Claves para vivir una vida plena

¿Qué está bloqueando tu camino hacia la felicidad real y duradera?

El siguiente artículo es un extracto del primer libro de Rav Noaj Weinberg zt"l: "Lo que el ángel te enseñó".

Pasa algo muy extraño en este mundo.

  • Cuanto más conocimiento acumulamos, más confundidos estamos.

  • Mientras más comodidades inventamos, menos tiempo parecemos tener.

  • Mientras más placeres creamos, más dolor necesitamos enfrentar.

Las preguntas parecieran engullirnos. Las respuestas parecieran ser sumamente elusivas. Corremos. A veces físicamente, a veces mentalmente. Nos ocultamos. O al menos tratamos de hacerlo. Pero la mayoría de las veces las preguntas nos persiguen. Carcomiéndonos… recordándonos que no estamos realmente en paz. Cuando las contradicciones abundan, quedamos perplejos y necesitamos dirección, claridad y entendimiento.

Las voces en nuestro interior nunca se van. Es posible que el botón de "silencio" esté activado, pero las dudas continúan acechando a la distancia y las incertidumbres nunca se desvanecen realmente.

¿Cuándo seré verdaderamente feliz con mi vida?

¿Puedo realmente confiar en mis creencias?

¿Cómo sé si mis decisiones son correctas?

¿Cuál es la definición de 'amor'?

¿Cómo consigo que mis plegarias sean respondidas?

¿Por qué el dinero no me trae más placer?

¿La vida está predestinada o yo determino lo que me ocurre?

¿Hay verdades absolutas en este mundo o son sólo "percepciones" de cada persona?

Lo creas o no, de acuerdo a la tradición judía, no necesitas ir muy lejos para encontrar las respuestas. ¡Ya las tienes! Las respuestas a éstas y a todas las preguntas que puedas tener, están más cerca de lo que crees. Déjame explicarte.

De acuerdo al Talmud, antes de nacer, mientras estábamos refugiados en la comodidad del útero, todos nosotros tuvimos acceso a toda esta información. Dios envía un ángel personal a cada alma que está en el útero, el cual se sienta al lado de nosotros y nos enseña toda la sabiduría que alguna vez necesitaremos en este planeta. Toda.

Y luego… justo antes de nacer… el ángel nos da un "golpecito" entre la nariz y el labio superior, y todo lo que nos enseñó es olvidado de forma inmediata. Así es como todos los seres humanos recibimos esa pequeña indentación en la piel justo por debajo de la nariz, conocida anatómicamente como "surco nasolabial".

¿Para qué molestarse?

"Qué historia más rara", debes estar pensando. ¿Y quién te culparía? Primero, ¿cómo sabemos que los ángeles existen? Y segundo, ¿por qué habría Dios de enviar a un ángel para enseñarnos todo lo que necesitamos saber, sólo para instruirle luego que nos haga olvidar todo lo que acaba de enseñarnos? ¿Cuál es el sentido de todo eso?

Probar la existencia de los ángeles no es algo fácil, y tampoco es el objetivo de este ensayo. Sin embargo, si creemos en Dios (y cuatro de cada cinco personas dicen creer en algún tipo de deidad), creer que Él pueda tener ayudantes no es algo muy descabellado.

Pero la segunda pregunta es más desconcertante aún. ¿Para qué molestarse enseñándonos todo, sólo para borrar nuestro chip de memoria inmediatamente después?

La respuesta, al igual que la mayoría de las respuestas después de que las sabemos, es bastante simple. La mejor manera de adquirir conocimiento real y de conservarlo, es por medio de la autoexploración. Las cosas en las que nos hemos vuelto más expertos son las que hemos estudiado, investigado o vivido personalmente. La sabiduría que nos es "servida en bandeja" o que adquirimos de segunda mano no está ni cerca de ser tan clara o funcional. Entonces, permitirnos conservar el conocimiento que aprendimos en el útero seguramente no sería lo más conveniente. Pero entonces, ¿para qué enseñárnoslo en primer lugar? Porque aprender algo una vez hace que nos sea mucho más fácil aprenderlo nuevamente.

Aprender algo una vez hace que nos sea mucho más fácil aprenderlo nuevamente.

