El arte del pensamiento positivo

5 min de lectura

El pensamiento negativo no solamente arruina una cena familiar, sino que incluso arruina vidas.

Ustedes probablemente también han tenido el sentimiento: El estar sentado en una cena familiar con abuelos, hermanos, primos y otros parientes, esperando con ansias compartir con tus hermanos quienes ya se han mudado lejos de casa tiempo atrás. La conversación va bien; todos se están riendo y recordando viejos tiempos.

Pero entonces, él empieza: el pariente que siempre tiene algo negativo que decir. Es la típica persona quejosa que tiene la palabra “descontento” escrita por toda su cara. En idish decimos que él tiene "farbissinerpanim". Nada es suficientemente bueno para él. Él trae a la conversación viejos dolores y rivalidades. La comida no es de su agrado. Se pelea con todos por todo. Se pone de mal humor. Rezonga en voz baja. Mira hacia otro lado mientras tú hablas. Y por supuesto, siempre tiene la razón y sabe cómo hacer las cosas de mejor forma.

La cena está arruinada. No puedes realmente decir qué es, pero te quedas con un gusto terrible en tu boca. Es el poder de lo negativo, el cual puede extinguir tus sentimientos positivos y ensombrecer toda la habitación.

Y si esta es la situación en una cena familiar, ¡Imagínate qué pasa cuando los niños crecen con padres que son pensadores negativos!

Heredar negatividad

Padres pesimistas crían niños a los que les falta autoestima. Encontrar errores, incluso en uno mismo, se transforma en algo instintivo para ellos. Estos niños están tan acostumbrados a escuchar pensamientos negativos que les es difícil ver el lado positivo de las cosas. El ser críticos y observar todo a través de un "mal ojo" se convierte en una forma de vida. Una actitud excesivamente puntillosa, comentarios sarcásticos y el golpearse el uno al otro contribuyen a que haya rivalidad y peleas entre los hermanos.

Los padres pesimistas crían niños a quienes les falta autoestima.

Cuando criamos niños con una actitud positiva, una actitud del tipo ‘puedo hacerlo’, ellos verán la vida a través de un buen ojo. En vez de decir que las cosas son imposibles, desagradables o de encontrar constantes problemas, estos niños tendrán una actitud positiva con respecto a esas cosas. Pero la actitud debe comenzar por nosotros.

¿Cuántas veces has salido de vacaciones y has puesto una cara de desagrado cuando te han mostrado tu habitación? ¿Qué hay de las veces que has ido a un restaurante y te has quejado constantemente por el servicio y por la comida que ordenaste? ¿Refunfuñas en el auto cuando regresan de una boda o una reunión familiar?

Estos son unos cuantos pequeños ejemplos de las interacciones diarias que moldean las visiones de mundo de nuestros hijos. Lo que nos cuesta trabajo reconocer es que realmente son estos pequeños momentos los que forman la actitud de nuestros hijos. Ellos están mirando, escuchando y absorbiéndolo todo. Entonces, es un derrame de pesimismo el que entra sigilosamente en los huesos de nuestro hogar. Pero podemos hacer una diferencia si decidimos ver los eventos que nos ocurren diariamente a través de un ojo más positivo; nuestros hijos percibirán nuestra actitud, como siempre lo hacen.

Alerta de insectos

Recientemente me pidieron hablar en una comunidad en las afueras de Nueva York. Era una de las muchas charlas que yo estaba dando en esa época. A medida que se aproximaba el día del evento, hablé con el coordinador del programa para repasar los detalles. Confirmamos que yo me quedaría en un hotel local y que volaría a casa a la mañana siguiente.

Esa noche me conecté a Internet para confirmar la reservación de hotel. Escribí el nombre del hotel, el cual era parte de una cadena muy conocida. Pero entonces, las palabras ALERTA DE INSECTOS aparecieron frente a mis ojos. Fotos, testimonios de primera fuente y comentarios horribles llenaron la pantalla de mi computadora. ¡Uf! ¿Qué debería hacer?

