Mitzvá 2: No creer en ningún otro poder

12 min de lectura

¿Quién maneja el mundo? Mantenerse enfocado en Dios es un desafío constante

El mandamiento de "No tendrás otros dioses" es la prohibición de creer que existe algún otro poder en el universo fuera de Dios.

Es fácil entender que una acción positiva —como estar consciente de Dios o amar a Dios— sea una mitzvá constante, pero, ¿cómo puede ser una mitzvá constante un "no tendrás..."?

Toma el ejemplo de comer algo no casher. Supongamos que al agente de viajes se le olvidó ordenarte una comida casher, y cuando ya llevas ocho horas en el vuelo ves que están sirviendo jugosas carnes asadas, mientras que tú sólo tienes un poco de maní y gaseosa dietética... en ese caso efectivamente estás cumpliendo la mitzvá de no comer comida no casher.

Pero en este preciso instante, ¿estás cumpliendo la mitzvá de no comer comida no casher? ¡No! Para cumplir con una mitzvá negativa se requiere de una situación en la que nos veamos enfrentados con la tentación de violarla y nos sobrepongamos al deseo de hacerlo.

Por lo tanto, si "no tener otros dioses" es una mitzvá constante, ¡eso significa que la tentación de creer en otros dioses también es algo constante!

¿Por qué es una tentación constante?

En los Salmos, el Rey David dice: "No debe de haber dentro de ti un dios extraño". ¿Qué tipo de dios extraño reside dentro de un ser humano?

El Talmud (Shabat 105b) dice que el dios extraño es el ietzer hará, la inclinación autodestructiva que hay dentro de cada ser humano que lo incita a alejarse de Dios. El ietzer hará intenta constantemente distraernos del hecho de que Dios es el único poder que hay en el universo.

En un sentido práctico, el concepto de "poderes del universo" se refiere a aquellas cosas que creemos que son la fuente de nuestro éxito.

Maimónides explica que la idolatría no consiste de un único paso, sino que es un proceso. En la antigüedad, cuando la idolatría era un verdadero desafío espiritual, la gente tallaba un pedazo de piedra y lo llamaban "el dios del sol". Querían rendirle tributo a Dios como el creador del sol. Pero al poco tiempo, se encontraron idolatrando al sol por sí mismo. Creían que algo distinto de Dios era la fuente de fortaleza y salvación.

Las personas comienzan enfocadas y con las prioridades de la vida claras. Pero después se descarrilan.

Actualmente, a pesar de que la idolatría en su forma clásica ya no es un gran problema, no es poco común creer que el dinero, la fama, las acciones en la bolsa, una computadora rápida o una buena apariencia son la fuente de plenitud y felicidad. ¡Eso es idolatría!

Es más, hoy en día tenemos un desafío mucho mayor: ¿Le atribuiremos nuestro éxito a Dios... o a nosotros mismos?

Atribuirte poder a ti mismo no te da más poder

...no sea que comas y te sacies, y construyas casas buenas y te establezcas... y aumente la plata y el oro para ti, y todo lo que poseas se incremente, y que en tu corazón te vuelvas arrogante y te olvides de Dios... y entonces digas: ‘¡Mi fuerza y el poder de mi mano hicieron toda esta riqueza!’” (Deuteronomio 8:12-17).

Soy inteligente. Soy fuerte. Soy rico. ¿Quién necesita a Dios?

Pensar que lo hiciste solo es "creer en otros poderes fuera de Dios". ¿Por qué esto es tan destructivo? Porque atribuirle el éxito a nuestro propio poder nos limita y no nos permite alcanzar más. Porque cuando algo se torne demasiado difícil o doloroso dirás: "No puedo". Razonarás que "todo lo que he hecho hasta ahora lo he hecho con mi propio poder. Pero lo que se me pide ahora —cambiar el mundo, perfeccionarme— ¡eso es imposible!".

Cuando la gente deja de intentarlo es porque cree en el "dios extraño" dentro de sí, el ietzer hará que les dice: "Es todo mi propio poder. Sin mí, nada se realiza".

¿Cuál de estas aseveraciones es correcta?

  • "Puedo amar a la humanidad, puedo respetar Shabat, puedo estudiar Torá diariamente, puedo cumplir con las seis mitzvot constantes".
  • "No puedo amar a la humanidad, no puedo respetar Shabat, no puedo estudiar Torá diariamente, no puedo cumplir con las seis mitzvot constantes".