La vida es muy compleja. Saber todo lo que hay que saber para navegar por este mundo de manera segura, productiva y placentera es una tarea intimidante. Dios dice: "Déjame ayudarte un poco. Aprende sobre tu destino antes de embarcarte en la travesía. Así, cuando llegues allí, no empezarás desde cero". Todo te parecerá familiar; en lugar de comenzar de cero, estarás repasando, por así decir, todo lo que ya sabes.

¡Qué idea tan novedosa! Quizás a esto se refirió el Rey Shlomó cuando proclamó en Kohelet: "No hay nada nuevo bajo el sol". Una vez que nacemos y vivimos "bajo el sol", ya hemos sido expuestos a todo lo que necesitamos saber, por lo que no hay nada que podamos aprender que sea realmente nuevo.

¿Por qué es esto tan importante?

Antes de responder las preguntas sobre la vida, la felicidad, las creencias, el amor, la plegaria, la verdad absoluta, etc., debemos primero despejar un camino, un camino que fomente franqueza y autenticidad, un camino que nos permita examinar la verdad bajo una luz realmente objetiva e imparcial. Y para que eso ocurra, necesitamos entender los elementos fundamentales de la experiencia humana.

Siete mil millones de personas habitan la Tierra. No hay dos que sean iguales; la diversidad está presente en cada faceta de nuestra existencia. Y sin embargo, hay ciertas herramientas para entender a la humanidad que son verdaderamente universales. Hay mecanismos que están por sobre todas las diferencias raciales, culturales, religiosas, biológicas, caracterológicas siendo todos estos componentes de la especie humana. Examinemos esas verdades fundamentales, recordando todo el tiempo que no estamos viéndolas por primera vez, sino reconectándonos con un conocimiento básico que tuvimos mucho antes del despertar de nuestra conciencia.

El "A" del ABC

El primer concepto de estas 'bases de la vida', o el ABC del entendimiento humano, es la apreciación del origen de nuestros valores personales y de nuestras creencias sobre la vida. A todos nos gustaría creer que cada uno de nosotros formó su propio sistema de valores basándonos en percepciones y experiencias independientes y objetivas; después de todo, ¿quién permitiría que una perspectiva o un ideal prejuicioso influyese en la formación de la base de su carácter o de sus valores?

La triste realidad es que todos somos un producto de la sociedad en la que vivimos.

Y sin embargo, la verdad es muy distante a eso. La triste realidad es que todos somos un producto de la sociedad en la que vivimos. Y la influencia que nuestro entorno tiene en nuestras ideas sobre la vida y en la forma en que vivimos cada día es tanto inmensurable como inevitable.

¿Cómo decidimos qué está bien y qué está mal?

¿Qué se considera un 'comportamiento aceptable'?

¿Cómo distinguimos entre 'algo bueno' y una prioridad genuina?

¿Qué es lo que realmente dice sobre nosotros nuestra forma de vestir, nuestro estilo de vida y nuestra elección ocupacional?

La lista sigue y sigue. Lo importante de rescatar es que podemos ver que la conciencia colectiva de toda cultura es comunicada a sus constituyentes por medio de los libros y periódicos que leen, los elementos visuales que son transmitidos, el sistema educacional que es empleado y los mensajes socioeconómicos y políticos que son promulgados. Algunos de estos mensajes son directos y otros son discretos, pero todos son poderosos. Por más que intentamos protegernos de las rabiosas fuerzas de la parcialidad, no lo logramos. La forma en que moldeamos nuestro pensamiento, sorprendentemente no es más que un mero accidente de nacimiento.

Hay excepciones. Pero casi con seguridad, más allá de lo que creas ahora, si hubieses nacido en una familia religiosa en Haití estarías clavando alfileres en muñecas vudú. Si Teherán hubiese sido tu ciudad de nacimiento podrías muy bien ser un devoto seguidor de un Ayatola de algún tipo. Sí, los radicales emergen en todas las sociedades, pero por lo general nosotros seguimos alguna línea de pensamiento normal para nuestra sociedad.

¡Esta penosa situación debería irritarnos a todos! ¿Cómo pretendemos determinar objetivamente la realidad? ¿Cómo es posible para cualquier persona discernir quién es él realmente y en qué debería creer?

