El ataque terrorista en París

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Cuando alguien anuncia sus planes de matar y mutilar, debemos tomar sus amenazas en serio.

En las horas posteriores al brutal ataque en la oficina de un periódico en el centro de Francia —uno de los ataques masivos más grandes que ha habido en territorio europeo desde la Segunda Guerra Mundial—, el mundo entero lucha por entender cómo pudo ocurrir un ataque tan salvaje.

En la tranquila tarde del 7 de enero del 2015, tres hombres armados —la policía posteriormente identificaría que se trataba de dos hermanos y un tercer hombre, todos ellos de nacionalidad francesa, quienes habían regresado a Francia luego de luchar en la brutal Guerra Civil Siria— se dirigieron a las oficinas de la revista satírica Charlie Hebdo, en París. Les dispararon a los policías que estaban de guardia en la entrada del recinto, forzaron a una aterrada empleada (que estaba con su pequeña hija que recién había pasado a buscar a la guardería infantil) a ingresar el código de entrada a la oficina, y desataron un baño de sangre, disparándoles a los empleados con una meticulosa precisión. Para cuando escaparon, varios minutos más tarde y luego de dispararle a un policía que intentó detenerlos afuera, 12 personas yacían muertas y Francia estaba conmocionada.

“No entiendo cómo puede haber gente que ataque un periódico con armas de fuego”, dijo el confundido Editor en jefe, Girard Biard, quien se encontraba visitando Londres y consecuentemente escapó a la masacre. “Estamos sorprendidos de que algo como esto pueda ocurrir en el centro de París”, dijo Dalil Boubakeur, el director de la Gran Mezquita de París. A medida que caía el atardecer, centenas de sorprendidas y afligidas personas formaron una demostración espontánea en la que expresaban solidaridad con los periodistas asesinados.

Charlie Hebdo pareciera ser un improbable símbolo para unificar a tanta gente. El periódico es sumamente ofensivo, burlándose de los políticos, de la clase alta, de las celebridades y de la religión. Un amigo francés lo catalogó como “ofensivo de forma pareja”. Prácticamente todo grupo ha sido blanco de su ofensivo humor, incluyendo a católicos, judíos y musulmanes. Cuando el periódico danés Jyllands-Posten publicó caricaturas ofensivas de Mahoma en el 2006, generando protestas y disturbios alrededor del mundo, Charlie Hebdo reimprimió las caricaturas, además de agregar algunas adicionales de autoría propia. En una edición del 2011 anunciaron burlonamente que “Mahoma era el editor invitado” (e incluían otra caricatura ofensiva), y la portada de la última publicación alababa a una nueva novela francesa que ha sido catalogada por muchos como antimusulmana.

La imagen de la multitud de gente en estado de duelo me recordó una novela de Gabriel García Márquez: Crónicas de una muerte anunciada. El libro relata la historia de dos hermanos que anuncian su intención de asesinar a otro joven de su ciudad. Y a pesar de que anuncian en reiteradas ocasiones cuáles son sus intenciones, son pocos los que les creen. Los policías locales están convencidos de que son sólo bravuconerías y los otros ciudadanos no los toman en serio. Para cuando ocurre el asesinato, toda la ciudad es cómplice.

Al igual que en esta novela, un largo historial de amenazas y violencia —en contra de Charlie Hebdo y otros— ha sido por lo general minimizado e ignorado.

Charlie Hebdo ya había sufrido actos de violencia en su contra. El 2 de noviembre del 2011, justo después de anunciar su edición con Mahoma de editor invitado, sus oficinas fueron atacadas con bombas incendiarias (el ataque ocurrió en la madrugada y no hubo víctimas). El 2012, miembros gubernamentales le rogaron a los editores de la revista que no publicaran más caricaturas ofensivas de Mahoma. Cuando la publicación insistió en continuar haciéndolo, Francia cerró embajadas, consulados, escuelas y centros culturales en más de una docena de países musulmanes por miedo a un ataque. “Queremos reírnos de los extremistas”, dijo un periodista en ese entonces refiriéndose a la indiferencia que tenía su revista ante las potenciales represalias por su humor ofensivo.

