El cónsul portugués que desobedeció órdenes para salvar vidas judías

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Arístides de Sousa Mendes pagó muy caro su coraje moral.

En mayo de 1940, Rav Jaim Kruger escapó de Bruselas con su familia y huyó a Bordeaux en el sur de Francia. Él se unió a miles de refugiados judíos que escapaban del avance de las tropas alemanas y creían que Francia era un refugio seguro. Sin embargo, muy pronto quedó claro que los alemanes también estaban venciendo al ejército francés. El 14 de junio, cayó París.

Rav Jaim Kruger con de Sousa Mendes

Rav Kruger esperaba poder cruzar la frontera hacia España, un país que se mantenía neutral pero en términos amigables con los nazis y por lo tanto se consideraba un lugar seguro. Pero para cruzar a España era necesaria una visa a Portugal y Portugal ya no estaba dispuesta a proveer esas visas. Unos pocos meses antes de que los nazis lanzaran su ofensiva contra Europa Occidental, el gobierno de Portugal instruyó a todos sus empleados que dejaran de otorgar visas a refugiados, en especial a judíos, a menos que tuvieran ciudadanía británica.

Varados en Bordeaux, con su última esperanza de escape destruida, los refugiados judíos se sintieron condenados y desesperanzados.

Un día, un gran auto oficial se detuvo cerca de la sinagoga local donde acampaban la mayoría de los refugiados. Arístides de Sousa Mendes, el cónsul portugués, salió del auto, se acercó a Rav Kruger y le preguntó sobre él. Rav Kruger le dijo que se había escapado de Bruselas con su esposa y cinco hijos. El cónsul los invitó a quedarse en su casa, pero Rav Kruger se negó pensando que no era posible que él estuviera en un lugar más cómodo mientras el resto de los refugiados permanecían abarrotados y con muchos inconvenientes.

Arístides de Sousa Mendes

La situación del rabino llegó al corazón del cónsul. Quizás fueron los cinco niños (él mismo tenía 14 hijos), tal vez fue el respeto de una persona religiosa por un líder religioso. De una u otra forma, él le ofreció a Rav Kruger visas para él y su familia.

Rav Kruger le contó al cónsul el terrible destino que aguardaba a los refugiados judíos si no lograban escapar, y le suplicó que emitiera visas para todos. Tras dudarlo un poco, Mendes aceptó hacerlo.

Durante 12 días del mes de junio, Mendes (con la ayuda de su esposa y dos de sus hijos mayores) trabajó incansablemente emitiendo visas para decenas de miles de refugiados. Por lo menos 12.000 de ellos eran judíos. La gente dormía en el suelo del consulado y se salteaba las comidas, cedían a todo con tal de obtener una visa. Una persona adinerada le ofreció a Mendes dos bolsas repletas de oro a cambio de una visa. Mendes se negó a aceptar la oferta, pero de todas maneras emitió la visa.

Durante 12 días del mes de junio, Mendes (con ayuda de su esposa y dos de sus hijos mayores) trabajó incansablemente emitiendo visas para decenas de miles de refugiados

La emisión frenética de visas no podía durar eternamente. Muy pronto el gobierno portugués, encabezado por el dictador Antonio de Oliveira Salazar, descubrió lo que estaba haciendo su cónsul en Bordeaux. El 24 de junio Salazar mandó a llamar a Mendes de regreso a Portugal. En su camino de regreso a Portugal, él continuó emitiendo visas para los refugiados.

El proceso disciplinario contra Mendes fue severo. Fue obligado a retirarse, lo despojaron de su licencia de abogado y lo agregaron a una lista negra que hizo imposible que él o sus hijos consiguieran trabajo. Eventualmente todos sus hijos emigraron de Portugal. De Sousa Mendes falleció en 1954, sin arrepentirse nunca de su comportamiento durante la guerra. Él le escribió a su abogado: “En verdad yo desobedecí, pero mi insubordinación no me quita honor… Para mí, por encima del estado está la ley de Dios y a eso siempre traté de adherirme sin dudarlo”.

