El Espectáculo de Kim Kardashian

3 min de lectura

Un récord que nos recuerda la toxicidad de la vida de las celebridades.

Hace aproximadamente un año, la celebridad Kim Kardashian contrajo matrimonio y luego, se divorció. Después de tan sólo 72 días.

Hay algo sobre la historia del matrimonio de Kim Kardashian que provocó enorme interés y comentario público. Y yo de seguro no tengo ningún nuevo detalle "privilegiado" para agregar. Pero quiero plantear una pregunta que nadie más se hizo en ese momento, ¿Por qué nos importó? Ella estaba confundida, su vida carecía de foco y dirección, su historia es una historia triste. ¿Entonces por qué nos interesamos?

Ella afirma haber estado "enamorada". Pero al parecer nadie le enseñó el significado de esas palabras. ¿Significa el amor solamente la excitación de estar con alguien o es un reconocimiento más profundo de sus cualidades positivas y un deseo de conectarse con ese aspecto Divino de su ser?

Ella afirma haber intentado “mucho” para que el matrimonio funcionara. Pero incluso en Hollywood, 72 días parece ridículo. Yo hubiera pensado que compromiso significaba darle un poco más de tiempo… es una historia algo patética. Deberíamos conseguirle terapia, no más sesiones de fotos.

Pero pienso que en este episodio hubo realmente muchas lecciones para todos nosotros. Parece que el voyerismo de la TV Reality daña a todos a quienes toca. Nadie sale ileso de la experiencia. Y ciertamente (al menos desde mi limitada perspectiva), nadie crece y cambia y se convierte en una mejor persona porque ellos expusieron los detalles íntimos de su vida a millones de televidentes.

Cada mañana en nuestros rezos, citamos la alabanza del profeta Bilam al pueblo judío, "Cuán buenas son tus carpas Yaakov, tus moradas oh Israel". ¿Qué estaba ensalzando Bilam realmente? (Les daré una pista – ¡no era la habilidad de los judíos de ir de excursión y levantar una carpa!). Lo que era único de las casas judías es que las puertas de las carpas no se enfrentaban unas con otras. Había una preocupación por la privacidad. Nadie debía ver dentro de la casa de otro. Tu casa es tú santuario – literal y simbólicamente. Es una estructura santa que debe proteger y preservar tus valores y brindarte refugio del mundo externo.

La TV Reality choca directamente con esta crucial idea. Es enfermizo para los "actores", sus familias y para los televidentes. Además de la simple pérdida de tiempo, nuestros motivos para mirar son sospechosos. ¿Estamos deseándoles bien y buscando romances y matrimonios de cuentos de hadas? ¿O es todo alegría por el mal ajeno – el perverso placer que obtenemos por la ruina de otros? ¿Estamos aprendiendo algo instructivo sobre nuestras propias decisiones y relaciones? ¿O solamente estamos obteniendo placer perverso en la derrota de alguien mas?

Puede que no solamente sea una distracción de las situaciones en nuestra propia vida, sino que también puede enseñarnos formas de comportamiento negativas. Incluso si las relaciones que vemos "modeladas" en estos programas no son ideales, aun así somos afectados por ellas. No he realizado ningún estudio para probar este impacto pero ciertamente la presión de los pares nos afecta, incluso si los pares están en la pantalla. Estoy preocupada.

Si nuestras propias vidas fueran más significativas y productivas, si nos dieran más placer, ¿no estaríamos demasiado ocupados como para mirar la vida de otros? ¿Nos sentimos mejor acerca de nuestras (aparentemente menores) debilidades y fracasos cuando vemos los dramáticos fracasos de otros? (¿No es esto también una motivación para hablar lashón hará, chismes?).

Nunca seguí la historia de Kim Kardashian. Realmente no sé quien es ella. No estoy segura de que sus televidentes regulares lo saben tampoco. De hecho, creo que es posible que si expones toda tu vida ante la cámara, comiences a olvidar quien eres tú también. Pierdes tu centro, tu núcleo, tu sentido de ti mismo.

No se si la boda de Kim Kardashian fue un engaño, un truco de publicidad o solamente un desastre. Y de alguna manera, no importa. Ella como muchas otras perdieron en un momento determinado el control de sus vidas, y todo el dinero y la publicidad del mundo no lo regresarán.

Hagámonos un favor a nosotros mismos y apaguemos la TV – o al menos cambiemos de canal.

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