La aseveración de "no puedo" es mucho más precisa. Porque en realidad, "yo" no puedo hacer nada en lo absoluto. ¡Sólo porque Dios me da el poder es que soy capaz de atarme mis zapatos en la mañana!

No creas que atribuirte a ti mismo el crédito por tus logros te va a dar la confianza necesaria para realizar más cosas. Por el contrario, vas a renunciar mucho más rápido.

Darnos cuenta de que todo lo que logramos es un regalo de Dios nos permite entender que no hay límites para lo que podemos lograr. Porque dado que Dios está con nosotros, no tiene lógica decir "no puedo".

Por eso es una mitzvá constante. Se requiere de un enorme y continuo esfuerzo para evitar decir: "Mira lo que he hecho, mira lo que soy...". Si te atribuyes a ti mismo el crédito por lo que has logrado entonces tu conexión con Dios se disipa...

Vamos a examinar las tres áreas donde la gente se atribuye a sí misma el crédito inapropiadamente:

  1. Habilidades naturales.
  2. Logros.
  3. Bondad.

Atribuirte el crédito por tus habilidades naturales

Imagina que alguien te dice: "Levanta una mano y te voy a probar cuán inteligente soy diciéndote si la mano que levantaste es la izquierda o la derecha".

"¿Qué? ¡Acaso estás tratando de impresionarme con tu vista!".

Por más ridículo que parezca, ¡la gente a veces se atribuye el crédito por las habilidades naturales con las cuales nacieron! Un genio tiende a pensar que es superior a todos los demás. ¿Pero acaso es mejor que alguien que tiene una visión perfecta que está en un cuarto lleno de gente que utiliza gafas? Y qué hay de cuando tienes fiebre y estás tiritando, y tu compañero de cuarto dice: "¿Yo? ¡Yo nunca me enfermo! ¡Tengo una constitución de acero!"... ¡Grrrr!

Las personas bonitas o inteligentes tienen una gran tentación a ser arrogantes pues la sociedad le da gran valor a estas cualidades. No estamos sugiriendo que la gente bonita se deba afear, pero, ¿cómo puedes atribuirte el crédito por algo que no trabajaste para desarrollar?

Nunca dejes que tus habilidades naturales se conviertan en una fuente de arrogancia. En lugar de eso, dale gracias a Dios por el regalo.

Atribuirte el crédito por tus logros

Imagina que alguien te dice: "No vas a creer lo que logré hoy. Abrí mi correspondencia y había un cheque de un millón de dólares. Un viejo tío se murió y me dejó toda la herencia. Cobré el cheque y ahora soy millonario. ¡¿No soy increíble?!".

¿De qué está orgullosa esta persona? ¡Él no hizo nada para ganarse el millón de dólares!

Es lo mismo cuando utilizamos nuestro potencial. Estamos aplicando nuestros talentos naturales a algo que queremos lograr, a algo que tiene sentido. Es como si estuviéramos cobrando un cheque de un millón de dólares.

Tanto el artista, el neurocirujano y el músico están usando los talentos que Dios les dio para "canjearlos" por una gran carrera. Si Dios no les hubiera dado el talento de pintar, una precisión de cirujano o un oído especial para la música, ellos no hubieran podido lograr nada.

Es verdad que para lograr resultados la persona debe invertir mucho esfuerzo. Pero la materia prima —y las circunstancias que permiten utilizarla— son otorgadas por Dios.

Es muy tentador decir: "¡Mira lo que hice!". Pero eso es atribuirse el crédito por "cobrar un cheque". En lugar de eso, agradécele a Dios por la oportunidad.

Atribuirte el crédito por ser bueno

La arrogancia más grande que hay es decir: "Mira que bueno soy. Estoy haciendo lo correcto".

Imagina que alguien te dice: "¿Sabes cuán increíble soy? Tenía un deseo terrible de cortarme la nariz. Fue terrible, un deseo incontenible. Ahí estaba yo, con una navaja sobre mi nariz. Peleaba conmigo mismo, de un lado a otro. Finalmente, me sobrepuse al deseo y tiré la navaja. ¿No soy un ser humano maravilloso?".