“En verdad yo desobedecí, pero mi insubordinación no me quita honor… Para mí, por encima del estado está la ley de Dios”.

Luis Felipe Mendes fue el último de los hijos de Arístides de Sousa Mendes que se fue de Portugal e inmigró a Canadá en 1948. Su hijo, Gerald (que hoy vive en Francia), tenía 10 años cuando descubrió por primera vez que su abuelo era un héroe.

“Era el año 1966 y Rav Jaim Kruger junto con otras personas que mi abuelo salvó, invitaron a mi padre y a todos sus hermanos a un evento especial en Nueva York en honor a mi abuelo”, recuerda Gerald. Sólo al regresar, el padre de Gerald le contó a su hijo la historia completa de su abuelo, Arístides de Sousa Mendes.

“Antes de ese viaje, mi padre no le había contado a nadie sobre su padre, excepto a mi madre”, explica Gerald. “Él creía que nadie deseaba oír esa historia. Una vez, apenas llegó a Canadá, trató de contarle a un sacerdote Católico Romano lo que había hecho su padre. El sacerdote le dijo que nunca volviera a mencionar el tema. La iglesia católica creía que Salazar era un buen católico, no querían escuchar nada en su contra”.

Durante años, el padre de Gerald se mantuvo callado. Pero después del evento en Nueva York, Gerald comenzó a escuchar mucho sobre su abuelo. “De niño pensaba que lo que él hizo era muy importante. Estaba muy orgulloso de él”, dice con una sonrisa.

Gerald Mendes

Los hijos de Arístides de Sousa Mendes nunca dejaron de tratar que se hiciera justicia con su padre. Eventualmente, en los años ochenta, una combinación de exposición a los medios de comunicación y presión política sobre el nuevo gobierno portugués logró ese objetivo. Cuando el presidente de Portugal visitó los Estados Unidos en 1987, se reunió con la familia y pidió disculpas por el tratamiento que de Sousa Mendes había sufrido. También le otorgó de forma póstuma la Orden de la Libertad. En 1988 el parlamento portugués votó para quitar los cargos contra de Sousa Mendes y lo reincorporaron al cuerpo diplomático.

Pero este no es el fin de la historia. Algunos años más tarde, un grupo de descendientes de sobrevivientes que se escaparon de los nazis gracias a la ayuda de las visas del cónsul portugués, establecieron una fundación en su honor.

“La fundación logró ubicar a más de 4000 personas que escaparon con esas visas”, dice Gerald Mendes. “Algunos de ellos ni siquiera sabían que mi padre estaba desobedeciendo sus órdenes. Ellos pensaron que el gobierno portugués los estaba salvando. Otros, que conocían el coraje de mi abuelo, no supieron el precio que había pagado”.

A través de la fundación, Gerald Mendes se encontró con muchos descendientes de sobrevivientes que se salvaron gracias a su abuelo. “Es maravilloso encontrarme con todas esas personas, ciudadanos productivos en muchos países diferentes. He forjado una amistad personal con muchos de ellos y estoy agradecido con mi abuelo por el esfuerzo que hizo para salvar a los ancestros de estas personas”.

“Yo creo que la historia de mi abuelo se debe contar una y otra vez”, dice Mendes. “Vivimos en una época en la que algunos grupos de ultraderecha tratan de negar el Holocausto, quieren negar actos de rescate como el de mi abuelo. Tenemos que contar la historia”.

A pesar de las graves consecuencias, en la familia nunca nadie cuestionó nunca la decisión de Arístides de Sousa Mendes de arriesgar su estatus y su carrera para salvar vidas. “La familia pagó un precio muy alto, pero eso nunca llevó a que alguno de los hijos de Arístides De Sousa Mendes lamentara lo que hizo su padre. Incluso antes de que limpiaran su nombre, ellos siempre se sintieron orgullosos de su padre”.

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