Desprotegido

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Una psiquiatra especialista en universitarios les dice a los estudiantes todo lo que se necesita saber sobre intimidad y que nadie dice.

En su larga experiencia como psiquiatra en una universidad, Miriam Grossman ha tratado a estudiantes con desórdenes alimenticios, depresión, ansiedad, insomnio y corazones rotos. El dolor de los pacientes afectaba a Grossman, pero como toda profesional, había aprendido a dejar las preocupaciones de la oficina en la oficina – hasta que conoció a Brian.

Brian había recurrido a ella buscando ayuda para terminar con su adicción al cigarro. Pero a Grossman le había alarmado que Brian, abiertamente homosexual e igualmente abierto sobre su promiscuidad, nunca se hubiera testeado para VIH y que no tuviera intenciones de hacerlo. “Es difícil ser monógamo”, decía encogiéndose de hombros, agregando que prefería simplemente no pensar en las posibles consecuencias de su estilo de vida.

A sabiendas de cuan espantosas podían ser las consecuencias, Grossman aconsejó a Brian que limitara sus parejas y que usara protección. Pero cuando empezó a pensar en qué otros pasos podía tomar para protegerlo, se enfrentó a una difícil tarea. Tal como otros doctores, ella tenía el derecho de reportar a aquellos portadores de enfermedades infecciosas peligrosas, como la tuberculosis. Tenía el derecho legal de hospitalizar a un paciente homicida o suicida, incluso contra su voluntad. Sin embargo, no había nada que ella pudiera hacer para obligar a Brian a hacerse el examen de VIH o para informar a sus parejas del riesgo que ellos corrían.

“Los profesionales de salud de las universidades asumen que los estudiantes pueden tomar decisiones inteligentes y postergar la gratificación en estas áreas, pero no así en el área de la sexualidad”.

Grossman se preguntaba, “¿Por qué debo proteger a un paciente con tuberculosis y no a Brian? Después de todo, la tuberculosis se puede curar casi siempre, mientras que cuando el VIH se convierte en SIDA, es casi fatal”.

Esta situación fue el golpe final a la continua frustración de la psiquiatra con el “extraño mundo de lo políticamente correcto en medicina”, un mundo que explora en su libro, "Despotegido: Una Psiquiatra de Campus Universitario Revela Cómo lo Políticamente Correcto en su Profesión Pone en Peligro a los Estudiantes". Su meta es que este libro sea una llamada de alerta a los jóvenes, a sus padres y a los educadores cuyo enfoque, según su opinión, daña a los estudiantes.

“Los profesionales de la salud de las universidades le dicen a los estudiantes que el autocontrol es apropiado en lo que se refiere a dietas y ejercicio, fumar y tomar alcohol”, observa Grossman. “Ellos asumen que los estudiantes pueden tomar decisiones inteligentes y postergar la gratificación en estas áreas, pero no así en el área de la sexualidad. En relación a la sexualidad, los estudiantes escuchan continuamente frases como 'auto-descubrimiento' y 'derechos sexuales'”. Grossman también estaba impactada por el hecho de que folletos y sitios web dedicados expresamente a adolescentes y adultos jóvenes se refirieran a ciertos comportamientos que en el pasado reciente habrían sido considerados patológicos o peligrosos como “elecciones de estilo de vida”, sin ningún impacto médico, emocional o espiritual.

El libro "Desprotegido", proviene de un artículo que Grossman escribió sobre su preocupación por Brian. Tal como ella lo escribió, ella pensó en docenas de otros estudiantes cuya depresión, ansiedad y otros desórdenes emocionales derivaban, según su creencia, de la decisión de ciertos “estilos de vida” cuyo riesgo era intencionalmente ignorado en las universidades por los consejeros de salud.

Por ejemplo, a mujeres jóvenes con una bacteria de transmisión sexual se les asegura que con una simple dosis de antibióticos la infección desaparece. Sin embargo, el cuerpo mantiene una “memoria inmunológica” de esa bacteria que puede causar abortos posteriormente. “Las mujeres jóvenes deben conocer esta información”, insiste Grossman.

De forma similar, las personas que hablan acerca de "Paternidad Planificada" manifiestan rutinariamente que el trauma psicológico en las mujeres luego de un aborto es “raro”, y que el procedimiento es incluso más seguro que una extirpación de amígdalas. Puede que esto sea así desde el punto de vista médico, pero, pregunta Grossman, “¿Qué pasa con las miles de mujeres para las cuales el procedimiento es traumático?”. De 1,3 millones de mujeres que se someten a abortos cada año, un estimado de 10.000 mujeres sufre como resultado una condición similar a un desorden de estrés post-traumático, algo que casi nunca es mencionado por los consejeros de salud de las universidades. Para buscar apoyo, ellas frecuentemente acuden a sitios en Internet como afterabortion.com, un foro donde las mujeres expresan sus sentimientos de dolor. El sitio recibe más de 1.000 mensajes al día, y tiene más de 600.000 mensajes en total.

