Justin Bieber y Ana Frank

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Déjenlo tranquilo. ¿Cuántas otras estrellas de pop pasan su tiempo libre aprendiendo sobre el Holocausto?

Poder venir aquí es verdaderamente inspirador. Ana fue una niña maravillosa. Ellas quizás hubiera sido una ‘belieber’ (nombre de las fans de Justin Bieber)”.

Ya todos conocen el comentario de Justin Bieber en el libro de visitas de la Casa de Ana Frank. En su ajetreada gira europea, Bieber tuvo un día libre – "un día de relajación", como lo llama él – y lo pasó en parte visitando el museo dedicado a Ana Frank, una niña judía que se ocultó con otros siete judíos en el ático de un edificio de oficinas de Ámsterdam.

Ana entró a los cuartos secretos del ático en 1942, cuando tenía 13 años, y se escondió allí con su familia y otras personas durante más de dos años, sin volver a salir al exterior, viviendo en silencio y con el terror constante de ser descubierta. Ese momento eventualmente llegó, una mañana de 1944, cuando el anexo secreto fue allanado. Ana registró su vida a escondidas en un diario íntimo, y su Diario de una Niña, publicado después de su muerte a los 15 años en Bergen Belsen, ha vendido 30 millones de copias y se convirtió, quizás, en el texto más representativo del Holocausto.

Después de la visita de Bieber, el Museo posteó sus comentarios en una página de Facebook. La reacción – especialmente ante la declaración de Bieber de que Ana Frank hubiera sido una "belieber" (forma en que a menudo se denomina a sus fans) – fue inmediata. El comentario más popular en la página de Facebook del Museo da una idea del tono general de la reacción: “Pobre chico, después de hacer un esfuerzo para visitar el museo, no fue lo suficientemente maduro como para dejar de ser extremadamente egocéntrico por un instante y hacer un comentario como ese”. Rápidamente emergió un consenso en la blogósfera y en las noticias alrededor del mundo: Bieber no entendió el significado del museo. Fue tosco. Fue egocéntrico. Vano y superficial.

Pero, entre todo el criticismo, también se le puede adjudicar otra palabra al cantante: inspirador.

De hecho, desde una perspectiva judía, las acciones de Bieber ese día no fueron la impronta de un joven inmaduro y egocéntrico, sino lo opuesto. Fueron la impronta de una persona que está creciendo y avanzando en una dirección positiva. ¿En qué sentido?

El judaísmo nos alienta a desafiarnos. Más allá de la situación de vida en la que estemos, siempre hay nuevas alturas a las que podemos aspirar: niveles más elevados de conocimiento y carácter que podemos esforzarnos para adquirir.

Una plegaria que es recitada tradicionalmente por los judíos de todo el mundo cada mañana le pide a Dios que nos ayude a superar las tentaciones de ese día: lograr dominar nuestras naturalezas más animales. La plegaria reconoce que tenemos muchas elecciones en cada día. Cada día, más allá de la situación de vida en la que estemos, nuestra educación o nuestro estilo de vida, todos somos desafiados con momentos en los que podemos tomar el camino fácil, o esforzarnos y crecer.

Esto no siempre es un proceso agradable. Puede ser difícil, puede ser confuso. Admitir que no sabemos algo o andar a tientas buscando las palabras que necesitamos para entender conceptos nuevos puede ser doloroso. Puede que hacer preguntas simples, o ni siquiera saber qué preguntas hacer, sea doloroso. Pero, como los maestros le dicen a los estudiantes en el primer día de clases, no hay tal cosa como una pregunta tonta. Porque sin preguntas simples, nunca podríamos embarcarnos en el aprendizaje de algo nuevo.

¿Qué tiene que ver esto con Justin Bieber y su infame comentario?

Hubiese sido entendible – y hasta natural – que el cantante pasara su preciado “día de relajación” en su suite del hotel, o disfrutando algunas atracciones de la ciudad. Elegir visitar el Museo de Ana Frank sugiere que Bieber se estaba exigiendo a sí mismo: se estaba exigiendo para expandir sus horizontes, para aprender algo, para experimentar algo nuevo, en lugar de pasar su tiempo tomando el camino más fácil.

Sí, sus comentarios en el libro de visitas del museo fueron torpes. Pero al menos fueron escritos por un hombre que ese día se estaba desafiando a sí mismo para experimentar algo nuevo, un hombre que pasó una hora confrontando algunos de los horrores del Holocausto.

La visita de Bieber a la Casa de Ana Frank no sólo lo desafió y lo educó, también ayudó a abrir un diálogo y a educar a muchos de sus fans. En toda la cobertura de la prensa que recibieron sus comentarios, algunos de sus fans twitearon que no sabían quién era Ana Frank. Un infame estudio encontró que un tercio de los norteamericanos estaba abierto a la idea de que el Holocausto nunca ocurrió. Al llamar la atención hacia Ana Frank y su historia, el intento de Bieber de educarse a sí mismo repercutió en otros también, e incitó a algunos de sus fans a aprender más sobre el Holocausto. ¿Cuántas otras estrellas de pop pasan su tiempo libre aprendiendo sobre el Holocausto?

De acuerdo al pensamiento judío, se dice que Dios nos juzgará en la forma en que nosotros juzgamos a los demás. Si somos demasiado estrictos con los demás, entonces Dios nos juzgará con estándares rigurosos. Y si les damos a otros el beneficio de la duda – si asumimos que tienen buenas intenciones y que están tratando de crecer – entonces Dios asumirá lo mismo de nosotros.

Quizás, mientras estaba visitando la Casa de Ana Frank, Justin Bieber se cruzó con una cita muy conocida del Diario de una Niña: "A pesar de todo", escribió Ana Frank, "Sigo creyendo que la gente tiene buen corazón". Y esta ciertamente es una suposición que podemos extender hasta el Sr. Bieber también.

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