¿Me Estaré Poniendo Vieja?

3 min de lectura

Al cumplir 50 años, ¿estoy en el ocaso de mi vida?

En mi último cumpleaños cumplí 50. No fue tan traumático como pensé que sería, o al menos no fue más traumático que cualquier otro cumpleaños que haya tenido desde los 21. Sin embargo, en la compañía para la que había trabajado por los últimos cuatro años eligieron precisamente ese día para notificarme que – debido a una reducción de personal – estaba despedida.

No soy la única persona que conozco que ha sido despedida; en el actual clima económico, a la gente de mi generación no le está yendo tan bien como quisieran. ¿Y sabes qué complica las cosas aún más? El hecho de que nadie quiere contratar a empleados de más de 35 años, pese a que en realidad los empleados mayores son por lo general más leales y experimentados (mi currículo de 3 páginas está disponible para quien lo requiera), más confiables, y se distraen menos por las metas profesionales y las necesidades de una familia joven – sin contar que todavía tenemos otros 15 o 20 años productivos antes de retirarnos.

Pero la juventud siempre ha sido altamente apreciada por la cultura occidental. Nadie de más de 25 años ha mentido alguna vez sobre su edad agregándose años. Los anuncios y las revistas siguen promoviendo imágenes de juventud y sensualidad como un objetivo y un ideal. Irónicamente, muchas personas mayores, para conseguir un empleo, están tomando los tipos de trabajo que tenían cuando habían recién comenzado a trabajar hace tres décadas (desafortunadamente, por la misma paga), porque la madurez, la experiencia y la sabiduría que vienen con los años no son suficientemente valorados.

Esta idolatría a la juventud está en contraste absoluto con la forma en la que el judaísmo define el envejecimiento:

Una persona de 40 años obtiene entendimiento, una de 50 puede ofrecer consuelo, una de 60 alcanza la madurez…” (Pirkei Avot).

Para el judaísmo, la edad sí es valorada. Es más, ésta es considerada una ventaja.

El judaísmo valora la edad porque significa que la persona ha tenido más tiempo para almacenar sabiduría y experiencia de vida. El judaísmo nos obliga a honrar a los ancianos, poniéndonos de pie cuando entran al cuarto o dándole nuestro asiento a una persona mayor en el autobús, entre otras cosas. La edad cuenta para mucho más que para marcar el paso de otro año.

Si las oportunidades de trabajo y los pagos estuvieran basados en la Torá, la gente mayor sería lo mejor que uno podría contratar de entre quienes están desempleados. Alguien que tiene madurez no sería devaluado de repente sólo porque las circunstancias dictaron que cambiara de empleo.

Pero los empleadores no son los únicos culpables de discriminar por la edad. Un viaje reciente en autobús me enseñó que ningún lugar está libre de las presiones del envejecer.

“¿Quiere un boleto de adulto mayor?”, me preguntó inocentemente el conductor.

“¿Un boleto de adulto mayor?”, casi grité. “¿Te parece que tengo 65?”.

“Un boleto de adulto mayor es desde los 60”, me informó.

Ah.

En el transcurso de los días siguientes, media docena de personas me tuvo que asegurar que sigo pareciendo de 40. Pero entonces lo entendí: No importa si tengo 50, 60 ó 90 – ¡todos parecemos ancianos para ellos! En Israel, donde vivo, la expectativa de vida promedio para las mujeres es de 83 años (significa que hay quienes viven más). Moshé sacó a los judíos de Egipto a la edad de 80 años y Miriam condujo a las mujeres en el canto a los 86. ¡Tengo aún más de 30 años por delante! Entonces, joven, ¿a quién estas llamando “adulto mayor”?

“Adulto mayor” sugiere que debería estar sentada en una silla mecedora.

¿Por qué me alteré tanto por el error de aquel conductor y su seria necesidad de anteojos? Porque la “edad mayor” implica que me veo vieja en lugar de venerable, gastada en lugar de experimentada. Sugiere que debería estar sentada en una silla mecedora haciendo lo que quiera en lugar de estar buscando trabajo, esposo o una profesión nueva.

Pero desde la perspectiva judía, la vejez es una fuente de orgullo, algo que merece honor y respeto.

El vino es, por excelencia, la forma judía de marcar el paso del tiempo – es utilizado en los brit milá, en las bodas y en las comidas festivas, entre otros – porque el vino, al igual que las personas, mejora con la edad. Cuando dejamos este mundo, somos juzgados por lo que somos en ese momento, no por lo que fuimos cuando éramos más atractivos, teníamos más energía o exponíamos nuestro mejor potencial.

Los judíos son un pueblo de espíritu y mente – reinos que no tienen edad; el cuerpo es simplemente su morada.

Si esta fuera la actitud del mundo hoy en día, me emocionaría cada vez que el conductor del autobús me llamara “adulto mayor”.

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