“Mientras todos están sorprendidos por la crisis de salud mental en nuestras universidades, ni siquiera una persona sugiere que tal vez las secuelas del aborto contribuyen a las abrumadoras estadísticas”, observa Grossman. “Los psicólogos tratan de identificar y aconsejar a las víctimas de todo tipo de abusos, hostigamiento, acoso, o incluso de huracanes que tuvieron lugar a miles de kilómetros de donde ellos viven. Sin embargo, parecen incapaces de considerar la noción de que tal vez, sólo tal vez, algunas mujeres y hombres sufren por un tiempo largo luego de un aborto y necesitan de nuestra ayuda”.

Consciente de que su libro iba a generar controversia y conflicto con muchos profesionales de su campo, Grossman originalmente publicó su libro bajo el nombre de “Médico Anónimo”. “Yo sabía que esto podría parecer un truco publicitario, pero realmente no era eso. Simplemente no sabía cuál sería la respuesta y estaba consciente que mis opiniones iban en contra del dogma habitual”. Desde que publicó su libro, Grossman ha aprendido que no estaba sola en sus opiniones. Muchos otros psicólogos han admitido que comparten su visión, de que muchos de los consejeros de las universidades anteponen sus propias agendas a las necesidades de las personas.

Grossman, como judía observante, no se mantuvo anónima por mucho tiempo. La cobertura de los medios fue muy rápida y el libro ha sido, desde entonces republicado con su nombre. Con un permiso para ausentarse de UCLA, Grossman está trabajando hoy como asociada en el Clare Voothe Luce Policy Institute cerca de Washington D.C. Ella viaja a las universidades alrededor del mundo y da conferencias a médicos en práctica y a estudiantes. Los estudiantes, comenta ella, responden a su mensaje con “sorpresa y preocupación”.

“Pueden haber tenido diez años de educación sexual y aún así no conocen aspectos vitales”.

“Ellos están agradecidos y tienen buenas preguntas”, dice Grossman. “Pueden haber tenido diez años de educación sexual y aún así no conocen aspectos vitales, tales como la vulnerabilidad de niñas y mujeres y cuan dramáticamente decrece la fertilidad de una mujer con la edad. Les digo que su salud sexual está totalmente en sus manos, igual como la elección de comer bien y hacer ejercicio. Ellos tienen la llave para mantenerse sanos física y emocionalmente”.

Los valores judíos de Grossman han influido en su trabajo, incluyendo por ejemplo su capítulo titulado, “Memo para la Asociación Americana de Psicología: Creer en Dios es bueno para la salud”, que presenta evidencia concluyente de que una creencia religiosa promueve una vida sana. (De hecho, uno de sus pacientes en UCLA, un estudiante católico religioso, se sintió aliviado cuando descubrió que la Dra. Grossman también era religiosa. Este estudiante graduado ya casado, estaba arruinado con sentimientos de culpa porque tenía una creciente compulsión por ver pornografía, algo que encontraba incorrecto y quería detener. Temía, acertadamente de acuerdo a Grossman, que la mayoría de los doctores no iban a entender sus valores y no iban a ser capaces de ayudarlo a resolver su problema emocional).

“He visto con mis propios ojos el beneficio psicológico de la fe y de una vida con rituales significativos. He observado el beneficio de una vida con autodisciplina, la noción de que hay un momento correcto y un momento incorrecto para ciertas cosas”, dice Grossman.

La Dra. Grossman tiene un mensaje para los padres judíos que están ansiosos de que sus hijos entren a una de las universidades prestigiosas de los Estados Unidos o a otras escuelas de alto nivel en el mundo: “Sus hijos tienen que ser muy fuertes para asistir a esas universidades. Es difícil estar inmerso en una cultura que pretende uniformar y que incluso promueve esos comportamientos. Ellos necesitan estar conscientes de los peligros y saber cómo cuidarse a si mismos”.

¿Y a los estudiantes que ya están en una universidad? “Trato de transmitirles el mensaje de evitar esta ideología que se preocupa del cuerpo (salud, apariencia, placer físico) y abandona el alma (significado, auto-sacrificio, familia, religión). La tradición judía provee el marco para un estilo de vida que es sano psicológica y físicamente. Hay tanta sabiduría en el judaísmo, especialmente en lo que respecta a las relaciones. Esto los ayuda a tomar decisiones adecuadas y a evitar el sufrimiento innecesario en sus vidas”.

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