Rezar por el gobierno

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¿Dios bendiga a América?

El viernes pasado, el recientemente electo líder de los Estados Unidos asumió como el presidente número 45 del país. Miles de años antes de este histórico momento, los sabios del Talmud codificaron cuál es la respuesta adecuada desde un punto de vista judío.

Si bien la política no tiene lugar en la casa de Dios, la religión nos insta a no ser insensibles con la realidad del rol del liderazgo gubernamental. Una Mishná en Ética de nuestros padres nos enseña las palabras de Rabí Janina, quien era el asistente de los Sumos Sacerdotes de su época: “Reza por el bienestar del gobierno, pues si no fuera por el miedo a la autoridad, el hombre se comería a su vecino vivo” (3:2).

A lo largo de los siglos, en las muchas tierras donde hemos estado exiliados, las sinagogas han seguido fielmente esta máxima rabínica. No es accidente que haya sido un judío, Irving Berlin, el creador del famoso lema “God bless America” (Dios bendiga a América); él simplemente puso en palabras lo que nuestro pueblo ha expresado religiosamente por milenios. Los lugares que nos acogen y nos brindan un hogar merecen nuestra gratitud, tal como nos instruyó el profeta Irmiyahu antes de nuestro primer exilio: “Busquen el bienestar de nuestro gobierno y recen por él” (Irmiyahu 29:7). Los rezos por el gobierno eran una parte integral del tradicional servicio matutino en cada Shabat y festividad. El texto específico ha sufrido variaciones para tomar en consideración los títulos y nombres de las personas del gobierno, pero toda congregación entendía que había que dedicar un momento de rezo para la salud y bienestar de aquellos responsables por el orden social.

Pero hay algo más profundo en la formulación de esta idea según es expresada en el Talmud. Es una idea que sólo se vuelve clara cuando aprendemos un poco más sobre su autor, Rabí Janina. Y nos ayuda a comprender mejor la relevancia de ‘rezar por el gobierno y sus líderes’ hoy en día, cuando hay muchos a quienes su desilusión por las personas elegidas les impide continuar con esta ancestral tradición.

Rabí Janina no era el Sumo Sacerdote. Él nunca alcanzó este noble título, a pesar de sus obvias calificaciones. Fue pasado por alto muchas veces, condenado a mantenerse al servicio no de uno, sino de muchos Sumos Sacerdotes. Y nosotros sabemos por qué fue rechazado y le fue negado cumplir el sueño de su vida de ser el Sumo Sacerdote. Fue por la corrupción del gobierno de ese entonces, en el período del Segundo Templo. Los sobornos pavimentaron el camino para que candidatos inferiores fueran puestos en una posición en la que, supuestamente, debería haber estado el aspirante más apto.

Rabí Janina, probablemente más que cualquiera, entendía personalmente el potencial de corrupción en la política, las fallas del reinado en sus días o de las democracias en los nuestros. Sin embargo, es precisamente Rabí Janina quien es citado como fuente del imperativo religioso de rezar por el bienestar del gobierno, “pues si no fuera por el miedo a la autoridad, el hombre se comería a su vecino vivo”.

Los gobiernos, con todas sus fallas y problemas, son preferibles a la anarquía, como dijo elocuentemente Winston Churchill: “La democracia es la peor forma de gobierno, salvo por todas aquellas que la precedieron”.

Aquellos que han decidido dejar de recitar el ancestral rezo por el gobierno porque no están contentos con los resultados de la reciente elección, están perdiendo de vista el punto central del origen de la costumbre.

No rezamos sólo por el mejor líder. Rezamos porque valoramos el liderazgo; le pedimos a Dios que inspire a nuestros líderes para que cumplan con los ideales divinos. No rezamos porque creemos que tenemos el gobierno perfecto, sino que rezamos porque sabemos que sólo Dios puede perfeccionarlo.

El rezo tiene que sobrevivir los cambios de mando cada cuatro años, porque el rezo es nuestra conexión terrenal con la profética visión de eternidad de Dios.

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