El programa de los 12 pasos: Una visión judía

02/02/2024

6 min de lectura

¿Qué opina el judaísmo sobre el programa de los 12 pasos para dejar atrás una adiccion?

Los programas de 12 pasos han sido un método muy efectivo para superar el sufrimiento que causan una serie de adicciones —alcohol, drogas, comida, apuestas, sexo— y muchas otras. He escuchado que hay voces disidentes sobre cuán apropiados son estos programas para los judíos observantes, por lo que me gustaría traer un poco de claridad al tema.

Dado que la mayoría de las reuniones se realizan en sótanos o salones de iglesias, algunas personas creen que son programas cristianos. La triste realidad es que muy pocas sinagogas se han ofrecido para reuniones de estos programas. Y dado que las adicciones han afectado seriamente a muchos judíos, sería una mitzvá para las sinagogas abrir sus puertas a las reuniones.

Podría argumentarse que el primero de los programas de los 12 pasos, el famoso Alcohólicos Anónimos, fue el resultado de un grupo cristiano. Esto es cierto. Sin embargo, como veremos, el contenido de los programas de 12 pasos no sólo es compatible con la Torá, sino que incluso pareciera haber sido sacado de fuentes de Torá. No logro entender cómo el fundador de Alcohólicos Anónimos, Bill Wilson, tuvo acceso a conceptos que encontramos en los escritos del Talmud y en los tratados de musar (crecimiento personal). El hecho de que hayan sido adoptados por un grupo cristiano no los descalifica, al igual que la plegaria de la kedushá en la amidá no se vio descalificada por su adopción en la plegaria católica del “padre nuestro”.

Veamos ahora los 12 pasos:

Paso #1: Admitimos que fuimos impotentes ante nuestra adicción, que nuestras vidas se habían vuelto incontrolables

Este paso es crucial para poder comenzar el programa de los 12 pasos. Primero que todo, debemos admitir que tenemos un problema, que este problema está dañando nuestra vida, y que no podemos controlarlo.

Paso #2: Llegamos al convencimiento de que un Poder más grande que nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio

Esta es, esencialmente, la declaración talmúdica (Kidushin 30b) que dice que el iétzer hará (la inclinación hacia el mal) de la persona se fortalece cada día, y que si no fuese por la ayuda de Dios uno no podría soportarla. En otras palabras, sin la ayuda de Dios somos impotentes ante el iétzer hará. De hecho, el Talmud relata que dos de nuestros más rectos rabinos fueron tentados por el Satán y, estando realmente en el proceso de someterse al pecado, fueron salvados sólo por la intervención de Dios (Kidushin 81a).

El Talmud se refiere al pecado como una locura temporal (Sotá 3a). Así, tal como somos incapaces de resistir la tentación al pecado sin la ayuda de Dios, de la misma forma, el alcohólico es incapaz de resistir la tentación a beber, y sólo un Poder más grande que uno mismo (que definimos como Dios) puede prevenir el comportamiento irracional.

Paso #3: Decidimos dejar el control de nuestra voluntad y de nuestras vidas en manos de Dios, según nuestro propio entendimiento de Él

La frase "según nuestro propio entendimiento de Él" ha sido una fuente de confusión. En un comienzo, tenía el objetivo de evitar una referencia directa a la deidad de cualquier religión en particular. El judío debería decir: "Decidimos dejar el control de nuestra voluntad y de nuestras vidas en manos de Hashem". Este paso expresa dos conceptos de Torá: 1) Deja de lado tu voluntad a favor de la de Hashem (Ética de los Padres 2:4), y 2) "Deja tu carga sobre Dios, y Él te sustentará" (Salmos 55:23).

Paso #4: Sin miedo, hacemos un minucioso inventario moral de nosotros mismos

La literatura judía clásica se refiere en reiteradas ocasiones a la importancia del jeshbón hanéfesh, un 'recuento personal' que no podría ser expresado de mejor manera que "un minucioso inventario moral sobre nosotros mismos hecho sin miedo". Realmente debe ser hecho sin miedo, porque hace falta un gran coraje moral para hurgar honestamente en nuestro interior y para confrontar partes de nuestro carácter y nuestra personalidad cuya existencia podríamos no querer reconocer.

Al hacer un inventario moral, debemos hacer una lista tanto de nuestras fortalezas como de nuestras debilidades, tanto de nuestros méritos como de nuestras faltas, porque sólo así podremos alcanzar un verdadero conocimiento de nosotros mismos. Si una persona no es consciente de sus faltas, no sabe lo que debe corregir. Sin embargo, una persona que no está consciente de sus fortalezas de carácter está en una situación aún peor, ya que desconoce las herramientas que posee para vivir una vida adecuada.

Paso #5: Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano la naturaleza exacta de nuestros errores

Este paso ha sido malinterpretado como que fuese una referencia a la confesión católica. No lo es. En su Guía para el buen vivir, el Rebe Elimélej de Lizensk dice que una persona debería hacerse de un amigo de confianza, con quien pueda admitir todo lo que ha hecho, incluso los pensamientos y deseos objetables que ha tenido. Verbalizar todo esto rompe las amarras del iétzer hará, la inclinación hacia el mal.