El editor Stephane Charbonnier, quien había recibido amenazas de muerte por años —y que había aparecido en una lista de potenciales blancos en una revista de al Qaeda en el 2013— vivía bajo protección policial hasta el día de su asesinato. La revista tenía un guardia armado en su puerta e incluso se burlaba sobre su estatus como potencial blanco de actos terroristas (una caricatura en la última edición muestra a un terrorista diciendo: “Aún no ha habido ataques en Francia… esperen, tenemos hasta finales de enero para presentar nuestros saludos de año nuevo”).

Pero las amenazas no eran algo para la risa. Al igual que los hermanos de Crónicas de una muerte anunciada, ellos habían anunciado sus intenciones fuerte y claro —en repetidas ocasiones— para todos quienes quisieran escuchar.

Una de las amenazas vino en septiembre del 2014, cuando una grabación de ISIS le dijo a sus simpatizantes alrededor del mundo: “Si no pueden encontrar un artefacto explosivo improvisado o una bala, entonces seleccionen a un infiel estadounidense, francés o cualquier otro aliado, y aplasten su cabeza con una roca o dególlenlo con un cuchillo o atropéllenlo con el auto o empújenlo de un lugar elevado o ahóguenlo o envenénenlo”. El 19 de noviembre, otro video de ISIS, esta vez en francés, hacía un llamado a sus simpatizantes a atacar franceses: “Aterrorícenlos y no dejen que duerman por causa del miedo y el terror. Hay armas y automóviles disponibles y blancos listos para ser atacados… envenenen el agua y la comida… atropéllenlos con sus automóviles…”.

En mayo del 2014, cuatro personas fueron asesinadas en el museo judío de Bruselas por una persona de nacionalidad francesa que había luchado por ISIS en Siria. El 21 de diciembre del 2014, 11 personas resultaron heridas cuando un hombre atropelló a una multitud de peatones en la ciudad francesa de Dijon al tiempo que gritaba consignas jihadistas; dos días más tarde, una docena de personas fueron heridas cuando otro conductor embistió con su automóvil en contra de un grupo de personas que realizaban sus compras festivas en la ciudad francesa de Nantes. Estos no fueron eventos inesperados; estos actos habían sido planeados con calma, anunciados de forma recurrente, ignorados.

La violencia raramente es inesperada. Por lo general no es tomada con la suficiente seriedad por la gente civilizada. Puede parecer bizarro e inverosímil pensar que hay gente que está dispuesta a perpetrar terribles actos de violencia; es mucho más reconfortante decirnos a nosotros mismos que no pueden estar hablando en serio cuando hacen esas amenazas, que aquellas promesas de asesinatos y mutilaciones deben ser exageraciones de sus malvadas intenciones. Pero como muestra el ataque de París, ignoramos estas advertencias bajo nuestro propio riesgo.

Irán ha declarado su intención de “borrar a Israel del mapa”. En enero del 2015, el líder de Hamás, Ismail Haniyeh, le contó a una multitud de seguidores sobre sus planes de atacar Israel: “Desarrollaremos nuestras armas de forma que nuestros misiles puedan llegar lo más lejos posible y alcanzar objetivos que estén en cielo, mar y tierra”. En noviembre del 2014, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, expresó claramente sus intenciones: “El sur del Líbano esta listo para pelear (contra Israel)… No tememos a la guerra… somos una amenaza a Israel”. Incluso la supuestamente moderada Autoridad Palestina le envió su propio mensaje a Israel en julio del 2014, cuando adquirió un nuevo tipo de equipamiento militar. Junto a las imágenes de un hombre sosteniendo un lanzador de misiles, el video dice: “Un mensaje para el gobierno israelí y para el pueblo judío: la muerte los encontrará desde el sur al norte… el misil KN-103 va camino hacia ustedes”.

Es tentador ignorar estas y otras amenazas y considerarlas palabras vacías. Pero lamentablemente la masacre en París nos recuerda que cuando hay gente que anuncia sus planes de matar y mutilar, debemos tomar sus amenazas muy en serio.

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