La caída de Wall Street y la Torá

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Otra señal para que despertemos justo a tiempo en el mes de elul.

Wall Street está tambaleándose. Una mañana de esta semana, el índice industrial Dow Jones cayó 1089 puntos en pocas horas, marcando la peor caída diaria de su historia. La preocupación se está esparciendo a lo largo de los mercados globales, y el miedo es el estado de ánimo prevaleciente entre los inversores. El mercado de valores parece haberse desplomado y los gurús de Wall Street intentan mantener su optimismo a pesar de estar lamentando las pérdidas inesperadas.

¿Qué sucedió? Aquellos de nosotros que tomamos las lecciones de la Torá con seriedad, reconocemos que hace mucho tiempo Dios nos advirtió precisamente de este tipo de aflicciones financieras, ofreciéndonos una dosis de sabiduría que es especialmente relevante ahora que nos preparamos para las Altas Fiestas.

Es una historia de la Torá que probablemente todos recuerdan:

"Y Iosef le dijo a Paró: 'El sueño del Faraón es uno solo; lo que Dios está a punto de hacer, se lo ha dicho a Paró: Las siete vacas buenas son siete años y las espigas buenas son siete años; es un solo sueño. Y las siete vacas magras y enflaquecidas que subieron después, son siete años; al igual que las siete espigas flacas abatidas por el viento del este, serán siete años de hambruna... He aquí que llegan siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto. Y tras ellos vendrán siete años de hambruna y toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto" (Génesis 41:25-30).

Iosef le enseñó a Paró una sorprendente idea que nunca antes había sido advertida. Existe un ciclo económico que se repite constantemente, llevándonos desde la prosperidad a la pobreza, y este patrón se repite una y otra vez. El punto esencial del consejo de Iosef —el cual salvó la economía egipcia y le permitió convertirse en una potencia mundial— era simple: Prepárate durante los buenos tiempos para los malos tiempos que seguramente vendrán a continuación.

Recordemos brevemente lo ocurrido en 1929. Mientras los pobres habían puesto todos sus ahorros en un mercado que les habían asegurado que sólo podía subir, el estadista, analista de negocios y autor norteamericano Roger Babson advirtió en septiembre de ese año:

"El buen tiempo no puede continuar para siempre. El ciclo económico está en crecimiento actualmente, tal como lo ha estado en el pasado. El sistema de la Reserva Federal ha puesto a los bancos en una buena posición, pero no ha cambiado la naturaleza humana. Hoy hay más gente pidiendo préstamos y especulando que nunca antes en la historia. Tarde o temprano habrá una crisis, y podría ser devastadora".

No es verdad que la gente no tuvo una advertencia previa de la crisis financiera de 1929. James Dale Davidson y Sir William Rees-Mogg, en su libro sobre la crisis titulado Sangre en las calles, citan a Paul Clay del servicio de inversiones de Moody, quien el 28 de diciembre de 1928 se refirió a las grandes y perjudiciales "falacias financieras" de su época. Clay dijo:

"La principal de estas falacias es el engaño de la Nueva Era, como es descrita en el famoso refrán: 'Esta es una nueva era. Las estadísticas del pasado no cuentan'. Todo período de gran prosperidad es considerado una 'Nueva Era' que está mucho más fortificada para dar una promesa de permanencia".

¿Te suena familiar? Antes de la crisis del 2001, así como antes de la crisis del 2008 (nota que hay 7 años entre ellas, y 7 años después llegamos al presente, al 2015) los periódicos y las revistas estaban llenas de historias del "nuevo paradigma": la noción de que gracias a la mayor competencia global y avances tecnológicos, la inflación y el ciclo económico estaban muertos. La economía avanzada, en otras palabras, podía prometer a futuro una seguidilla ininterrumpida de años de gran crecimiento y baja inflación, y por lo tanto la euforia de los precios de las acciones estaba justificada.

