¿Por Qué No?

6 min de lectura

Tres palabras cambiaron todo.

La vida es divertida. A veces el mayor impacto en la vida de una persona puede provenir de algo menor, inconsecuente, una casi casual observación u ocurrencia que casi nadie registra.

 Y eso sucedió un martes en la tarde, algunos años atrás, cuando me estaba yendo de la sinagoga, mi ojo captó un pequeño mensaje que fue escrito desordenadamente con un lápiz en un pedazo de papel rasgado.

 “Shmuel Greenbaum está sentado en Shivá en su hogar. Su esposa fue la única Americana asesinada en la explosión de la pizzería Sbarro en Jerusalem”.

 “Que triste”, pensé, mientras me dirigía hacia afuera, en mi camino de continuar con la vida.

 A mi derecha, caminaba mi amigo, Shimon. Él sacó sus llaves del bolsillo de su chaqueta y se dirigió a su auto.

 “¿Quieres que te lleve a casa?”, él preguntó.

 Dos minutos después estábamos estacionados afuera de mi casa. Estaba a punto de bajarme del vehículo cuando me dijo.

 “Entonces, ¿Cuándo quieres ir?”.

 “¿Ir a donde?”, respondí yo.

 “¿A dónde? A la Shivá, por supuesto”.

 “¿A la Shivá? ¿Te refieres al hombre que perdió a su esposa?”.

 “Sí”.

 “Realmente no había pensado en ir. No conozco al hombre. ¿Tú lo conoces?”.

 “No”.

 “Entonces, ¿por qué quieres ir?”, pregunté.

 “¿Por qué no?”, el respondió.

De pronto, un principio fundamental de mi comportamiento fue alterado completamente por tres pequeñas y profundas palabras, “¿Por qué no?”.

 Recuerdo haber estado sentado en el auto, mirando a Shimon bastante incomodo. Ambos sentados en silencio. Un extraño y desequilibrado sentimiento me sobrevino. Un simple, obvio, fundamental, duradero principio de mi comportamiento, acababa de ser alterado por tres profundas y pequeñas palabras, “¿Por qué no?”.

 Nunca se había cruzado por mi mente que cualquiera puede o debe hacer una visita de Shivá a alguien que no conoce. ¿Acaso no es una intrusión? ¿Una invasión? ¿O por lo menos una inapropiada intromisión voyerista? Y todavía, con esas tres pequeñas palabras, Shimon había desafiado a una conclusión precipitada de mi mente, que había nacido aparentemente sin una idea o concepción consciente. Yo automáticamente asumí que ese era el caso.

 Busqué a tientas una respuesta, deseando que mi cara ruborizada simplemente se desvaneciera.

 “¿Por qué no? Bueno… eh… no sé… supongo que no hay una razón real para no ir. Quiero decir… eh… si tú quieres ir y no lo conoces, entonces… es verdad… ¿Por qué no?”.

 “¿Qué te parece mañana a las nueve de la mañana? Yo te paso a buscar”, él dijo.

 “Seguro. Nueve en punto. Grandioso. Perfecto. Vamos a hacerlo. Bueno. Está bien”, murmuré mientras abría la puerta. “Nos vemos mañana. Gracias”.

 Recuerdo haberme sentido tan avergonzado mientras subía por las escaleras de mi casa. Lo que había sido tan instintivo para mí; es decir, ni siquiera considerar visitar al trágico doliente, había sido igual de instintivo para Shimon, pero inversamente; él planeaba visitarlo la mañana siguiente.

 Shimon apareció al día siguiente a las nueve de la mañana en punto. Luego de un corto trayecto, estacionamos enfrente de la casa de la Shivá. Con tanta expectativa, yo esperaba que algo espectacular o que algo melodramático ocurriera en cualquier momento. Pero nunca ocurrió.

 “¿Estás listo?”, preguntó Shimon.

 “¿Por qué no?”, contesté yo, empleando mis tres nuevas palabras.

 Salí del auto e incómodamente me dirigí hacia la casa. Sintiéndome curiosamente ansioso, fingí confianza mientras ambos entrábamos. Caminé hasta la sala y lo vi a él sentado en una pequeña caja de cartón prefabricado. Mi corazón quería ir hacia él.  Miró hacia arriba con su triste cara y me vio. Inmediatamente, él dijo.

 “Yaakov Salomón”, él dijo, “muchas gracias por venir”.

 Atónito por un momento, lo miré directamente y reconocí su cara. El había sido huésped en mi casa algún tiempo atrás, pero había olvidado su nombre. Le arrojé una semi-sonrisa, sintiéndome más avergonzado que nunca. No dije nada. Luego miro a Shimon.

 “¿Y tú quién eres, puedo preguntar?”.

 Oh, la ironía de las ironías. Yo, que no tenía intención de ir, fui inmediatamente reconocido y apreciado. Shimon, el arquitecto de la mitzvá, era un completo extraño. Debe haber parecido como si yo lo hubiera traído conmigo.

 Ambos encontramos unas sillas plegables cerca del doliente. Conforme a la tradición, no dijimos nada, esperando que Shmuel iniciara la conversación. (Siempre pensé que esta costumbre muestra una increíble sensibilidad. ¿Por qué el visitante debe decir algo? ¿Tiene él alguna idea del estado emocional del doliente? Tal vez el doliente quiere hablar del difunto. Quizás ese tema es muy doloroso por el momento. Quizás sólo quiere sentarse silenciosamente. Claramente, el visitante no debe iniciar ninguna conversación).

