Mi Día de Silencio

2 min de lectura

Lo que aprendí de no hablar por un día.

Intenté algo nuevo este Iom Kipur pasado – un ayuno de hablar. Además de no comer o beber, hice un compromiso de no hablar a menos que fuera para discutir ideas de Torá conectadas con el día.

Es un poco de trampa hacer este compromiso en Iom Kipur. Es como prometer no hablar chismes entre las 2 y 3 a.m. La mayoría de la festividad se pasa en la sinagoga rezando. Los momentos para conversación son raros, las tentaciones pocas. Y yo cometí el error de no imprimir una tarjeta antes de tiempo explicando mi meta así que algunas personas pensaron que yo estaba siendo descortés con ellos – ¡tener que disculparme por mi conducta en Iom Kipur parece ser algo realmente bajo!

Pero dejando de lado todas las salvedades, un ayuno de hablar enseña algo. Es una verdadera lección de humildad. Nosotros casi siempre tenemos algo que decir. Frecuentemente es tan importante, que forzosamente interrumpimos a quien esté hablando en ese momento para compartir nuestros pensamientos y sabiduría. Sabemos que ellos deben estar agradecidos. Y además, nuestro ingenio y humor suman tanto a la conversación. Realmente no fluiría sin nuestra contribución, ¿cierto?

Eso es lo aleccionador sobre un ayuno de hablar. La conversación fluye perfectamente bien sin ti. Nadie parece extrañar tus inteligentes observaciones y comentarios profundos. Cuando yo no interrumpo, en realidad termino aprendiendo algo – tanto hechos como información sobre el orador. Puedo de verdad profundizar mi amistad al mantener mi boca cerrada. Y en cuanto a preocuparme sobre los chismes o la calumnia, eso con seguridad no es un problema cuando no estás diciendo nada.

Y, en aras de la completa revelación, tengo que reconocer que mi esposo también realizó un ayuno de hablar, quitando una gran fuente de tentación (¡él probablemente apreció mucho un día en el que yo no compartí todo lo que pensaba!).

Por supuesto la realidad es que, así como nos abstenemos de comida y bebida sólo por un día, así también con hablar. Necesitamos hablar para construir esas relaciones que ahora estamos nutriendo a través de nuestro silencio. Tenemos que hablar para ser exitosos en nuestros trabajos y en nuestra educación y bueno, básicamente en todo lo que hacemos. No podemos ser una buena pareja, padre, hijo, empleado o empleador – lo que digan – sin hablar.

Pero del ayuno, podemos aprender a utilizar las palabras con más escrutinio. Aprendemos a pensar antes de hablar, a editar lo que es superfluo y ciertamente lo que es potencialmente malo o dañino o simplemente equivocado. Aprendemos un poco de autocontrol. Quizás la próxima vez no interrumpiré. Quizás la próxima vez escucharé con mayor atención. Quizás la próxima vez, dejaré que otra persona guíe la conversación y solamente me sentaré y disfrutaré.

Si incorporo solamente una de estas lecciones, habrá valido la pena. Y ciertamente espero hacerlo, pero incluso si no lo hago, al menos tuve un día en donde puedo estar confiada de que no utilicé incorrectamente el regalo del habla.

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