La solución

La solución a este problema es mirarte a ti mismo en el espejo… ¡literalmente! La respuesta está exactamente debajo de tu nariz. Sí. El surco nasolabial. No alcanzó con que tu ángel te enseñase todo lo que sabes sobre la vida. Tampoco su trabajo estuvo completo cuando se aseguró de que olvidases todo lo que te había enseñado. Aún quedaba un último paso. Él tenía que dejar su 'tarjeta personal' contigo, de forma tal que lo único que recordases fuese que él estuvo allí.

El surco nasolabial fue la manera personal del ángel de dejar un mensaje contigo. "Cuando busques la verdad y sientas que la búsqueda es una causa perdida, sólo pon tu dedo sobre tus labios, cierra tu boca y siente la "impresión" que fue hecha en ti. No desesperes, reconocerás la realidad cuando la veas. Después de todo, ya la has encontrado y entendido antes".

Entramos a este mundo completamente equipados con sabiduría. El alma sabe todo lo que hay para saber sobre la vida. Lo que evita que seamos completamente objetivos e independientes no es la dificultad de aprender lo que es la realidad, sino el esfuerzo que debemos hacer para acceder a lo que ya sabemos. Las tres dimensiones están en la pantalla, ¡lo único que debemos hacer es ponernos los anteojos 3D!

En otras palabras, no hay una fórmula establecida para darnos cuenta de qué ideas y valores son genuinos y cuáles son falsos. Pero eso no significa, de ninguna manera, que debemos desalentarnos de llevar a cabo el análisis. Por el contrario, hacer el esfuerzo de investigar y buscar claridad, es precisamente la forma en que la verdad emergerá. Vivir una existencia de aceptación ciega de las creencias de nuestros vecinos, columnistas, y sí, incluso de nuestro clero, es simplemente pastar con el resto del rebaño.

Este es el desafío verdadero para cada uno de nosotros. Si nos comprometemos a la tarea de seleccionar entre el estiércol y el marketing, y a convertirnos en ardientes buscadores de la verdad, podemos materializar todo nuestro potencial como seres humanos en este planeta. Es sólo mediante este análisis crítico que podemos decir que hemos vivido la vida al máximo.

Las buenas noticias son que ya tenemos un comienzo. El surco nasolabial.

"B"

La gente dice a menudo: "La vida es complicada". Pero he escuchado decir que la vida es bastante simple; es la gente la que es complicada. Y es cierto. El misterio de qué es lo que motiva al hombre y a la mujer seguramente será una incógnita hasta el final de los tiempos.

Pero hay una verdad fundamental sobre la condición humana que puede ser dicha con certeza, y que puede ser identificada como la "B" en nuestro esquema del ABC del entendimiento humano. Hay sólo un factor importante, endémico a toda la gente a través de todos los tiempos, que dicta cada movimiento que realizamos y que nos motiva en cada decisión que tomamos. Y eso es el placer.

Cada vez que nos enfrentamos a una elección para decidir qué hacer, siempre nos preguntamos: ”¿Esto me traerá placer o no?".

Cada vez que nos enfrentamos a una elección para decidir qué hacer, ya sea algo crucial y monumental o algo trivial e inconsecuente, siempre nos preguntamos: "¿Esto me traerá placer o no?". En ocasiones la pregunta es hecha conscientemente, y en otras ocasiones no. En ocasiones la respuesta es bastante obvia, y en otras, es sumamente sutil. Pero siempre lo que terminamos haciendo está determinado por la acción que resultará en el placer mayor. Mantén en mente que es posible que el placer particular no sea inmediato. Puede incluso parecer ser más doloroso que placentero (en el momento). Pero la evaluación siempre terminará siendo una estimación del potencial de placer.

¿Por qué placer?

Pregúntale a cualquier padre: "¿Qué quieres para tus hijos?".

Más allá de la cultura en la que estés, siempre escucharás la misma respuesta de todos los padres. Quieren que sus hijos sean saludables, fuertes, llenos de alegría y vitalidad, que se sientan realizados, que sean atractivos, seguros de sí mismos, populares, quizás incluso ricos, etc. ¿Pero por qué quieren todas esas cosas para sus hijos? Hay una sola respuesta. Porque esos son los ingredientes para la felicidad. Todo padre quiere que su hijo sea feliz… que esté lleno de placer, del máximo placer. Cuando sus hijos son felices, los padres se sienten llenos de energía. Si los niños están tristes y se sienten miserables, los padres pueden volverse locos.

