La joven que salvó la vida de cientos de pasajeros

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Todos le dijeron que se sentara, pero Mussie Weinfeld insistió en que había algo mal con el avión.

¿Cuán lejos irías para defender lo que consideras correcto? ¿Soportarías gritos, amenazas y hostilidad? ¿Serías capaz de ignorar las burlas y el ridículo, o incluso de desobedecer órdenes directas, insistiendo en que tienes razón?

Ese fue el desafío que enfrentó Mussie Weinfeld en un vuelo de Tel Aviv a Nueva York, mientras se preparaba para volver a casa después de pasar un Pésaj especial en Israel. La maestra de 22 años de Brooklyn debía viajar en un vuelo de TransAero que estaba programado para despegar desde el aeropuerto de Ben Gurión la noche del sábado 11 de abril de 2015, el cual volaría rumbo a Nueva York vía Moscú. Pero cuando llegó a su asiento de ventanilla, algo le pareció extraño.

“Había un ruido muy fuerte y extraño de mi lado del avión. Quizás estaba sugestionada por los acontecimientos recientes de [accidentes de] aviones y me sentía incómoda por ello”, recuerda Mussie. También pensó que el ala del avión se veía extraña. Preocupada, Mussie compartió sus ideas con pasajeros que estaban sentados a su alrededor. Sin embargo, como dijo Rav Kalman Weinfeld, padre de Mussie: “Se rieron de ella y dijeron que el ruido provenía de los motores”.

En ese momento, el avión comenzó a dirigirse hacia la pista. “Cuando el avión comenzó a moverse, me asusté aún más”, recuerda Mussie, “y me dije a mí misma que debía hacer algo”. Se desabrochó el cinturón y se paró. Como contó su padre, “las azafatas, que ya estaban sentadas y con el cinturón abrochado, le instruyeron que volviera a su asiento. Cuando les contó sus preocupaciones sobre el avión ellas también se rieron. Mussie insistió en que no viajaría en el avión si no lo chequeaban”.

Las azafatas amenazaron a la joven, gritándole que volviera a su asiento, pero Mussie se negó. “Dije que no me quería sentar, que quería que se ocuparan del tema. Luego, cuando volví a mi asiento, todo el mundo se desabrochó el cinturón. Para entonces ya nadie quería despegar”.

El avión volvió a la puerta para —de acuerdo al anuncio de los oficiales de la aerolínea— realizar un chequeo de seguridad de 45 minutos. Sin embargo, casi dos horas después, se hizo evidente que no era seguro que el avión volara, y se les pidió a los pasajeros que retornaran al aeropuerto al día siguiente para volar a casa en otro avión. Resultó ser que Mussie tenía razón: había un problema en el ala. Las tablas de sincronismo de los bordes de las alas, que facilitan el movimiento correcto del avión, estaban rotas. TransAero insistió más tarde en que estaban en el proceso de detectar el problema justo antes de despegar.

Al darse cuenta que la joven maestra del avión los había salvado de una posible tragedia, muchos de los pasajeros que horas antes se habían burlado de Mussie y le habían gritado, se dirigieron a ella y, como dijo su padre, “le agradecieron profundamente por salvar sus vidas”.

Mussie fue modesta sobre su rol: “Todo el mundo se sintió agradecido porque, al menos, no despegamos con ese avión”, dijo con simpleza.

¿Cuántos de nosotros hubiéramos estado a la altura de semejante presión y ridículo social? Al insistir en que verificaran lo que le preocupaba, Mussie Weinfeld personificó la frase de Hilel: “En donde no hay líderes, lucha por ser un líder” (Ética de los Padres 2:6). Todos tenemos la responsabilidad de levantarnos y hacer lo correcto, de ir incluso en contra de la multitud para que nuestra voz sea oída, a pesar de las burlas y el ridículo.

Ya sea que TransAero haya estado al tanto del desperfecto (como afirman) o no, sin dudas Mussie Weinfeld demostró una tenacidad destacable al rehusarse a volver a su asiento, desobedeciendo las órdenes de las azafatas y desconfiando de quienes deberían haber sabido mejor que ella.

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