 Shmuel inmediatamente lo hizo fácil para nosotros (quizás al percibir mi incomodidad). Y cuando la gente entraba a la sala él siempre les preguntaba, “¿Quién eres tú? ¿Conocías a mi esposa? Por favor pasa”.

 Él hablo abiertamente sobre la tragedia y sobre cuanto amaba a Shoshana. Ellos habían viajado juntos por Israel durante seis semanas en un viaje de estudios de Estados Unidos.

Shoshana estaba almorzando en la pizzería Sbarro cuando un terrorista suicida se inmoló. Ella y el bebé dentro de su vientre, junto con otras 15 personas fueron asesinados.

 Shmuel había tenido que volver antes, mientras que Shoshana (embarazada del primer hijo de ambos) había decidido quedarse por un tiempo. Unos días después, ella estaba almorzando en la pizzería Sbarro, cuando un terrorista suicida explotó. Ambos, ella y el bebé en su vientre, junto con otras 15 personas fueron asesinados. Hubo 130 heridos.

 Escuchamos su trágica historia y contuvimos las lágrimas.

 La respuesta de Shmuel a la muerte de su esposa, de cualquier manera, no era con amargura y cólera. En vez de eso, el guardó sus fuerzas y canalizó sus sentimientos hacia el servicio de un bien mayor. El luto vendría más adelante. “Tan pronto como ella fue asesinada, me dije a mí mismo, ‘aquí hay una tremenda oportunidad’… quizás hay algo que puedo hacer para que el mundo sea mejor”, él recalcó.

 Lo que nació a partir de todo esto fue una organización llamada "Compañeros de Bondad" (Partners in Kindness). La gente le envía historias personales sobre actos de bondad a él, y él las reenvía a una creciente lista de e-mails alrededor de todo el mundo – 25.000 en la última cuenta – incluyendo lectores en países como Kuwait e Irán.

 La idea es simple, las historias inspiran también a los receptores a ser bondadosos. Ellos pueden ser bondadosos dando una generosa donación a un extraño necesitado, o puede ser un simple acto de animar a alguien. Él dice que su objetivo es transformar al mundo en un mundo mejor, una persona a la vez.

 Debemos haber estado unos 20 minutos más o menos. Recuerdo haber mirado alrededor y haber observado a los visitantes. Debe haber habido alrededor de 18 personas allí. Increíblemente, ¡De todos los buenos deseadores que habían ido a consolarlo y darle coraje al doliente viudo esa mañana, yo era la única persona que lo conocía! Todos los demás, como Shimon, fueron motivados por la bondad de sus almas, sólo para demostrar amor y compasión por un hermano judío. Todos ellos entendían algo que yo había olvidado completamente.

 Ese pequeño “¿Por qué no?”, había cavado profundo en mi alma.

 Transformándome en un Buscador de la Verdad

 Todos tenemos ideas y filosofías preconcebidas que frecuentemente contienen pequeños fragmentos de verdad o racionalidad. Como ocupantes ilegales, ellas se mueven sigilosamente en nuestras psiques, encuentran un rincón confortable, y pronto, adquieren residencia permanente. Al poco tiempo, se incorporan en nuestras fibras, y por eso, raramente preguntamos como llegaron allí en primer lugar.

 A veces se manifiestan como opiniones negativas de alguien que, de hecho, ni siquiera conocemos bien.

 “No lo sé, algo de él me molesta profundamente”.

 “Su manera de caminar… lo hace ver arrogante”.

 A veces son sólo una idea con la que crecimos.

 “Los verdaderos hombres no lloran”.

 “Si ese profesor lo dijo debe ser verdad”.

 “Si tú no sabes, no te metas”.

 O, “la historia judía es aburrida”.

No asumas que sólo porque tú siempre pensaste que algo es verdadero,  realmente lo es.

 Ninguna de estas expresiones son necesariamente verdaderas, y todavía, muchos de nosotros asumimos instintivamente que sí lo son. La idea es estar atento. Las reacciones espontáneas y viscerales deben ser cuestionadas y retadas… siempre. No asumas que sólo porque tú siempre pensaste que algo es verdadero, realmente lo es. Pensándolo bien, las personas razonables están constantemente chequeando sus suposiciones.

 Pregúntate a ti mismo:

  • ¿Por qué reacciono de esta manera?
  • ¿Cuál es la base de mi respuesta?
  • ¿Existen factores subjetivos que predeterminan mis opiniones?
  • ¿Debo temerle a la verdad?
  • ¿Por qué?

La tragedia en la pizzería Sbarro nunca será olvidada. Entre los efectos secundarios hubo una Shivá modesta y ordinaria, a la que asistieron sobre todo extraños (un grupo de muy considerados, amorosos, hermanos judíos). Pero este judío tuvo que ser prácticamente arrastrado hasta allí.

Sí, las visitas de Shivá pueden, y generalmente son hechas por personas que quizás no conoces, o que conoces muy poco.

Y a veces la lección que aprendes es tan profunda y amable como la bondad que tú demuestras.

Espero haber aprendido la mía.

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