A medianoche decidí que en vez de volar a casa, encontraría una forma de conducir. Pese a que era lejos, aun era un viaje que podía hacerse en auto. Le envié un e-mail al coordinador del evento con mi nuevo plan y encontramos a alguien que me llevaría en ambos sentidos. Luego me informaron que el viaje normalmente demora cinco horas pero que con congestión vehicular tardaría siete.

¡¿Siete horas en auto en cada sentido?! Bueno, ya había tomado mi decisión y estaba comprometida a dar la charla. La mañana del gran viaje me desperté enferma. Tenía una tos seca y me dolía todo el cuerpo. Saber que estaría en un auto durante 14 horas no me ayudó a sentirme mejor. ¡Hablando de pensamientos negativos!

Salimos a las 11 AM para una charla que era a las 7 PM Me habían aconsejado agregar una hora extra en caso que hubiese mucha congestión vehicular. Yo no estaba exactamente con el ánimo más positivo.

Llegamos a destino a las 4 PM, ¡tres horas antes! Ahora mi mente realmente empezó a llenarse con pensamientos negativos.

¿Por qué pensaste que tenías que salir tan temprano?

¿Por qué tenías que venir en auto?

¿Que vas a hacer ahora por tres horas? ¡Podrías estar en casa todo este tiempo!

Y entonces me di cuenta que estaba haciendo exactamente aquello que uno no debería hacer. Estaba pensando negativo.

¿Qué hay del hecho de que había llegado sin encontrarme una congestión vehicular terrible? ¿Qué hay del reconocer la bondad de Dios en permitirme llegar a mi destino sana y salva? ¿Qué hay del hecho de que estaba a punto de dirigirme a una maravillosa comunidad que se había puesto en contacto conmigo y gentilmente me habían invitado a hablar?

Decidí dar un giro. No más pensamientos negativos. No más contemplar el día a través de observaciones negativas. Pensamientos positivos comenzaron a llenar mi mente. Me apoderó un sentimiento de paz.

Esa noche me encontré con un grupo especial de individuos. Eran calidos e incitantes. Estaban llenos de preguntas profundas y preocupaciones; queriendo criar niños con carácter y alma. Me emocionó la comunidad y me sentí privilegiada de estar ahí.

Lugo de la charla, comenzó el regreso a casa. Sentía que se cerraban mis ojos. Deben haber sido las 1 a.m. cuando me despertó el fuerte estruendo de una sirena. ¿Era posible acaso que la policía nos estuviera deteniendo?

"Esto es justo lo que necesito", balbució el conductor. "Estos policías estatales son los más duros. Me van a otorgar una multa terrible”.

"Pensemos positivo", dije, mientras el policía se acercaba al auto.

No quería rendirme con la actitud de “pensamiento positivo” que había logrado esa noche.

"¿Pensar positivo?" refunfuñó el conductor. "¿Qué puede ser positivo de que un policía estatal me de una multa?".

"No te preocupes", dije confiadamente. "Verás que todo saldrá bien".

Él balbució algo ininteligible en voz baja.

Cuando vemos la vida a través de un lente positivo podemos soportar los problemas diarios que podrían fácilmente desalentarnos.

El oficial se acercó al auto. Pidió solemnemente la licencia y el registro, y se llevó los papeles a su auto. Unos minutos después, regresó corriendo y tiro los documentos por la ventana abierta de nuestro auto.

"Me acaban de llamar por una emergencia enorme. No tengo tiempo. Tome esto como una advertencia".

No quise decir "te lo dije", pero dentro de mí sabía muy bien que el tener un pensamiento positivo es la forma correcta de vivir.

Por supuesto que habrá momentos en que sí recibiremos la multa, nos encontraremos parados en una gran congestión vehicular o las cosas no saldrán como nos gustaría. Pero al menos sabemos que cuando vemos la vida a través de un lente positivo les estamos entregando a nuestros hijos las herramientas para que puedan reconocer las bendiciones que hay en la vida. Se vuelve más fácil soportar los problemas diarios que podrían fácilmente desalentarnos. En vez de quejarse constantemente, ellos pueden utilizar su actitud positiva para hacerse conscientes de lo bueno, desarrollar un espíritu alegre y crear lazos con familia y amigos, los que serán sus tesoros más grandes en la vida.

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