Paso #6: Estamos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos libre de todos nuestros defectos

Debemos estar dispuestos a dejar que Dios nos ayude y nos libre de nuestros defectos para poder continuar y pedirle honestamente Su ayuda.

Paso #7: Humildemente Le pedimos que nos libere de nuestros defectos.

Generalmente podemos controlar nuestro comportamiento, pero es posible que tengamos poco o ningún control sobre nuestros sentimientos. Es claro del Talmud que nacemos con determinadas características de personalidad, algunas de las cuales podemos sublimar y redireccionar hacia objetivos positivos. Sin embargo, es posible que no seamos capaces, por medio de nuestros esfuerzos, de extirpar algunos rasgos indeseables.

El piadoso Jafetz Jaim era conocido por rezar fervientemente, derramando sus lágrimas frente al Arca de la Torá, para que Dios lo aliviase de sus sentimientos de ira. El Jafetz Jaim nunca exhibió ira, porque estaba en control de su comportamiento, pero eso no podía evitar que sintiera enojo, y rezaba para que Dios lo aliviara de eso.

Obviamente, debemos cumplir con nuestra obligación de intentar eliminar nuestros rasgos de personalidad que son objetables, y así es como estaremos "preparados para que Dios quite todos esos defectos de carácter". Una vez que uno ya ha removido todo lo que está en su poder, entonces se le puede "pedir a Dios que elimine nuestros defectos".

Paso #8: Hacemos una lista de todas aquellas personas a quienes hemos ofendido y estamos dispuestos a reparar el daño que les causamos.

Esta lista es fundamental ya que nos ayuda a tomar conciencia de cuántas personas hemos dañado. Hacer la lista nos hace asumir responsabilidad por el daño que les hemos causado.

Paso #9: Reparamos directamente el mal causado a estas personas cuando nos sea posible, excepto en los casos en que el hacerlo les hubiere infligido más daño, o perjudicado a un tercero.

El Talmud dice que pese a que los pecados de una persona son perdonados en Iom Kipur, esto no aplica a ofensas cometidas en contra de otra persona. El perdón Divino se da sólo si uno ha buscado genuinamente el perdón de la persona que uno dañó u ofendió.

Es interesante notar que hay una diferencia de opinión entre los especialistas en ética respecto a si una persona debería buscar hacer las paces si al hacerlo incomodará a la víctima o no. Un hombre me pidió que lo perdonase por haber divulgado un rumor malo sobre mí. Yo lo perdoné, pero hubiese preferido que no me lo dijese, porque ahora me preocupo por los malos rumores sobre mí que pueden estar circulando.

En tales casos, Rabí Israel Salanter dijo que es mejor no pedir perdón, porque hacerlo lastima a la persona. Sin embargo, el Jafetz Jaim dijo que uno igualmente debe disculparse. Me divirtió el hecho de que Bill Wilson, el fundador de Alcohólicos Anónimos, se inclinase más hacia la opinión de Rabí Israel Salanter.

Paso #10: Continuamos haciendo nuestro inventario personal, y cuando nos equivocamos, lo admitimos inmediatamente.

En su libro Alei Shur, Rav Shlomo Wolbe dice que uno debería llevar una libreta constantemente consigo, y que en ésta debiese registrar los eventos de naturaleza moral o ética para revisarlos al final del día.

Es imposible hacer suficiente énfasis en "cuando nos equivocamos, debemos admitirlo inmediatamente". La tendencia natural es defender un error y racionalizarlo; hacerlo es un grave error. Los eventos políticos recientes han probado que los "encubrimientos" no funcionan. Se obtienen resultados mucho mejores si se supera la tendencia a defender el error y se admite la equivocación inmediatamente.

Paso #11: Buscamos, por medio de la plegaria y la meditación, mejorar nuestra relación consciente con Dios, y le pedimos tan sólo la capacidad para reconocer Su voluntad y las fuerzas para cumplirla.

La literatura clásica judía está repleta de este principio.

Paso #12: Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a otras personas y a practicar estos principios en todas nuestras acciones.

La Torá nos enseña que tenemos una obligación de responsabilidad mutua el uno por el otro. Hay una mitzvá de dar reprimenda por un comportamiento inapropiado. De hecho, si uno tiene la posibilidad de influenciar de manera positiva a otra persona y no lo hace, uno es considerado como responsable de las malas acciones de la otra persona.

El Talmud dice que hay un versículo del cual depende toda la Torá: "Conoce a Dios en todos tus caminos" (Proverbios 3:6). La Torá rechaza la idea de "Dale a Dios lo que es Suyo y al César lo que es suyo". No tenemos dos estándares, uno para la religión y otro para lo secular. Estamos obligados a practicar los principios de la Torá en "todos nuestros asuntos".

¿Son kósher los 12 pasos? Yo creo que sí, y que cumplen con los estándares más altos.

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