿Por qué es tan descuidada la gente? Yo debería demandar al tipo. Por supuesto, no tengo la menor idea quién es”.

Cinco días después, me volví a encontrar a Joey. No tuve que esperar mucho para darme cuenta en qué andaba.

“¡Qué disgusto!”, empezó a decir nuevamente. “Llevé mi llanta a reparar y me dijeron que tenía un corte en uno de sus lados. ¡¿Puedes creer mi suerte?! Tuve que desembolsar $80 dólares por una nueva”.

Joey apenas paraba para respirar.

“Quiero decir, $80 dólares por una llanta… la llanta pinchada estaba prácticamente nueva. ¿Te mencioné que quería demandar al conductor descuidado...?”.

Yo estaba un poco sorprendido. Tal vez estaba siendo duro, pero hubiera pensado que cinco días después de lo de la llanta pinchada, Joey se habría adaptado de alguna manera a la situación. ¿O era su frustración y exasperación algo normal?

Como muchos, llevo mi teléfono celular en mi cinturón. La funda del celular viene con un gran clip en la parte de atrás y funciona bastante bien… hasta que se rompe. Recuerdo la primera vez que mi funda se rompió y mi teléfono cayó al pavimento. Yo estaba molesto. La había tenido por seis semanas. Yo no sabía en ese momento que seis semanas es casi el doble de tiempo de su vida útil. Me costó $20 dólares reemplazarla. Y eso me molestó también.

Pasaron menos de cuatro semanas, cuando me pasó otra vez. Esta vez fui más inteligente. Llamé a Izzy, mi hermano mayor, y le pregunté qué hacer. Me respondió con su usual respuesta, “¡Búscalo en Google!”. Veinte minutos después había ordenado tres fundas por $10 dólares en E-bay, con envío incluido. Eso ayudó a disminuir mi enojo, pero cuando mi tercera funda se resbaló sólo dos semanas después, me costó bastante contener mi descontento.

“Esto es absolutamente ridículo”, grité al aire. “Estornudo y la funda se rompe”. Yo realmente necesitaba desahogarme, pero el grupo de terapia de 12 pasos, de celulares, de fundas rotas de mi vecindario se había disuelto. Llamé otra vez a Izzy – para eso son los hermanos mayores. Esta vez su respuesta me sorprendió.

“Este es tu problema”, me acusó, “no de la compañía de fundas”.

“Tienes la expectativa de que una funda plástica barata fue hecha para durar. ESE es tu error”.

Pensé que se había excedido en escuchar la radio y que había oído a demasiados psicólogos en el aire hablando sobre “asumir responsabilidad por las propias acciones”. ¿Cómo podía ser que un mal funcionamiento repetido de productos para celulares fuera mi culpa?

“Las fundas rotas no son tu culpa”, explicó. “El problema es tu actitud. Te estás enojando, mi querido hermano, porque estás esperando que el producto dure cierta cantidad de tiempo. Cuando no lo hace, te quejas y te lamentas. Por alguna razón, tienes la expectativa de que una funda plástica barata fue hecha para durar. ESE es tu error. Son hechas de forma barata y son diseñadas para tener una expectativa de vida de unas cuantas semanas, no más que eso. Cómpralas en E-bay y acepta que usar tu celular te va a costar tres dólares adicionales cada mes. Tan simple como eso”.

Izzy me estaba enseñando dos cosas que yo pensaba que ya sabía; cosas que todos creemos que ya sabemos. Primero que nada, no pases un mal rato por cosas pequeñas. Las fundas de celular rotas son molestas, pero no devastadoras. Y segundo, la manera en que enfrentamos cualquier tipo de adversidad depende enormemente de cuales son inicialmente nuestras expectativas. Sólo cuando entendí que las fundas para celular se supone que se rompan, fui capaz de hacer las paces con mi “infortunio”.

Muy frecuentemente nos atrapan las trivialidades de la vida, como si todo fuera importante. Bueno, pues todo no es importante. Nuestro trabajo es mantener las cosas en perspectiva, sopesar cuidadosamente qué merece nuestra atención y preocupación y que cosas deben pasar al tacho de la basura de la vida.

Nadie (espero) se enoja tanto cuando pierde un paraguas o un lápiz. Sabemos que paraguas y lápices, y por supuesto calcetines, están destinados a desaparecer y ciertamente terminan en algún lugar en “el cielo de los calcetines”. Esa es la expectativa. Cuando a la impresora se le acaba la tinta, normalmente no caemos en depresión o desesperanza, cambiamos el cartucho y seguimos adelante con nuestra vida.

Y esto nos lleva de vuelta al pobre Joey. Han pasado cinco días y Joey todavía se está lamentando sobre su llanta pinchada. Los escombros vinieron de la nada, el tipo se demoró 90 minutos en aparecer, me costó $80 dólares…  Joey ha manejado por diez años, y las ruedas pinchadas, especialmente en Nueva York, ocurren todo el tiempo. Puesto de una manera cruda, tal vez se lo merecía. Por supuesto él está enojado por la rueda desinflada – cualquiera lo estaría. Pero gran parte de la exasperación se podría evitar si se pusieran las cosas en perspectiva. Las ruedas reventadas pasan y en el gran espectro de las situaciones, no es una gran cosa.

Entonces, tómatelo con calma, Joey. En vez de los $80 dólares, podrías haber tenido que gastar $800 dólares en un doctor o $8.000 dólares en otro automóvil.

Con la perspectiva correcta aprenderás que las cosas pequeñas pasan todo el tiempo. Debes esperarlas.

Y aceptarlas.

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