En otras palabras, olvídate del pasado y de la teoría de los ciclos económicos. Iosef estaba equivocado. Las vacas y las espigas del sueño de Paró han sido reemplazadas por un toro, el símbolo de los mercados alcistas. Como señaló el periódico Economist el 18 de julio de 1998:

"'La clave de los continuos milagros de Wall Street', señalan los Toros, 'es el nuevo coraje de los pequeños inversores'. La sugerencia es que las reglas por las que se han guiado en el pasado ya no aplican. Habiendo superado un miedo irracional a los riesgos que implican las acciones, ahora se están dirigiendo por montones hacia ellas".

Lamentablemente todos olvidaron otra importante pieza de consejo bíblico:

"Lo que ha ocurrido es lo que ocurrirá; y aquello que es hecho es lo que será hecho; y no hay nada nuevo bajo el sol" (Eclesiastés 1:9).

Pero lo que es aún más increíble es que, como lo han señalado algunos economistas, la duración de los ciclos económicos también guarda relación con las leyes bíblicas:

Al cabo de siete años instituirás una liberación de las deudas. Así será la liberación: Todo acreedor que haya prestado algo a su prójimo lo liberará (Deuteronomio 15:1-2).

Y contarás... siete veces siete años... cuarenta y nueve años. Harán sonar un sonido del shofar, en el mes séptimo, en el día diez del mes; en el Día de la Expiación (Iom Kipur) harán sonar el shofar en toda vuestra tierra. Y el quincuagésimo año será sagrado, y proclamarán libertad en toda la tierra para todos sus habitantes; será un año de Jubileo para vosotros, y devolveréis cada hombre a su propiedad, y cada hombre a su familia regresará (Levítico 25:8-10).

Tal como Iosef se refirió a siete buenos años que serían seguidos de siete años malos, la historia económica parece indicar un patrón de recesiones cada siete u ocho años con una gran crisis aproximadamente cada cincuenta años. La cancelación de las deudas cada siete años y la devolución de las propiedades cada cincuenta años podría ser la forma que tiene la Torá de ayudar a quienes resulten heridos por las consecuencias de los inevitables ciclos económicos.

¿Por qué en otoño?

James Dale Davidson y Sir William Rees-Mogg, consejeros financieros y autores de Sangre en las calles, estaban intrigados por otro particular aspecto de los ciclos económicos. Escriben:

Incluso más misterioso es la extraña tendencia de que las grandes crisis ocurran en otoño. Por ejemplo, 18 de septiembre de 1873; 29 de octubre de 1929; 6 de octubre de 1932; 18 de octubre de 1937; 19 octubre de 1987; 13 de octubre de 1989. Cada uno de estos dramáticos resultados, que se encuentran entre las mayores caídas registradas, ocurrieron en otoño. La antigua manera de ver las cosas sería argumentar que es mera coincidencia, lo cual obviamente es posible. Pero es más probable que algún factor que no entendemos actualmente aumente la posibilidad de que esto ocurra en el otoño.

¿Qué podría haber en esta época del año que desde una perspectiva divina haga que sea tan susceptible a drásticas caídas? Permítanme sugerir una posible respuesta: En el calendario judío, estas fechas siempre coinciden con el período de las Altas Festividades, las cuales fueron designadas por la Torá como un tiempo de juicio divino.

Aún no estamos en septiembre. Todavía estamos en agosto, pero en el calendario judío ya estamos en elul, el mes que fue designado para que hagamos introspección, una búsqueda espiritual y que alcancemos el arrepentimiento en todas las áreas de nuestras vidas. El dinero también requiere de nuestra atención. Cómo lo gastamos, cuánto permitimos que nos influencie, para bien o para mal, cuánto le permitimos que defina nuestras preocupaciones y que afecte nuestro carácter. Demasiado a menudo nuestras vidas envían el mensaje de que idolatramos el dinero en lugar de confiar en Dios.

Creo que es precisamente ahora, en estos tiempos de tan especial significado espiritual, que Wall Street nos urge a recordar que nuestro bienestar financiero está realmente en las manos de Dios, y que la mejor forma de asegurarnos de recibir bendiciones celestiales es dejarnos guiar por la sabiduría de la Torá.

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