Cómo programar tu cerebro para ser feliz

4 min de lectura

La increíble fuerza espiritual de la gratitud.

La ciencia descubrió el secreto de una base fundamental del judaísmo: la gratitud. El pueblo judío es llamado iehudim, de la raíz lehodot, que significa agradecer. La gratitud está imbuida en nuestro ser. Es parte de nuestro ADN espiritual.

Interesantemente, una historia familiar de espiritualidad de hecho cambia la constitución física del cerebro. Un estudio publicado por la Universidad de Columbia en el 2014, demostró que las personas con una historia de espiritualidad, práctica religiosa o meditación regular eran menos propensas a sufrir depresión, incluso aquellas personas que tenían una predisposición para esta condición. La razón de esto es que con el paso de las generaciones, la práctica religiosa y espiritual engrosó la corteza cerebral, la cual protege contra la depresión.

Como judíos, sufrimos miles de años de persecución, pero siempre nos recuperamos y salimos adelante, a menudo siendo los precursores de la bondad y la compasión. A pesar de nuestras dificultades, siempre pronunciamos palabras de agradecimiento por el bien que tenemos en nuestra vida. Quizás esa sea la clave de nuestro éxito.

Lo primero que hacemos a la mañana es expresar gratitud a Dios con la plegaria Modé Aní. Antes de comer, le agradecemos a Dios por nuestros alimentos. Después de comer, le agradecemos a Dios por nuestra comida. Después de utilizar el baño, expresamos gratitud por nuestra salud. Antes de estudiar Torá, le agradecemos a Dios por habernos dado la Torá, nuestra guía para la vida. Cuando rezamos, agradecemos por nuestra salud, por nuestro sustento, por la sabiduría… la lista continúa.

Las personas agradecidas reportaron mejor salud física, menos depresión, menos dolores y molestias físicas, mayor autoestima, mayor felicidad y empatía, mejores patrones de sueño, menor presión sanguínea, sistemas inmunológicos más fuertes y una mayor resistencia emocional.

Los estudios demuestran que la gratitud realmente cambia el cerebro. De hecho, quienes son agradecidos tienen una mayor probabilidad de ser agradecidos en el futuro. Cuanto más utilizamos el músculo de la gratitud, más fuerte se vuelve. La gratitud se graba en nuestro cerebro, convirtiéndose en una actitud mental y una forma de vida.

La gratitud actúa como un antidepresivo natural, aumenta la producción de dopamina y serotonina en el cerebro. Se convierte en un estimulador de felicidad, liberando los químicos que nos hacen felices. Al activar las áreas del cerebro asociadas con la recompensa social y la conexión, la gratitud nos acerca a los demás.

La gratitud también activa las regiones que controlan la rectitud, la moral, los juicios de valor, las decisiones económicas y la percepción de uno mismo. La sensación de satisfacción y sentido en la vida tiene su raíz en la gratitud.

De hecho, ser agradecido es tan importante que se considera un pilar fundamental para criar niños sanos y felices. Como padres, queremos saber cómo inculcar este rasgo judío fundamental a nuestros hijos.

1. Muestra sinceridad y alegría al hacer mitzvot.

Nuestros hijos absorben cada una de nuestras acciones y palabras. Ellos cuentan con una maravillosa percepción que les permite entender las intenciones detrás de nuestros actos. Mostrar verdadera gratitud y felicidad no sólo mejora nuestra conexión espiritual y cultiva nuestra salud emocional y física, sino que también deja una marca indeleble en nuestros hijos.

La gratitud es una parte natural de la observancia de las mitzvot. Antes de cumplir mitzvot, declaramos nuestro agradecimiento a Dios. Al concentrarnos para tener kavaná (la intención correcta) al decir una brajá (bendición), y decirla con sinceridad y felicidad, les mostramos a nuestros hijos que estamos realmente agradecidos.

2. Que reine una actitud de gratitud.

La frase hebrea para gratitud es hakarat hatov, que significa reconocer el bien. Cuando no sólo nos enfocamos en lo bueno, sino que también lo reconocemos en cada aspecto de nuestra vida, les transmitimos a nuestros hijos un mensaje importante: siempre tenemos algo por lo que estar agradecidos y, muchas veces, tenemos una abundancia de bendiciones por las cuales agradecer.

Rodea a tus hijos con la actitud de gratitud y observa la alegría fluir en tu hogar. Léeles libros sobre niños y adultos que son agradecidos. Dales pequeñas hojas para que escriban mensajes de agradecimiento a sus hermanos, padres, maestros y amigos. Ten una pizarra de agradecimiento para que la vean todos los que visiten tu hogar. Haz que el agradecimiento sea el tema de conversación en tu mesa. La actitud de gratitud debe estar presente en cada aspecto de nuestra vida.

3. Escríbelo.

Escribir es un acto poderoso que nos ayuda a solidificar nuestros pensamientos, y a veces nos permite descubrir ideas que ni siquiera sabíamos que teníamos hasta haberlas plasmado sobre el papel. Se ha corroborado que llevar un diario de gratitud mejora considerablemente la salud física y el optimismo, incluso ayuda a la persona a lograr objetivos. Alienta a tus hijos a registrar cada mañana y cada noche 3-5 cosas por las que están agradecidos.

También pregúntales a tus hijos si quieren escribirle una carta de gratitud a alguien que haya tenido una influencia especial en ellos. Pregúntales si les gustaría escribirle una carta de gratitud a Dios por todo lo que Él hizo, hace y hará por ellos. Esta maravillosa práctica crea un lazo entre tus hijos y Dios, así como entre tus hijos y quienes los rodean.

Quizás lo más importante sólo sea recordar que somos el pueblo judío, el pueblo que agradece. Es parte de nuestro legado espiritual y, quizás, la gratitud haya dejado su impacto en nuestros cerebros con el pasar de las generaciones, así como ha impactado nuestra espiritualidad. Cuanto más expresas gratitud, más se la transmites a tus hijos y a las futuras generaciones.

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