Facebook y recato

3 min de lectura

El desafío de mantener la privacidad y la dignidad en la era de Facebook.

Parece que cada día descubro otra desventaja de Facebook... Como muchos de los inventos modernos (y quizás antiguos también), Facebook puede ser una herramienta positiva en nuestra sociedad (confieso que me asombra su eficiencia en términos de planificación de eventos y confirmaciones de asistencia), pero debemos utilizarla para bien y con consideración.

Otros, más sabios y más expertos que yo, pueden ocuparse del acoso virtual, de los depredadores cibernéticos o del potencial destructivo que Facebook puede tener en el matrimonio y en las relaciones de la vida real. Otros, más sabios y más expertos que yo, pueden evaluar el peligro de buscar viejos novios de la secundaria con quienes nunca has tenido que pelear por las cuentas, la basura, la tapa del inodoro o los niños. Otros pueden discutir sobre la tendencia de presumir y cómo eso daña a otras personas, sobre cómo hacemos que las personas se sientan excluidas de nuestras vacaciones, fiestas o semajot, subiendo fotografías de ellas en Facebook o incluso sobre los chismes que se escriben en línea, y quedan allí para la posteridad. Todos estos problemas deberían hacernos reflexionar.

Pero en esta instancia, quiero enfocarme en otra área más en donde se aconseja tener cuidado.

En la vida judía, le damos un alto valor al recato. Recato no significa solamente el largo de nuestro dobladillo. Recato es una actitud. Es cómo hablamos, cómo caminamos y cómo nos comportamos. Es un sentido de dignidad, privacidad y un enfoque en nuestro yo interior. Recato significa que no estoy buscando reconocimiento, no estoy buscando honor, no estoy intentando atraer atención hacia mí. Y ahí es donde aparece Facebook, el cual parece alentar justamente lo opuesto.

“¡Mírenme!”, parecen decir los post de Facebook. Incluso si no soy yo en los Alpes o yo en un café en París o yo en Tahití. Se trata sólo de mí. ¡Miren mi matrimonio! (“Aquí estamos celebrando nuestro aniversario, él es tan maravilloso y bueno y amoroso y…” Estoy muy contenta por ellos —no estoy siendo irónica— pero mejor comparte esa felicidad con tu esposo, no con tus amigos de Facebook).

¡Miren a mis hijos! (“¿Les conté que fueron aceptados en Harvard, Princeton y Yale?”).

¡Miren mis buenas acciones! (“Aquí estoy presidiendo el banquete para nuestra asociación sin fines de lucro local y aquí estoy recibiendo un premio de otra).

Ninguna de estas cosas es mala, especialmente la última. Pero no pertenecen al ámbito público, especialmente si las publicamos nosotros mismos.

Uno de los niveles más altos de entrega es dar anónimamente, ya que esta es la forma recatada, la forma privada, la forma que no atrae atención, la forma en que se resalta la mitzvá y no yo. Esto es muy difícil. El deseo de honor y reconocimiento es universal y es algo con lo que tenemos que lidiar. Facebook ha hecho la batalla más difícil y la tentación mucho más grande.

Pero aún podemos mantener nuestra privacidad. Aún podemos limitar nuestros posts. Aún podemos mantener la mayoría de nuestras vidas no registradas, privadas, especiales, solamente para nuestra familia inmediata. (Nuestra familia tiene su propio pequeño grupo de “Whatsapp” para aquellos momentos especiales, pero es solamente para nuestra familia, nadie más apreciaría nuestro “inusual” sentido del humor de todas formas). Facebook puede ser una herramienta excelente y productiva. Está en nuestras manos el cómo la utilizamos.

En los primeros días de la televisión, las oportunidades educacionales eran publicitadas frecuentemente. Y aquellas oportunidades aún existen, pero hemos perdido la batalla y el entretenimiento domina. Creo que probablemente es demasiado tarde para regresar ese reloj.

Pero quizás no para Facebook, en donde cada uno de nosotros tiene control total sobre lo que escogemos postear o no. Podemos empezar una nueva moda de no actualizar nuestro post con cada nuevo evento en la vida. Podemos guardar eso para nosotros, para compartirlo con nuestra pareja, familia inmediata y amigos cercanos. Les garantizo que en vez de sentir que el evento es menos especial porque “675 personas no vieron una foto de él”, sentirás un placer agudizado porque has preservado su singularidad y calidad íntima.

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