Los Huracanes y nuestros rezos de Rosh HaShaná

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Incluso las bendiciones pueden convertirse en desgracias cuando aparecen en forma de exceso.

Las escenas de las furiosas inundaciones de Houston amenazando vidas y destruyendo propiedades están indeleblemente grabadas en nuestras mentes, crueles recordatorios del poder de descontrolados e incontrolables torrentes de agua que causaron devastación. Los costos financieros son astronómicos; pero mucho peor es el sufrimiento humano y emocional de los sobrevivientes que perdieron literalmente todo, sus posesiones, sus recuerdos y para algunos, incluso sus seres queridos.

Ahora el huracán Irma amenaza con causar estragos y destrucción y ya ha ocasionado la muerte de al menos 25 personas.

Es interesante notar que la devastación del huracán Harvey se produjo a través de un exceso de agua.

El agua es un elemento absolutamente vital. El agua es una bendición por la cual le pedimos a Dios en casi todos nuestros rezos. Es un regalo sin el cual simplemente no podríamos subsistir. Moshé milagrosamente sacó agua de una roca. Los gigantes espirituales de nuestro pueblo demostraban su cercana afinidad con Dios cuando Dios les respondía afirmativamente cuando ellos suplicaban por la muy necesaria lluvia.

Sin embargo, la misma agua que es bendición y vida puede convertirse en maldición y en un agente de muerte.

La misma agua que es bendición y vida puede convertirse en maldición y en un agente de muerte.

¿Cómo es eso posible?

Porque incluso las bendiciones pueden convertirse en desgracias cuando aparecen en forma de exceso.

Huracanes, inundaciones, tormentas y avasallantes aluviones demuestran el peligro del “demasiado”, el trágico reconocimiento de que, sin importar cuán significativo sea algo para nuestra felicidad e incluso para nuestra supervivencia, un inesperado exceso puede ser incluso más dañino que su ausencia.

“La clave para el éxito”, dice el viejo dicho, “es el éxito”. Quizás deberíamos agregar otra línea: “y la clave para el fracaso es el exceso”.

¿Qué queremos más que nada? Para muchas personas la respuesta es simplemente una palabra. La película Wall Street: el dinero nunca duerme de Oliver Stone, capturó lo que motiva a aquellos que están preparados para destruir a sus amigos y a sus familias en búsqueda de fortuna ilimitada. En una reunión entre el joven Jake (Shia LaBeouf) y el megalómano Bretton James (Josh Brolin), Jake le pregunta a Bretton —quien ya ha causado el suicidio de un competidor y la destrucción de otra compañía con rumores falsos— “¿Cuál es tu número?”.

Cuando Bretton no entiende, Jake le explica que todos tienen un límite, un monto que representa éxito total, la posibilidad de salir de la carrera sabiendo que te vas como un vencedor. “¿Cuál es tu número?”, repite Jake.

Bretton piensa y después de unos cuantos momentos de silencio responde con una sola palabra: “Más”.

La Torá nos relata el emotivo momento cuando después de años de separación los hermanos gemelos Yaakov y Esav finalmente se encuentran. En esta etapa de sus vidas ellos han tomado caminos divergentes en sus respectivos viajes. Sus valores son ahora totalmente diferentes. La diferencia en sus perspectivas espirituales está ejemplificada por un corto intercambio verbal. Cuando Esav resume su vida le dice a Yaakov “Tengo mucho”. La frase de Yaakov viene de una perspectiva significativamente diferente: “Dios me ha tratado con gracia y tengo todo”.

“Mucho” o “todo” son dos formas de mirar el mundo. “Mucho” significa que la persona siempre estará insatisfecha. “Mucho” puede satisfacer su necesidad actual, pero nunca podrá satisfacer su codicia. “Mucho” quiere bendiciones ilimitadas, sin entender que los límites en las bendiciones son en sí mismos bendiciones.

El ‘deseo por más’ es nuestro ídolo contemporáneo. Yaakov captó el peligro del exceso. Lo que Dios le concedió era la cantidad de bendición que él necesitaba. Es por eso que él pudo decir: “tengo todo”.

El Rey Salomón, el hombre más sabio, escribió, “No me des ni pobreza ni gran riqueza” (Proverbios 30:8). Los extremos de cualquiera de ellas son tan destructivos como su total ausencia. El empobrecido sufre de necesidad; el súper rico está enfermo de codicia. Demasiado es tan malo para nuestra salud emocional como lo es demasiado poco para nuestro bienestar físico.

Kurt Vonnegut y el novelista Joseph Heller estaban una vez en una fiesta ofrecida por un millonario inversionista. Vonnegut comentó que su adinerado anfitrión ganaba más dinero en un día de lo que Heller ganó con su mundialmente famosa novela Catch-22.

Heller respondió, “Sí, pero yo tengo algo que él nunca tendrá: suficiente”.

Nuestros rezos tienen que contemplar este notable discernimiento. Vivimos en una época bendecida con gran prosperidad material. Es algo que las generaciones pasadas soñaron con ser capaces de traspasarles a sus hijos. Pero nosotros a menudo no consideramos el potencial “campo minado” de mala conducta que está esperando a nuestros jóvenes si no les enseñamos a balancear su buena fortuna con un sentido de disciplina y responsabilidad.

En nuestra búsqueda personal de riqueza tenemos que asegurarnos de no permitir que esto afecte nuestro sentido de moralidad, nuestra dignidad personal y la preciosura de nuestros valores por sobre todos los ceros adicionales en nuestras cuentas de banco.

Las bendiciones, al igual que la celestial lluvia, son buenas, excepto si, como los huracanes, ellas van más allá de nuestras capacidades de absorberlas y nos agobian con su poder.

Que nuestra esperanza para el año nuevo sea que nuestros rezos sean respondidos con el favor divino de la moderación para que al tener suficiente podamos exclamar con gratitud, al igual que Yaakov, nuestro agradecimiento a Dios por permitirnos “tenerlo todo”. 

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