Si quieres, puedes

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Las enseñanzas del judaísmo sobre la fuerza de voluntad.

Si partimos de la premisa de que todos tenemos las herramientas para enfrentar los desafíos de nuestras vidas, cabe preguntar: ¿Por qué uno puede sentirse agotado, frustrado y desgastado al llevar su vida?

A través de la historia hemos visto que personas sin recursos, sin educación previa, han logrado revolucionar modelos de pensamiento, industrias enteras e incluso naciones. El poder de la voluntad es muy grande. La persona que tiene voluntad consigue la solución a cualquier problema. La persona que tiene voluntad está convencida de que encontrará un camino para salir victorioso en su emprendimiento. Él sabe que, si no hay un camino, él deberá construirlo. Siendo así, me pregunto, ¿por qué la gente anda por la vida con cara de desánimo? ¿Por qué la vida resulta tan pesada y difícil para tanta gente? ¿Por qué hay tanta gente que vive resignada a la mediocridad? Creo que la respuesta es obvia: ¡falta de voluntad!

El poder de la fuerza de voluntad

Cuando hablamos de voluntad nos referimos a la fuerza de voluntad. Una facultad del alma con la que se decide actuar en un determinado sentido. La fuerza de voluntad es la capacidad de uno para dirigir sus propias acciones con libertad. Yo no sé a ustedes, pero a mí esto me suena como un arma de potencia atómica. ¡Cada persona tiene consigo una fuerza que le permite dirigir sus acciones con libertad!

El poder que tiene la fuerza de voluntad es impresionante. Una persona puede vencer sus más bajos instintos gracias a la fuerza de voluntad. Una persona puede salir de una terrible depresión gracias a la fuerza de voluntad. Una persona puede deshacerse de adicciones y malos hábitos gracias a su fuerza de voluntad. Una persona que aprende a despertar su fuerza de voluntad es capaz enfrentarse a sus miedos, es capaz de atreverse a hacer cosas que consideraba imposibles, es capaz de actuar y avanzar a pesar de la incertidumbre y la crítica. El poder de la fuerza de voluntad es indetenible.

La primera vez que la Torá expresa esta idea ocurre en medio de un relato muy interesante. Los primeros hermanos en la historia de la humanidad, Caín y Evel preparan una ofrenda de sus posesiones a Dios. Caín, el mayor, ofrece de primero. Y Evel, el menor, ofrece de segundo. Dios recibe con amor la ofrenda de Evel la cual era de lo mejor de su ganado, pero no recibe la ofrenda de Caín por ser de menor calidad. Esta decepción genera en Caín sentimientos de ira y depresión. Dios intenta consolar a Caín diciéndole:

¿Por qué estás iracundo y por qué está decaído tu semblante? ¿Acaso no sabes que si haces el bien obtendrás fuerzas? Pero si no haces el bien, tu enemigo estará esperándote en la puerta para acabar contigo. Eso sí, tú puedes gobernarlo.[1]

La Torá nos enseña de forma clarísima (pues el propio Dios se lo dice a Caín) que uno puede dominar a su enemigo interno. Esos sentimientos de ira y tristeza que gobernaron a Caín, y que son letales para cualquier persona, no son invencibles, uno tiene la fuerza para vencerlos.

¿Conoces a tu enemigo?

Dios le dice a Caín Tú puedes gobernarlo, refiriéndose a un enemigo interno, al causante de su pecado. ¿Quién es ese enemigo? ¿Podemos tratar de definir las cualidades y armas que usa ese archienemigo o “instinto del mal” del que tanto se habla? Tratemos de entender quién es el enemigo, desde una perspectiva psicológica. En el mundo del coaching y la psicología se habla de que la mente de una persona puede ser su peor enemigo o su mejor amigo, la pregunta es ¿de qué depende?

Para comenzar a abordar este fascinante tema debemos entender la naturaleza de la mente humana. Quizás para algunos será un poco incomodo escuchar esto, pero debemos ser sinceros. Tu mente no está diseñada para hacerte feliz ni para proveerte de creatividad, riquezas, amor o realización personal. Esas maravillas serán el resultado de un extraordinario trabajo personal, de una definición clara de tu propósito individual en la vida, de la internalización de ese propósito y de la capacidad para asociar todas las áreas de tu vida a ese propósito y generar cooperación.

Tu mente, per se, solamente busca protegerte. La mente humana está diseñada para proteger a la persona de cualquier peligro que pueda representar una amenaza para su supervivencia. Para lograr esta protección, el hombre fue dotado de un sistema de alarma super sofisticado, capaz de detectar de forma instintiva cualquier indicio de peligro.

No solamente eso, sino que, una vez detectado el posible peligro, ese mismo sistema activa una especie de alarma generalizada en todo el organismo que pone a éste en alerta y lo predispone a reaccionar frente al peligro. Esto incluye la segregación de hormonas relacionadas con la tensión y reacción acelerada de los músculos (como la adrenalina y el cortisol).

Además, este estado de alerta suprime gran parte de las actividades que no sean indispensables para sobrevivir —como por ejemplo la digestión— pasándolas a un segundo plano.

Adicionalmente, coloca los cinco sentidos en óptimo funcionamiento y lleva grandes cantidades de hormonas y de sangre a las piernas —para correr— y a las manos —para defenderse—. Todo un mecanismo de defensa que abarca prácticamente todo el organismo de una persona y que se pone en acción incluso antes de que uno pueda siquiera pensarlo. Por eso es un mecanismo instintivo.

Resulta, pues, que el primer freno u obstáculo al cual nos enfrentamos todos es el miedo. El miedo a lo desconocido, a lo nuevo, al cambio, incluso a algo mejor. El miedo es la herramienta de nuestra propia mente tratando de resguardarnos de cualquier posible peligro o amenaza.

La pregunta es ¿una persona puede lograr aprender algo nuevo si se deja llevar por su “miedo protector? ¡Por supuesto que no! Ningún avance personal o social puede darse mientras el miedo sea el actor principal. Vemos que el miedo es un agente paralizador ante cualquier elemento desconocido, por lo tanto, la primera batalla que uno debe librar para avanzar y crecer en cualquier área de su vida es actuar a pesar del miedo. Para eso hace falta muchísima fuerza, esa fuerza que llamamos voluntad.

[Si Dios quiere continuaremos con el tema en próximos artículos...]

Publicado originalmente en el Blog de Alex Corcias

Dedicado para la pronta y total recuperación de Aló bat Hanna. Y en memoria de la Sra. Rajel bat Perla z”l.


NOTAS:

[1] Basado en Bereshit 4:3-7 según Rashi, Ramban y Sforno.
 

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