A Primera Hora

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El otro día me ocurrió algo muy cotidiano y simple, pero me detuve a profundizar en ello y me encontré con una idea sencilla, clara y muy difícil de implementar.

La situación fue la siguiente.

Me levanté temprano como de costumbre, levanté a los niños, los vestí, peine, lavé y los puse en el bus escolar directo a la escuela. Subí, prendí mi hervidor eléctrico para prepararme mi café de la mañana, una verdadera necesidad para tener fuerzas para el resto del día. Lo preparé y antes de dar el primer sorbo, me acordé que me había propuesto decir Birkot Ha Shajar, las primeras bendiciones de la mañana, antes de tomar el desayuno. Miré fijamente mi café, que parecía llamarme a tomarlo. Traté de pensar en dónde estaba el sidur más cercano para poder decir las bendiciones antes de comer. Finalmente con bastante fuerza de voluntad, dejé el café en la mesa, fui a la biblioteca saqué el sidur y recé. Luego volví a la cocina y tomé mi café con gusto.

Mientras tomaba mi café, tuve algunos minutos para reflexionar en lo que me había pasado. Llegué a la conclusión que cuando tenemos cosas importantes que hacer y tareas que nos hemos propuesto realizar, debemos hacerlo en la primera oportunidad que tenemos para ello.

Lo mejor habría sido, subir directamente a buscar el sidur y rezar, en vez de meterme a la cocina y empezar con otras cosas.

En ese momento recordé un mail que había recibido hacía algunos días con una presentación de power point llamada “Me voy a la cama”. Esta presentación cuenta básicamente todas las cosas que hizo una mujer desde el momento que decidió que se iba a la cama. En su camino fue encontrando cosas tiradas que decidió recoger, cuando entró a la cocina recordó que tenía algo que terminar de preparar y para hacer la historia corta, si lo midiéramos en tiempo, esa mujer se demoró como una hora en irse a dormir.

Eso es algo que nos sucede diariamente, no sé si es algo de mujeres o si a los hombres también les pasa, pero la verdad, es que vamos encontrando cosas que hacer en todas partes y esas tareas pendientes que decidimos retomar nos quitan el foco de lo que verdaderamente íbamos a hacer.

La halajá (ley judía) y las costumbres de nuestra religión están llenas de ideas relacionadas con esto. El otro día, escuché a mi marido mencionar una mishná del tratado de Shabat que habla de las cosas que no se pueden hacer antes de la hora de rezar minjá (el rezo de la tarde). El motivo de las prohibiciones es prevenir que nos entretengamos en otras cosas y finalmente estemos tarde para el rezo. Suena bastante lógico.

No es casualidad además, que la costumbre general sea realizar el brit milá (la circuncisión de los bebés a los 8 días) temprano en la mañana. Explican los rabinos que dada la importancia de la mitzvá, es algo que no debe esperar ni ser postergado.

Sin duda, cuando el tema pendiente es algo que nos emociona y nos da alegría, es más fácil de llevar a cabo. Sin embargo, muchas veces nuestros pendientes son cosas que nos dan mucha flojera o que son difíciles para nosotros. Es ahí donde está el verdadero desafío. Es ahí donde solemos encontrar millones de excusas para postergar el tema.

Es realmente un desafío, un trabajo de nuestro carácter y una situación que nos obliga a priorizar nuestras tareas pendientes. Todo parece indicar que cuando hay algo importante que tenemos que hacer, debemos hacerlo a primera hora.

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