El milagro de respirar

3 min de lectura

Janucá nos recuerda cuán agradecidos debemos estar porque todo funciona.

No había estado en una Unidad de Cuidados Intensivos desde mis años de residencia, y no lo había extrañado ni siquiera un poco. Pero después de una inesperada serie de eventos, acabo de pasar casi una semana entrando y saliendo de una Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales. El único sonido más elevado que los bips de cientos de monitores y bombas de infusión eran los llantos de los padres, que hubieran preferido estar en cualquier otro lugar del mundo menos allí. Con el apoyo de mi familia, amigos y rabinos, cada día viví profundos milagros y vi a mi hijo recuperarse de un traumático nacimiento.

Durante este desafiante período, un buen amigo mío fue a pedir una bendición para mi familia a un importante rabino en Israel, llamado “El Rentgen”. Este sagrado rabino le dijo a mi amigo: “Estamos en el mes judío es kislev, el mes de Januca, y el mes de milagros para el pueblo judío. Esta familia vivirá grandes milagros este mes”. Estoy tremendamente agradecido por haber vivido milagros revelados, lo cual consecuentemente me ha llevado a volver a explorar una pregunta fundamental sobre el Festival de las Luces.

El Talmud (Shabat 21b) enseña que Januca marca el milagro que ocurrió cuando el ejército judío reconquistó Jerusalem. Ellos encontraron un único frasco de aceite no contaminado, listo para ser usado para encender la Menorá en el Templo Sagrado. Esta pequeña cantidad de aceite duró ocho días completos hasta que pudo prensarse aceite nuevo para la Menorá. Sin embargo, si el aceite era suficiente para un solo día, ¡entonces sólo siete días fueron milagrosos, dado que el combustible para el primero ya estaba garantizado!

La respuesta es que en realidad todo es un milagro, incluyendo el aceite que arde de la forma en que estamos acostumbrados.

Debido a la monotonía de nuestra rutina diaria, la mayoría de nosotros da por sentado las cosas más básicas. Pero nunca debemos olvidar que a pesar de que muchos de nosotros respiramos sin dificultad, esto no siempre es el caso para todos.

En el caso de nuestra familia, en el primer día estábamos agradecidos de que nuestro pequeño bebé estuviera vivo, a pesar de que necesitaba un respirador. En el segundo día estábamos agradecidos porque respiraba por cuenta propia. En el tercer día porque ya no tenía convulsiones. En el cuarto día porque ya no tenía infecciones. En el quinto día estábamos agradecidos por un IRM perfecto. En el sexto día porque bebía de una mamadera. Y en el séptimo por dejar la Unidad de Cuidados Intensivos sin ningún problema respiratorio y con perfecta salud.

Con una fe inquebrantable en que Dios nos haría salir juntos y sanos de este desafío, me he vuelto cada vez más agradecido por todo lo que he recibido. Cuando la gente me pregunta cómo me he sentido, respondo: “Cada día es el mejor día de mi vida”. Y esto es especialmente cierto después de haber pasado un tiempo en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales.

Janucá es el momento perfecto para pensar en lo milagroso que es que todo funcione como esperamos que lo haga. El aceite arde en la janukiá, las estufas mantienen calientes nuestros hogares en invierno, y el refrigerador mantiene frescos nuestros alimentos. El sol sale cada mañana, la gravedad evita que flotemos en el aire y las fuerzas electromagnéticas evitan que nos desintegremos. Entonces, cuando enciendas las velas con tu familia, amigos y seres queridos este Januca, aprende de mí el gran milagro que es que todos estemos respirando. Recuerda ser agradecido.

Este artículo está dedicado a mi hijo Janán Yehudá Yosef Jaim ben Yaakov Lev y a mi esposa Tova bat Sara. Está escrito con un profundo aprecio por Rav Naftalí Beir del Kólel de Greater Boston.

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.