Tú le dirás: "¿Estás orgulloso de ti mismo? ¡Estás loco de remate! ¡Simplemente evitaste dañarte!".

Imagina a un joven que está estudiando en la Universidad de Harvard. Sus padres pagan $60.000 al año por una educación del mejor nivel. Pero el muchacho se emborracha, se queda dormido hasta tarde, ignora sus estudios y ahora está por reprobar. Su padre está desesperado y hace un trato con su hijo: "Si te sacas una "B" de promedio, te voy a comprar un BMW nuevo". Este muchacho quiere tanto este automóvil que se esfuerza mucho y se saca la "B" de promedio.

Mientras va manejando a la universidad con su nuevo BMW, uno de sus amigos dice: "¡Huau! ¿Cómo conseguiste ese coche?".

"Fui premiado por mis logros académicos".

¿Qué? ¡Él se esforzó por su propio beneficio, para tener una buena educación! Es verdad que el BMW era un incentivo, pero si él hubiera entendido el invaluable regalo de tener una educación, ¡eso por sí mismo hubiera bastado!

Las mitzvot nos dan la oportunidad, habilidad y recompensa suprema.

Cuando haces una mitzvá, estás haciendo algo bueno. Los seres humanos desean significado y placer espiritual. Por medio de las mitzvot, Dios nos da la oportunidad, la habilidad, el incentivo y la recompensa suprema. Todo lo que tenemos que hacer es usar las virtudes que Dios nos dio para aprovechar la oportunidad.

Entonces, no tomes crédito por ser bueno. En lugar de eso, agradécele a Dios por el regalo. Después de todo, ¿no es ese nuestro placer?

Logro y potencial

Una manera de evitar el orgullo inapropiado es poner nuestros logros en perspectiva.

Imagínate que un hombre compra una propiedad destruida por $10.000 dólares. Invierte otros $10.000 para nivelar el lugar y la vende por $80.000 dólares como un estacionamiento. El hombre está estremecido. No puede dejar de presumir sobre cuán astuto es para los negocios. ¡Eso es hasta que escucha que el nuevo dueño vendió el estacionamiento a una empresa que construye centros comerciales por 1 millón de dólares!

Ahora, ¿cómo se siente el primer hombre? ¿Todavía va a presumir por su gran sentido para los negocios?

Cuando nos sentimos orgullosos porque damos caridad, porque honramos a nuestros padres o porque estudiamos Torá, somos como aquel hombre que presume por haber vendido su tierra como estacionamiento. Cuando finalmente lleguemos arriba y veamos lo que hubiéramos podido alcanzar, nos vamos a dar cuenta de que lo que hicimos fue algo muy pequeño. En lugar de sentir orgullo, sentiremos arrepentimiento.

¿Debemos sentir placer por lo que hemos hecho? ¡Obviamente que sí! Pero no al punto de convertirte en alguien presumido y complaciente, olvidando lo mucho que eres capaz de lograr. Pon tus logros en perspectiva y nunca dejes de enfocarte en lo mucho que podrías estar haciendo. Nunca puedes estar seguro de que has hecho inclusive un porcentaje mínimo de lo que es posible hacer.

Esforzarse versus confiar en Dios

A pesar de que Dios es el responsable de todo lo que ocurre en el mundo, parte del sistema que Él implementó es que tenemos que hacer nuestro esfuerzo. Es un equilibrio delicado. Tenemos que trabajar para ganarnos la vida, pero al mismo tiempo tenemos que darnos cuenta que Dios es quien provee realmente. Creer que el trabajo duro te hará rico es creer en otros dioses.

La pregunta es: ¿Cuánto esfuerzo tenemos que hacer y cuánto podemos confiar en Dios? (En hebreo, este balance es conocido como hishtadlut vs. bitajón). Si Dios quiere que yo sea rico, seré rico. Si quiere que sea pobre, seré pobre. Entonces, ¿cuál es mi rol en esto?

La cantidad exacta de esfuerzo varía según la persona. Un esfuerzo que es correcto para una persona podría ser completamente inapropiado para otra. Es una escala que varía de acuerdo a la confianza que cada uno tiene en Dios.

Un esfuerzo que es correcto para una persona podría ser completamente inapropiado para otra.

