Los Oscar, el ganador equivocado y el Talmud

3 min de lectura

Transformando ganadores en perdedores y perdedores en ganadores.

Fue un error tan impresionante que uno pensaría que sólo puede ocurrir en las películas, pero esta vez ocurrió en la vida real, en la entrega de los premios Oscar.

La noche de los Oscar es vista por millones de personas alrededor del mundo. Luego de casi tres horas de suspenso, llegamos finalmente al clímax de la velada, cuando fue anunciado el ganador de la categoría Mejor Película. Las cámaras enfocaron los alegres rostros de los ganadores. Comenzaron los discursos de agradecimiento y júbilo. También se mostraron intermitentemente imágenes de los rostros del subcampeón, del elenco de la película que tenía posibilidades de ganar pero no lo hizo. En ellos se ven las lágrimas de los sueños sin cumplir, una tristeza estoicamente camuflada pero igualmente reconocible.

Todo esto ocurrió cuando los presentadores Warren Beatty y Faye Dunaway anunciaron que La La Land era la ganadora. Por unos instantes, el éxtasis del triunfo y la agonía de la derrota aparecieron de forma simultánea en los anunciados vencedores y perdedores.

Y entonces llegaron las increíbles noticias: se había cometido un error. Por primera vez en la historia de los premios Oscar, fue leída la tarjeta incorrecta. La La Land no había ganado realmente. Moonlight había sido la ganadora de mejor película del año. Quienes se fueron a dormir inmediatamente luego del anuncio inicial no podían creer los titulares de la mañana siguiente que anunciaban que el perdedor era realmente el ganador.

Tan sólo imagina la conmoción y la agitación de quienes se veían afectados directamente por las noticias. El equipo de Moonlight había tenido que sufrir el dolor del anuncio inicial. Habían tenido que ver a otros subir al podio para recibir el premio que ellos tan desesperadamente anhelaban, y escuchar los discursos de victoria del equipo de La La Land. Esos fueron de seguro momentos que parecieron durar una eternidad y que estuvieron llenos de decepción.

Pero el dolor duró poco; en retrospectiva, la agonía fue fugaz.

Imagina el ir y venir emocional de quienes por unos instantes tuvieron en sus manos la corona del éxito sólo para que inesperadamente les fuera arrebatada. Seguramente la angustia de perder fue ampliamente magnificada por la experiencia de haber sentido —incluso por un pequeño período de tiempo— el sabor de la victoria.

La historia de la entrega de los premios Oscar este año es digna por sí misma de una potente película. Me recuerda una fascinante conexión entre este incidente y una analogía del Talmud que tiene un profundo significado para todos nosotros.

Nuestros sabios hicieron hace mucho tiempo una observación sobre los premios que nos aguardan para el final de nuestros días en la Tierra. Se trata de los premios que nos son entregados por la "Academia celestial", el reconocimiento de Dios por la forma en que desempeñamos los roles que nos fueron asignados en nuestras vidas. En un increíble “premio por los logros de una vida” que recibiremos luego de nuestra muerte, el Oscar espiritual por nuestro desempeño en este mundo, y nuestros sabios dicen que muy a menudo “quienes estaban arriba estarán abajo, y quienes estaban abajo estarán arriba”.

¿Cuál es el significado de esta llamativa declaración? El mundo según como lo conocemos tiene su propio estándar para reconocimiento, prestigio, honor y premios. Quienes acumulan riquezas de formas cuestionables parecieran inmerecidamente ganar los Oscar de la aprobación y adulación mundial. Es cuando enfrentan el juicio en el próximo mundo que se enteran que ha habido un error. Es verdad, por un tiempo creyeron que eran los ganadores. Pero el juicio celestial corrige el error. Quienes estaban arriba, ahora están abajo.

Asimismo, están los piadosos pero pobres, los santos llenos de sufrimientos. Parecieran ser maltratados durante sus vidas. Pero quienes estaban abajo, ahora están arriba. El error será rectificado. El premio celestial finalmente será entregado a los que realmente lo merecen.

El Talmud en su profundidad nos enseña que cuando los Oscar son otorgados a quienes no los merecen realmente, todavía hay tiempo para un ajuste de cuentas final. Tal como en el sorprendente final de los Premios de la Academia el ganador se transformó en perdedor y el perdedor en ganador, asimismo en la secuela de la vida en el próximo mundo, se distribuirán las bendiciones divinas de forma equitativa. Después de todo, en el largo plazo la vida no es un injusto La La Land… es un terreno de prueba para nuestra voluntad de vivir vidas rectas que al final serán justamente recompensadas por la eternidad.  

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