En el judaísmo (y más tarde en el resto de las religiones), nos referimos a Dios como "Nuestro Padre en el cielo". Él se refiere a nosotros como "Sus hijos". Al igual que un padre sólo quiere que sus hijos sean felices, Dios también quiere solamente que Sus hijos sean felices. Es claro que esta es la razón por la que fuimos creados, para aprovechar la vida al máximo.

Por supuesto, placer es un término relativo; la gente disfruta del placer de formas muy, muy variadas. Y como dicen, "a cada uno lo suyo". Sin embargo, si te dijera que el hijo de mi vecino disfruta mucho jugando al Lego, no tendrías problema con eso. Si después te dijera que él juega Lego 16 horas al día, entonces podría resultarte problemático. Pero si luego te dijera que el hijo de mi vecino tiene 32 años, no creo que responderías: "Oh, lo que sea que lo haga feliz". ¡Especialmente si tú fueras su padre!

¿Por qué no? Quizás porque todo el mundo se da cuenta de que en este mundo existe un rango de experiencias placenteras increíblemente amplio. No sólo queremos que nuestros hijos sean felices, sino también que disfruten lo que llamamos "una vida plena". Y lo que asumimos es que "una vida plena" es mucho más placentera que una vida que se limita sólo al Lego, backgammon y videojuegos. Está el amor, la creatividad, la religión, la alegría de dar y tantas otras cosas. Pero de eso hablaremos más tarde.

Pruébalo…

Mientras tanto, tratemos de aplicar el principio "A" al principio "B". Declaramos que la fuerza motivadora detrás de nuestro sistema de toma de decisiones es la búsqueda del placer, ya sea inmediato o futuro. ¿Pero cómo sabemos que eso es cierto? No aceptemos esta premisa tan fácilmente; sin la investigación apropiada podríamos aceptar una teoría falsa. ¿Qué método podríamos usar para determinar la utilidad de cualquier ítem? En un principio examinaríamos su construcción. Vemos un cuchillo. Advertimos con cuidado el filo de la hoja. Concluimos, correctamente, que está hecho para cortar.

Ahora pretende que nunca antes hubieras visto un bolígrafo. Si alguien te muestra uno y te dice que es un escarbadientes, entonces tú dirías: "¡Eso es ridículo! Los escarbadientes no tienen tinta (entre otras tantas obvias diferencias)". Si la persona cambia de opinión y te dice que el bolígrafo es un auto muy pequeño, tu dirías: "¡Imposible!; ¿en dónde están el techo y la radio?".

Con muy poco esfuerzo podrías discernir que el bolígrafo es, en realidad, un bolígrafo. Examinas la estructura del ítem y sabes que está diseñado para escribir, porque eso es lo que mejor hace. Eso es lo que sus partes parecerían indicar.

Ahora veamos la forma en que fueron construidos los seres humanos.

Nuestro día está colmado de decisiones miles de ellas pero la mayoría de estas decisiones las tomamos de forma subconsciente. A qué hora despertarnos, qué usar, el menú del desayuno, si atender el teléfono o no, cómo viajar, decisiones laborales, compromisos sociales, etc. Y hay muchos factores involucrados en nuestra evaluación de lo que deberíamos hacer. Sin embargo, lo primero que hacemos en todos los casos es decidir qué es lo que nos traerá mayor placer.

Miremos un poco más en profundidad. Son las 7 a.m. Suena la alarma. La apagas. Ahora… ¿te levantas o no? En algún lugar de tu somnolienta mente te estás preguntando: "¿Dónde tendré más placer?". Si tu decisión es dormir un poco más, abrazas la almohada. Pero si decides que ir a trabajar es lo que te traerá más placer (eventualmente), te levantarás en seguida. Podemos llamarle "obligación" o "responsabilidad", pero, en realidad, es nuestro juicio de que ser responsable nos terminará generando más placer, lo cual nos motiva a levantarnos y salir.

Por supuesto, a menudo la aparición de dolor o trabajo sirve para ofuscar nuestra visión y enmascarar el placer con un manto de esfuerzo; es allí cuando caemos víctimas de la trampa de tomar la "decisión incorrecta" y evitamos el esfuerzo a toda costa. Pero, claramente, el placer es nuestro principal barómetro. Esto aplica tanto a si estamos decidiendo qué pijamas comprar, como con quién nos casaremos o qué carrera elegiremos. Si promete placer y disfrute, lo perseguiremos; así es como funcionan los seres humanos.

