Detenerse demasiado pronto: la tragedia de la corredora Israelí

3 min de lectura

Un mensaje apropiado para el mes de elul.

La semana pasada, la carrera de 5000 metros de mujeres en el campeonato de atletismo europeo en Berlín terminó de forma catastrófica para la competidora israelí. Fue una carrera que se recordará por mucho tiempo, no por la forma en que la ganaron sino por cómo la perdieron. La pasmosa derrota de la campeona mundial israelí nacida en Kenia, Lonah Salpeter, es un poderoso recordatorio de una idea profunda y central en elul, el mes previo a Rosh Hashaná.

Salpeter, quien ya había ganado la medalla de oro en la carrera de 10.000 metros, parecía estar camino a lograr otra notable victoria. Ella iba casi a la par con la holandesa Sifan Hassan y cuando faltaba una vuelta parecía tener asegurada si no la medalla de oro, por lo menos la de plata. Hasta que ocurrió lo inexplicable. Salpeter se detuvo antes de que sonara la campana que anuncia la última vuelta, pensando que la carrera había terminado… Ella cruzó los andariveles para celebrar prematuramente su medalla.

Los espectadores se horrorizaron. Los comentaristas no podían creer lo que veían. Las otras corredoras se sorprendieron. Lonah comprendió su error demasiado tarde y desesperadamente trató de regresar a la carrera, pero ya era demasiado tarde. Llegó cuarta y, remarcablemente, de todos modos quebró el record israelí.

El incidente nos recuerda las inmortales palabras de Yogi Berra: “No terminó hasta que termina”.

Las lágrimas de desesperación, miseria y angustia no pueden cambiar para Lonah Salpeter la realidad de haberse detenido demasiado pronto. Por supuesto que no fue intencional, pero la consecuencia es la misma.

La vida está repleta de momentos que nos presentan desafíos similares.

Napolean Hill en su inspirador libro: Piense y hágase rico, cuenta la historia del casi multimillonario a quién él llama: El hombre que abandonó demasiado pronto. Es la historia de un tío de R.U. Darby que atrapado por la fiebre del oro se fue al oeste a cavar y volverse rico. Él clavó una estaca y comenzó a trabajar con pico y pala. Después de varias semanas de esfuerzos, fue recompensado con el descubrimiento del brillante mineral. Necesitaba máquinas para poder sacar el oro a la superficie. Sin decir nada, cubrió la mina y regresó a su hogar en Williamsburg, Maryland, donde les contó a sus parientes y a unos pocos vecinos sobre su descubrimiento. Entre todos reunieron el dinero para las máquinas necesarias y lo enviaron a una fundición. Los resultados probaron que tenían una de las minas más ricas en Colorado. A medida que bajaba el taladro subían sus esperanzas.

Pero entonces pasó algo. ¡La veta de oro desapareció! Habían llegado al final del arcoíris y la olla con oro ya no estaba allí. Siguieron taladrando, tratando desesperados de volver a encontrar la veta, pero fue en vano. Finalmente decidieron dejar todo.

Le vendieron los equipos por unos pocos cientos de dólares a un chatarrero y subieron al tren para regresar a casa. El chatarrero llamó a un ingeniero en minas para analizar la mina y efectuar algunos cálculos. El ingeniero consideró que el proyecto había fracasado porque los propietarios desconocían las líneas de falla del terreno. ¡Sus cálculos mostraron que la veta se encontraba a menos de un metro de distancia del lugar donde la familia Darby había dejado de cavar!

No cometas el error de pensar que ya llegaste a donde necesitabas ir. Puedes ir más lejos.

Y exactamente allí la encontraron. El chatarrero se volvió increíblemente rico porque supo no abandonar demasiado pronto.

Este es un mensaje importante para el mes de elul, cuando nos preparamos para las Altas Fiestas. El último mes del calendario antes del año nuevo nos somete a grandes demandas: no cometas el error de pensar que ya llegaste a donde necesitabas ir. Puedes ir más lejos. No abandones la carrera antes de haber logrado todo lo que eres capaz de hacer.

Para muchos, la tragedia es detenerse demasiado pronto, como le ocurrió a Lonah Salpeter. Queda más tiempo en la carrera de nuestras vidas, tiempo para merecer los premios que Dios puede tener para nosotros como eventuales ganadores. Qué triste sería que ignoremos las profundas palabras de Thomas Edison: “Muchos de los fracasos de la vida se deben a que las personas no se dan cuenta qué cerca estaban del éxito cuando se dieron por vencidas”.

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