El superhéroe judío

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Superman es un inmigrante judío arquetípico.

Hace poco se estrenó una nueva película (una más) sobre el superhéroe por excelencia del cómic occidental: Superman. (En esta ocasión compartiendo escena con otro superhéroe, Batman). Pero, actualidad cultural aparte, lo que me llama a dedicar un espacio a esta novedad cinematográfica podría resumirse con una frase que, hará unos cuatro años, escuché de boca del ganador del premio Pulitzer Michael Chabon: “Superman es un inmigrante judío arquetípico”.

Repasemos cuatro datos. Superman es un refugiado que huye de Kriptón ante el peligro de perder la vida en su planeta de origen. Superman llega a los Estados Unidos durante la depresión causada por el Crack de 1929 y vive en ese país como un ser humano más. A pesar de ello, a medida que crece, se da cuenta de que es especial, distinto, con habilidades que no posee la gente que le rodea. La diferencia, no sólo física si no también ética y cultural, marca la vida y el desarrollo de las historias que narran los cómics de superman.

En 1938, la editorial DC-National decidió publicar las viñetas de dos jóvenes judíos llamados Jerry Siegel y Joe Shuster, dos chicos de familia rusa y holandesa que se habían establecido en los Estados Unidos y Canadá durante los años convulsos del principio del siglo XX. La historia de las familias de Siegel y Shuster son similares a la experiencia de tantos otros judíos llegados a América durante ese período. Ambas familias abandonaron el Este de Europa cuando las cosas empezaron a ponerse realmente peligrosas para sus vidas. Los pogromos en Rusia amenazaban con liquidar físicamente a los hebreos que vivían bajo la autoridad del Zar. Llegados a los Estados Unidos y Canadá, Jerry y Joe vivieron y se educaron como americanos en todos los sentidos. Ahora bien, a medida que crecieron, sus diferencias salieron a la luz. Diferencias éticas y culturales que marcaban una línea entre ellos y el resto de americanos. Americanos todos, pero de distintos orígenes. Superman es, de hecho, el primer superhéroe moderno y, paralelamente, es un superhéroe profundamente paralelo a la experiencia de millones de inmigrantes.

Superman es el modelo de la superación del desarraigo. Es el modelo de aquel inmigrante que, por convicción, acaba convirtiéndose en el más firme defensor de los valores universales que defiende su país de acogida. Pero superman es también la representación ideal de los judíos que huyeron de una Europa que se descomponía, y aterrizaron en una América que empezaba a florecer en el escenario mundial.

Lógicamente (al menos si usamos el razonamiento más sencillo) los jóvenes Jerry y Joe no crearon un superman judío de manera premeditada. Parece lógico pensar que esos dos críos no tenían una intención política o social al dar vida al superhéroe del vestido azul, pero desde luego el trasfondo de la inmigración, la llegada a un país donde la mayoría comparte unos parámetros culturales ligeramente distintos a tu familia, y el trauma de un cierto desarraigo son absolutamente compartidos entre la experiencia de la inmigración y la vida de Clark Kent. Incluso, como apuntaba el doctor Jeff Malka en una conferencia ofrecida en Barcelona, el uso de dos nombres (uno para los hebreos y otro para los cristianos) resulta usual en algunos momentos de la historia del pueblo judío. Así mismo, Superman usa un nombre judío, Kal-El, y un nombre cristiano, Clark Kent.

Un comentario último pero bastante curioso: algunos nombres de origen judío son identificables por la sílaba “EL” al final. Así lo apuntaba el rabino neoyorquino Simja Weinstein, quien asegura que la historia de Superman se alimenta directamente de la tradición y el ideario del pueblo judío. “Ciertamente es judío. Kal-El (nombre de Superman en su planeta de origen, Kriptón) es un vocablo hebreo que significa ‘la voz de Dios’”.

Superman... no es un pájaro ni un avión, sino el arquetípico inmigrante judío.

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