Somos buscadores de placer. Incluso cuando hacemos algo altruista, lo hacemos porque nos trae placer. Incluso cuando nos abstenemos y nos privamos de un cierto placer, eso también es porque nuestro juicio dice que esta privación en particular es "buena" para nosotros. Y "ser bueno" es un placer muy grande.

Curiosamente, ésta es exactamente la forma en que Dios quiere que seamos; sabemos que eso es cierto porque es exactamente la forma en que nos programó a cada uno de nosotros. A veces olvidamos por error que este mundo que Él creó brinda infinitas oportunidades para experiencias placenteras. Nos enfocamos en el dolor, el esfuerzo, las dificultades y el sufrimiento que frecuentemente parecen inexplicables. Estas distracciones inevitables desvían nuestra atención del hecho esencial de que el placer motiva cada cosa que hacemos, lo que no es ni una debilidad humana ni un accidente, sino el diseño Divino para la humanidad.

Por lo tanto, si eres infeliz, o si no eres tan feliz como deberías ser, es importante que te preguntes: "¿Por qué no? ¿Qué está bloqueando mi camino hacia la felicidad real y duradera?". Seguramente el problema yace en que no has estudiado todos los placeres que hay disponibles para ti en este mundo; simplemente no sabes en dónde están o cómo conseguir los tipos de placer que serán verdaderamente satisfactorios; los tipos de placer que todos nosotros estamos realmente buscando.

Más adelante hablaremos sobre las diferentes clases de placer que podemos conseguir cómo reconocerlos, conseguirlos y evitar las trampas que impiden que los alcancemos. Mientras tanto, entendamos que al igual que nuestros padres quieren que disfrutemos nuestras vidas, Dios también quiere que Sus hijos obtengan el máximo placer de la vida. Lo único que tenemos que hacer es encontrar la manera de hacerlo. Ese es el objetivo, Dios hizo este mundo para darnos placer. Esa es la "B" de nuestro modelo.

"C"

Ahora… hay algo raro aquí. Todas las piezas parecieran estar en su lugar. Dios sólo quiere darnos placer. Estamos programados para recibir placer. Pero, igualmente, ¡tantos de nosotros estamos aburridos, insatisfechos o simplemente somos miserables! ¿Cómo se entiende? ¿Qué se está metiendo en el camino?

Somos genios para equivocarnos.

El judaísmo enseña que somos genios para equivocarnos. Nos confundimos, erramos, no conseguimos el objetivo. Nuestros errores de juicio hacen que limitemos gravemente la cantidad de placer que podemos obtener. Los tropezones del hombre no ocurren porque somos pecadores, sino porque somos propensos a equivocarnos. Y ésta es la gran diferencia. Ésta es la "C" del entendimiento humano.

Bien adentro, todo el mundo quiere ser bueno. Todo el mundo quiere placer. Pero nos equivocamos en nuestra evaluación sobre cómo conseguirlo. Olvidamos la cantidad de esfuerzo que a veces hace falta para ver los beneficios y las recompensas de nuestras acciones. En cambio, muchas veces elegimos atajos, que si bien a veces pueden funcionar, casi siempre nos dejan deprimidos y desconcertados. "¿Qué pasó con mi matrimonio?", nos preguntamos. "¿Por qué terminó esta hermosa relación? ¿Qué salió mal con mis niños? ¿Por qué mi vida no tiene sentido? ¿Cómo fue que terminé en este trabajo de porquería? ¿Por qué soy tan desafortunado?".

Queremos tener una vida familiar próspera, pero olvidamos la abrumadora necesidad de compromiso e inversión de tiempo y esfuerzo. Decimos querer significado, pero luego caemos presa de presiones sociales que le dan importancia sólo a la fachada del éxito. Queremos vivir en armonía con todo el mundo, pero nunca establecemos las pautas para la metodología de evitar discusiones.

Por ejemplo…

Imagina el siguiente y tan común escenario:

Martín, de 16 años, acaba de entrar a la casa a las 2:45 a.m. dos horas después de su toque de queda. Es su tercera violación este mes. Papá, quien se despertó por el portazo que dio su hijo al entrar, baja las escaleras enfadadísimo para confrontarlo. Claramente está al borde de explotar y, en segundos, la situación hace erupción.

