Niña Tímida

3 min de lectura

Liberándose de las cadenas de la timidez.

Siempre fui una niña tímida.

En la clase la maestra hacía una pregunta y yo sabía la respuesta. Pero las garras del miedo me abrazaban, haciendo que fuera imposible hablar. Yo me quedaba quieta mientras alguien más respondía.

En raras ocasiones, de alguna manera ponía de lado mi aplastante timidez, elevaba mi mano y esperaba a que la maestra me llamara. Respondía y sentía que mi cara comenzaba a quemarse. Mis mejillas en llamas llamaban la atención de mis compañeros de clase con rapidez. “¡Estás tan roja!” gritaba alguien riéndose, y mi cara se ponía aún más roja.

Mi naturaleza tímida se intensificó con la muerte de mi hermano cuando yo era sólo una niña. Estaba completamente demolida. Pero nunca hablaba de eso con ninguna de mis amigas. Quería hacerlo. A veces tenía tantas ganas de hablar que pensaba que iba a estallar, pero simplemente no podía. Las palabras, junto con todo mi dolor, permanecían encerradas dentro de mí. Me ponía una máscara sonriente y nadie veía la verdad en mi interior.

Si no compartía mis sueños entonces nunca serían destruidos.

Mis pensamientos, sentimientos y sueños permanecieron firmemente encerrados dentro de mí. Era la forma más fácil. Si no me abría entonces nadie podía herirme. Si no compartía mis sueños entonces nunca serían destruidos.

¿Cuál era mi sueño? Quería cantar. Yo cantaba todo el tiempo delante del espejo de mi cuarto, con el cepillo de pelo en mi mano, imaginando que estaba en el escenario cantando para una devota audiencia. Pero en realidad sabía que si alguien hubiera estado lo suficientemente cerca como para escuchar, no habría cantando ni una sola nota.

Esta fue la historia de mi vida hasta hace sólo unos meses.

Estaba paseando a mi bebé cuando de pronto vi un anuncio para el coro de las mujeres de Jerusalem. Lo miré con añoranza y tomé el número. No era la primera vez que guardaba un número así… entrenamientos vocales, coros, musicales… Pero nunca tuve el coraje suficiente para llamar. Tampoco pensé que llamaría esta vez.

Le mencioné el coro a mi marido más tarde ese mismo día. “¡Hazlo!”, me dijo. “¡Te va a encantar!”.

Yo sabía que tenía razón, pero la idea de llamar a una mujer extraña, hacer una audición para un coro y cantar delante de gente de verdad me aterrorizaba. Me tomó más de una semana obligarme a hacer la llamada, pero al final, la hice.

Y ahora, después de todos esos años de soñar, ¡estoy en un coro! No puedo decir que ya estoy lista para un solo, pero cantamos en nuestro primer show delante de mil mujeres… ¡y no había ningún cepillo a la vista!

Acercándome a Otros

Fue en la misma época que decidí asistir a un taller literario. Cada uno tenía que preparar un trabajo –algo personal, algo que nos hubiera afectado profundamente. Mi hermano me vino a la mente. ¡Pero nunca escribiría sobre eso! Me dije firmemente. ¡Es demasiado doloroso!

Después de unos días de mucho pensar, eventualmente saqué un papel y un bolígrafo.

No fue fácil excavar en el pasado tan profundamente. No fue fácil encontrar las palabras correctas para expresar el dolor que había sentido hace tanto tiempo. Pero nadie dijo que sería fácil.

La experiencia de escribir resultó muy terapéutica. Y me puse firme en que nadie leería lo que había escrito. ¡De ninguna manera! Era demasiado personal.

Pero mientras estaba escribiendo mi artículo, me crucé con una chica que había perdido a su madre recientemente. Estaba devastada. Quería acercarme a ella. “Mi hermano murió cuando era pequeña”, le dije. “Sé que no puedo ni imaginar por lo que estás pasando”, continué, “pero si alguna vez quieres hablar, estoy aquí para ti”.

Me di cuenta del impacto que podía hacer acercándome a otros y confortándolos.

Y resultó ser que quería hablar. Ella quería hablar con alguien que entendiera lo que era perder a alguien preciado. Y ahí en la calle, por primera vez, hablé.

Me di cuenta del impacto que podía hacer acercándome a otros y confortándolos. Entonces decidí compartir mi artículo con todo el mundo a través de Aish.

Y ahora siento que finalmente estoy permitiéndome ser yo. Es como si tuviera alas a mis costados. Por fin, estoy aventurándome fuera de la seguridad de mi capullo y mis alas finalmente se están abriendo. Y resulta ser que son grandes, y hermosas, y vibrantes, y coloridas.

Cuando un obstáculo se pone en nuestro camino, a menudo nos estremecemos, damos un paso hacia atrás y decimos: No podemos. Pero Dios sabe que podemos superar estas dificultades. Él quiere que alcancemos grandes alturas, y por eso pone montañas delante de nosotros. Sin esas montañas, nunca llegaríamos tan alto.

Él sabe que podemos. Él cree en nosotros. Sólo necesitamos creer en nosotros mismos, y después podremos hacer lo que sea.

Cuando tenemos fe en nosotros mismos, cuando no nos limitamos en base a lo que nosotros pensamos que son nuestras habilidades, entonces vemos que ¡hey!, ¡quizás sí somos capaces!

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.