Tomemos el ejemplo de comprar un boleto de lotería. Si una persona considera un boleto de lotería como un sinsentido y dice: "Necesito trabajar duro, esa es la forma de ganarme la vida", entonces comprar un boleto de lotería no sería un esfuerzo honesto para él. Las probabilidades de ganar para esta persona no son grandes.

Una segunda persona dice: "Dios dirige este mundo. Pero si quiero ser millonario, no puedo simplemente sentarme a esperar que me llegue el cheque por correo. Tengo que darle a Dios un camino para que me mande el dinero. ¡Y un boleto de lotería es un excelente camino para eso!". Para esta persona, comprar un boleto de lotería es un esfuerzo apropiado.

Una tercera persona dice: "Dios maneja este mundo. Él no necesita que invierta un dólar en un boleto de lotería para hacerme rico. Voy a rezar y estudiar Torá y Dios se hará cargo de mis necesidades". Si una persona realmente ve la supervisión de Dios con tal claridad que sabe que no hay una correlación directa entre el esfuerzo y el éxito, entonces esa persona no necesita invertir ni siquiera un dólar comprando el billete de lotería.

Considera la historia de Iosef en la cárcel. En el capítulo 40 de Génesis, Iosef estaba en la prisión de Egipto junto con un ministro del Faraón. Cuando el ministro estaba a punto de ser liberado de la prisión, Iosef le pidió que hablara con el Faraón por que lo liberara a él también. El Talmud dice que dado que Iosef cometió el error de basar su confianza en el ministro, tuvo que permanecer en la cárcel otros dos años. Como dice el versículo: "Mejor confiar en Dios, y no en cosas vanas" (Salmos 40:5).

¿Qué significa esto? ¿Acaso Iosef no era un tzadik que confiaba en Dios con todo su corazón?

Si tú o yo le hubiéramos pedido al ministro que interviniera por nosotros, hubiera sido apropiado. Pero el entendimiento de Iosef sobre el poder absoluto de Dios era tan intenso que usar otros medios que no fueran Dios para obtener su liberación era un error. Para Iosef, pedirle favores al ministro era tan absurdo como agarrarse de una pequeña rama para no ahogarse.

Entonces, ¿debes ir a comprar un boleto de lotería? Depende de tu nivel de claridad respecto a que Dios dirige el mundo. Eso determinará tu posición en la escala de esfuerzo vs. confianza en Dios.

El esfuerzo apropiado incluso sin resultados directos

Mi tío, el rabino Abraham Weinberg zt''l (que después se convirtió en el Rebe de Slonim) vivió en Israel durante la Primera Guerra Mundial. En ese entonces, la situación en Israel era tan mala que algunos judíos inclusive morían de hambre. Mi tío vivía en Tiberíades, donde era casi imposible ganarse la vida. Entonces le dijo a un amigo: "Tenemos que hacer un esfuerzo razonable. Vamos a caminar de un extremo al otro del mercado, y luego regresaremos".

Fueron al mercado y caminaron de un extremo al otro. Cuando iban regresando, alguien se le acercó al amigo de mi tío y le ofreció venderle mercancía. Nadie se le acercó a mi tío, por lo que él regresó a casa a estudiar Torá. Cuando llegó a casa, se encontró con un árabe que lo esperaba con tres bolsas de trigo. El árabe le dijo que tenía que dejar la ciudad y que necesitaba alguien a quien confiarle su trigo. Le dio el trigo a mi tío y le dijo: "Véndelo y te voy a dar un porcentaje". ¡Ganancia instantánea!

Cuando contaba esta historia, mi tío decía: "La gente probablemente pensará que ir al mercado ayudó a mi amigo pero no a mí. Pero eso es incorrecto. Tú no le tienes que decir a Dios cuándo y dónde tiene que responder a tu esfuerzo. Tú sólo haces un esfuerzo y Dios trae los resultados".

Tenemos que hacer un esfuerzo razonable. En el nivel en el que estaba mi tío, caminar por el mercado era un esfuerzo más que razonable.

Esfuerzo ilimitado para las mitzvot

En lo referente a las mitzvot, ¿cuánto esfuerzo debemos hacer? La respuesta es: ilimitado.

