Tragedia en el zoológico

4 min de lectura

Era una elección entre una vida humana y una vida animal

No hay otra manera de describirlo que no sea mediante la palabra "tragedia".

Estaría mal decir que fue una historia con un final feliz. Es verdad, se salvó la vida de un niño, pero se tuvo que pagar un terrible y triste precio. Y el debate que se desató a partir de lo ocurrido el fin de semana recién pasado en el zoológico de Cincinnati, nos ofrece una fascinante idea sobre un dilema ético que está causando gran controversia.

El sábado por la tarde, un pequeño de 4 años se escapó de sus padres y de alguna forma se las ingenió para caer en el foso de los gorilas. Uno de ellos —un gorila de 17 años llamado Harambe— tomó al niño, al principio de forma aparentemente protectora, pero luego de forma cada vez más peligrosa, poniendo en juego la vida del pequeño.

Harambe era miembro de una especie de gorilas en peligro de extinción. No hizo nada malo. No merecía ser castigado ni matado. Sin embargo, una vida humana estaba en juego y los guardias del zoológico debían tomar una decisión inmediata. Un dardo tranquilizador habría requerido demasiado tiempo para hacer efecto.

El Equipo de respuesta del zoológico concluyó que no tenían alternativa. Le dispararon a Harambe y salvaron al niño. Y eso abrió las compuertas a una avalancha no sólo de tristeza, sino también de rabia, culpa y frustración.

Más de 185.000 personas comentaron en la página de Facebook del zoológico y en la página web Change.org, condenando a los padres por su floja supervisión, lo cual permitió que el pequeño ingresara a la jaula de los gorilas. Pero hubo un grupo aún más grande de personas que expresaron su furia con los guardias del zoológico por la acción que tomaron. Argumentaron que "disparar a especies en extinción es peor que asesinato".

A medida que la historia se masificó, el 'juego de culpar' se hizo más intenso. Se culpó al pequeño, a sus padres y a los guardias del zoológico en distintos grados. Pero lo más impactante según mi opinión, fue el sorprendente consenso entre numerosas personas que concordaron que matar a Harambe fue un 'acto de homicidio', pero en un irónico giro de los eventos, los padres del chico continúan recibiendo numerosas amenazas de muerte por su rol —a pesar de no haber sido intencional— en la muerte del gorila.

CONTENIDO GRÁFICO: SE RECOMIENDA DISCRECIÓN. Video del gorila.

Al ver el video del evento, hay espacio para preguntarse si Harambe tomó al pequeño para protegerlo o para dañarlo. Sin embargo, lo que es claro es que el gorila arrastró al niño por el agua de un tobillo antes de agarrar la parte trasera de su ropa. Jack Hanna, uno de los expertos en animales más famosos del mundo y Director Emérito del Zoológico y Acuario de Columbus, dijo que estaba "en un 1000% de acuerdo con la decisión de matar al animal. Tengo una casa a cinco kilómetros de donde viven los gorilas de montaña, en Ruanda. Si analizas la reacción del gorila, te darás cuenta que él no entendía lo que estaba pasando, estaba asustado. Y este era un gorila de 'espalda plateada', no una hembra. Estaba muy alarmado. Se acercó a mirar al pequeño niño. ¿Qué pasa cuando le disparas un dardo tranquilizante al animal? He hecho investigaciones en el mundo salvaje. He visto lo que sucede; sé lo que sucede. Cuando el dardo llega al animal, él siente como un disparo, y salta. ¿Qué habría pasado si él hubiese estado sosteniendo al pequeño niño? He visto a un gorila de 'espalda plateada' tomar una palmera y hacerla añicos. Es más fuerte que cualquier cosa que conozcas. Así que era una decisión de vida o muerte entre una vida humana y una vida animal".

Al fin y al cabo había que tomar una decisión al instante. Quizás la mejor manera de analizar la interrogante es preguntarse: ¿Qué habría hecho yo si se tratara de mi hijo? Era una elección entre una vida humana y una vida animal.

Y lo más problemático es que para la mayoría de la gente hoy en día la respuesta no es obvia ni políticamente correcta.

Comparto con los grupos defensores de los animales su preocupación por proteger a los animales del trato cruel, del sufrimiento innecesario, del abuso descorazonado. Todos esos son ideales de la Torá. Cuando el sirviente de Abraham, Eliezer, fue a buscar una esposa para Itzjak, se impresionó con los esfuerzos que hizo Rivka para asegurarse de que saciar la sed de los camellos fuera una prioridad tanto como la de él mismo. Cuando nuestros sabios se preguntan por qué fue elegido Moshé para ser el líder del pueblo judío, señalan un midrash que explica que como pastor, Moshé demostró su empatía por el sufrimiento de otros al cargar a un cordero herido sobre sus hombros hacia un manantial de agua para permitirle beber de ella. "Dado que te preocupas mucho, incluso por las necesidades de un cordero herido", respondió Dios, "eres digno de volverte el pastor del pueblo de Israel". La shejitá, la manera en que la Torá nos ordenó faenar a un animal antes de consumirlo, es el método más rápido y el menos doloroso que existe.

El judaísmo exige que alimentemos a nuestros animales antes de comer nosotros mismos, para que no les generemos dolor emocional al obligarlos a mirarnos comer sin saber durante ese tiempo que pronto les tocará a ellos.

Pero los animales no son seres humanos. Los animales tienen vida, pero no fueron creados a imagen de Dios. Igualar al hombre y a la bestia es un grave error, no porque se esté elevando en demasía a los animales, sino porque se está rebajando al ser humano.

"Asesinato" es una palabra que no aplica a los animales. La Torá nos enseña que "quien derrama la sangre del hombre, en manos del hombre será derramada su propia sangre porque en Su imagen creo Dios al hombre" (Génesis 9:6). La severidad del crimen del asesinato se basa en la similitud del hombre con Dios. No es un sentimiento falso de superioridad el que exige un respeto por la vida humana mayor a los demás. Es una de las enseñanzas más fundamentales de la Torá, sobre que los seres humanos tienen en su interior una chispa de divinidad que los llena tanto de las bendiciones como de las responsabilidades asociadas.

La vida animal merece respeto. La vida humana exige reverencia. Cuando hay que tomar una decisión entre ellas, la decisión es clara. Obviamente estamos tristes por la muerte de Harambe, pero debemos encontrar consuelo en el hecho de que gracias a ello, pudo seguir viviendo un niño que fue creado a imagen de Dios.

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