"Martín, me estás volviendo loco. ¿Qué demonios pasa contigo? ¿Estás tratando de que me de un infarto?".

¿Cuál es la respuesta que Papá está esperando recibir a su sincera súplica por cordura? ¿Qué es lo que quiere escuchar de Martín?

"Oh, Papá, nunca lo vi de esa forma, tienes toda la razón. Ese es exactamente el mensaje que necesitaba escuchar ahora mismo. En base a tu poderoso y persuasivo alegato, he decidido dar vuelta la página y hacer algo realmente importante con mi vida".

¿Qué posibilidades hay de que pase eso? Correcto, ¡ninguna! Y sin embargo, ¿cree Papá, en algún nivel, que su reproche va a funcionar? Sí. ¡Qué error! Una respuesta mucho más probable de Martín sería:

"Escucha Papá, no estoy de humor para escucharte. El hecho es que tú arruinaste tu propia vida; nunca tuviste tiempo para mí y nunca me amaste, así que quédate fuera de mi vida".

Ahora, supongo que Martín estaría esperando una respuesta similar a esta…

"Hijo, estoy muy impresionado contigo; eres muy perceptivo. Admiro especialmente la manera en que no dejas que nadie te reproche, ¡ni siquiera yo! ¡Quiero que sepas que te apoyo cien por ciento!".

¡Ni en un millón de años! Y, sin embargo, todos cometemos errores como este todo el tiempo.

¿Qué está pasando aquí en realidad? Papá sólo quiere que Martín muestre un poco de respeto. Quiere ser cercano a su hijo, pero no tiene ni la menor idea sobre cómo lograrlo. Las necesidades de Martín no son diferentes; amaría una relación más cercana con su padre, pero también quiere que se le permita expresar su independencia. Se necesitan mutuamente, se quieren, pero están realmente equivocados en cuanto a la forma de crear una relación que en realidad nunca fue de alto vuelo.

Nuestras vidas están llenas de errores. Pero no confundamos errores con accidentes. Los errores pueden ser evitados. No tenemos que denigrar a los demás para aumentar nuestra autoestima. Podemos comprometernos a una dieta y a ejercicio. Podemos aprender que la venganza sólo nos lleva a una falsa sensación de satisfacción temporal. Podemos entender cuáles deberían ser las prioridades de nuestra vida.

Pero, para conducirnos por la vida evitando estos cruciales errores se requiere percepción, compromiso y, sobre todo, trabajo duro. Con el enfoque adecuado podemos asegurar que el placer que más deseamos pueda ser realmente obtenido.

Y una cosa más…

Sobre todo, si queremos sinceramente mantenernos alejados de un patrón vitalicio de disparates repetitivos y catastróficos, debemos evitar el error número uno de la vida. Y ese es el error de la ignorancia.

La ignorancia es la base de todos los errores.

La ignorancia es la base de todos los errores. La gente arruina su vida por ignorancia. Engañan, obtienen resultados pobres, recriminan, se quejan, simulan, e incluso asesinan física, emocional y espiritualmente. ¿Por qué? Porque no entienden. Nunca aprendieron a disfrutar la vida al máximo de formas satisfactorias y duraderas—, y por lo tanto, por confusión e ignorancia, reaccionan sin pensar seriamente en las consecuencias de sus acciones.

Todo el mundo sabe que educarse es importante. ¿Pero acaso la educación se limita a cálculo, literatura, microbiología y física cuántica? ¿No deberíamos saber más que simplemente cómo funciona el proceso de ósmosis, la trayectoria de las órbitas planetarias y la época y razón por la que Australia fue arrancada del continente indio?

Saber todas esas cosas es bonito, pero una vez que todo ha sido dicho y hecho, seguimos necesitando saber quiénes somos, por qué fuimos creados y para qué estamos viviendo. En algún lugar del camino pareciera que hemos perdido de vista el bosque, por mirar sólo a los árboles. La realidad es que… si no nos conocemos a nosotros mismos, no sabemos nada. Y los placeres más grandes del mundo nos serán esquivos.

Necesitamos reeducarnos. El surco nasolabial tiene las respuestas a las preguntas que deberíamos estar haciendo. Sobre la vida, significado, claridad, amor, propósito, plegaria, libre albedrío, etc.

Reconectémonos y redescubramos las respuestas que nos traerán una clara, verdadera y duradera felicidad.

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.