El Talmud (Avot 5:26) dice: lefum tzará agrá, "de acuerdo al esfuerzo es la recompensa". Esto significa que cada esfuerzo que hagas para hacer una mitzvá es recompensado. Entonces, ¡pon todas tus fuerzas en ello! Inclusive si pareciera que no estás conquistando tu objetivo, no puedes dejar de intentarlo. Y uno nunca sabe... Dios puede hacer un milagro para ayudarte a lograr aquello que parecía imposible.

La Torá nos relata la historia de Batia, la hija del Faraón, quien encontró a Moshé flotando en el Nilo. Batia trató de estirar su mano lo más posible para rescatar a Moshé, a pesar de que la canasta estaba lejos, en la mitad del río, mientras que ella estaba parada en la orilla. Dios recompensó su esfuerzo y el brazo de Batia milagrosamente se extendió y pudo salvar a Moshé. (Éxodo 2:5, ver Rashi).

¿Por qué Batia estiró su mano siendo que Moshé parecía estar a una distancia imposible de alcanzar? ¿Ella estaba haciendo un esfuerzo inapropiado y estaba confiando en un milagro?

Ella no estaba confiándose en un milagro. Vio a un bebé en el río e instintivamente estiró su mano para salvarlo. Fue una reacción natural de preocupación. Si vieras a un niño corriendo frente a un coche, estirarías tu mano inclusive que el niño estuviera muy alejado. Si te importa, ¡reaccionas! Y Dios recompensó la preocupación de Batia con un milagro que le ayudó a lograr su objetivo.

Debes trabajar dentro del sistema, porque a Dios no le gusta hacer milagros si no necesita hacerlos.

Cuando se trata de hacer mitzvot, no un hay límite de cuánto esfuerzo deberías hacer. En el caso de Batia, ella sólo tenía un momento para reaccionar, por lo que lo único que podía hacer era preocuparse. Pero en general, necesitamos usar nuestra cabeza e idear una manera sensata para lograr el objetivo. Debes trabajar dentro del sistema, porque a Dios no le gusta hacer milagros si no necesita hacerlos.

Usa tu cabeza y Dios te ayudará a encontrar una solución.

Niveles más profundos de humildad

Cuando ya está todo dicho y hecho, hay algunas señales para saber si estás cumpliendo la mitzvá de "no creer en otros dioses":

  • Si has adquirido humildad.
  • Si ya no estás batallando con tu ego.
  • Si entiendes que todo es un regalo.
  • Si te das cuenta que en realidad no tienes ningún poder independiente.

El Talmud dice que hay tres niveles de humildad, es decir tres niveles de entendimiento de que no existe otro poder en el mundo fuera de Dios.

El Rey David representa un nivel. Él dijo: “Anojí tolaat velo ish”, ‘soy un gusano, no un hombre’. El Rey David se veía a sí mismo como una criatura de poca importancia. El gusano es prácticamente indefenso, excepto por el poder que le da Dios para moverse. Como rey, David también tenía que planear estrategias y tomar decisiones usando su cabeza. Entonces, todavía se veía como "algo", inclusive que fuese solamente un gusano.

Abraham es el siguiente nivel de humildad. Él dijo de sí mismo: “Anojí afar vaefer”, ‘soy polvo y cenizas’. Abraham reconoció que su función en este mundo era enseñarle a la gente sobre un Dios que los amaba. Se veía a sí mismo como un conducto, como un objeto inerte. Era polvo de la tierra; todavía mantenía una función como intermediario, sin importar cuán insignificante fuera.

El nivel más elevado de humildad es Moshé, quien dijo: “Anajnu ma”, ‘¿qué somos?’. Él llegó al entendimiento de que no existe nada fuera de Dios. No un gusano, ni siquiera el polvo de la tierra. Moshé recibió la Torá de Dios y se la transmitió al pueblo judío. Como tal, Moshé no podía permitir que su "yo" corrompiera el mensaje puro y verdadero de la Torá.

Un objetivo primordial en la vida es lograr llegar al entendimiento de que no existe otro poder fuera de Dios, y que cualquier cosa que hayamos logrado es porque Dios quiso que así sea. Esta es la esencia de "no tendrás otros dioses". Y es una mitzvá constante porque el ietzer hará trabaja constantemente en nuestra contra.

Quiera Dios que tengamos la fuerza y la claridad para sobreponernos a esta tendencia negativa.

"Recuerda a Hashem, tu Dios, porque Él es quien te da el poder de lograr cualquier cosa" (Deuteronomio 8:18).

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