Toma el control de tu vida

5 min de lectura

Cómo dejar de ser una víctima y alcanzar la felicidad.

Una simple frase que me dijo una sagrada mujer cuando yo tenía 37 años de edad, cambió mi vida por completo.

Después de vivir durante 15 años en un áshram indio, vine a Israel para investigar sobre mis raíces judías. Una amiga que estaba editando un libro me pidió que escribiera un capítulo sobre “Las mujeres sagradas de Israel”. Mi investigación me llevó a un asentamiento rural en el Valle Jezreel para conocer a la rabanit Jaia Sara Kramer. Me habían dicho que era una sobreviviente del Holocausto. A los 20 años la habían llevado a Auschwitz, donde toda su familia fue asesinada en la primera noche. Jaia Sara fue mantenida con vida para ser utilizada en experimentos por el conocido Dr. Yosef Mengele. Ahora yo estaba sentada frente a ella, en una mesa ruinosa, comiendo pepinos y queso artesanal, entrevistándola sobre su vida y, particularmente, sobre el Holocausto.

—Auschwitz no era un mal lugar —me dijo.

—¿Qué? —Estaba segura de haberla escuchado mal. Le pedí que repitiera la frase.

—Auschwitz no era un mal lugar —repitió claramente—. Había un grupo de mujeres religiosas allí. Nos quedamos juntas. Y todas las mitzvot (mandamientos) que podíamos respetar, las respetábamos. Por ejemplo, una niña llevaba la cuenta de los días para que siempre supiéramos cuándo era Shabat y, cuando era posible, evitábamos hacer alguna clase de labor prohibida. Recitábamos bendiciones por la comida, por más escasa que fuera.

Malo y bueno no tiene nada que ver con lo que te pasa a ti. Lo único que importa es lo que emana de ti.

 

La mujer sagrada clavó sus ojos azules en mí: —Un lugar malo es un lugar en donde los judíos pueden observar mitzvot, pero no lo hacen.

Con eso, invirtió todo mi entendimiento de la realidad. De acuerdo a ella, malo y bueno no tiene nada que ver con lo que te pasa a ti. Lo único que importa es cómo reaccionas ante ello.

Hasta ese momento, un buen día para mí era un día en el que recibía un inesperado (y gran) cheque en el correo, en el que alguien me alababa o, cuando iba tarde a una cita, encontraba todos los semáforos en verde. Un mal día, por otro lado, era cuando se rompía el lavarropas, cuando alguien me insultaba o cuando perdía una cita importante porque quedaba varada en el tránsito.

Sin embargo, de acuerdo a la definición de la rabanit Jaia Sara, malo y bueno aplicaban sólo a las acciones y reacciones de la persona. Dejé su cabaña imaginando un sistema de cañería espiritual con dos caños pegados a mí. Uno era la cañería de entrada, por donde pasaba todo lo que me ocurría, incluyendo las palabras agresivas de los demás y las acciones indiferentes, la lluvia que arruinó el picnic, el cheque gordo (o la factura gorda) que llegaba por correo, ganar un concurso o perderlo y hasta resfriarse o doblarse el tobillo.

A partir de ese día, mi enfoque pasó a estar en la evaluación constante de la cañería de entrada a analizar cuidadosamente lo que pasaba por la cañería de salida. Cuando alguien me hablaba con rudeza, en lugar de enfocarme en su molesto comportamiento, me enfocaba en mi reacción. ¿Debería despedazarlo con mi filosa lengua? ¿Debería ponerlo en su lugar con una catarata de comentarios críticos? ¿Debería tratar de entender por qué actúa así? ¿Debería dejar que me arruine el día o debería dejarlo pasar? Ya no era la víctima de las duras circunstancias. Podía elegir mi reacción. Desde una perspectiva espiritual, lo realmente importante era la cañería de salida, no la de entrada.

Lo que la mayoría de las esposas realmente quiere

25 años después… Comencé a dar mi seminario online sobre matrimonio para Aish. Les pedí a los participantes que enviaran sus “preguntas más importantes de matrimonio”.

La mitad de las preguntas eran alguna variación de “¿Cómo hago para cambiar a mi marido?”. Por ejemplo:

  • ¿Cómo hago que mi marido deje de comer tanto y comience a perder peso?

  • ¿Cómo hago para que mi marido, quien es adicto a su computador, lo apague y se vaya a dormir a una hora razonable?

  • ¿Cómo hago para que mi marido le preste más atención a los niños?

  • ¿Cómo hago para que mi marido me escuche cuando le hablo?

  • ¿Puedo hacer que mi marido sea menos descuidado?

Durante la primera sesión, arriesgándome a perder a mis potenciales estudiantes, tenía que decirles la verdad. El principio más importante que hay detrás de mi seminario es: La única persona a la que puedes cambiar es a ti mismo (pero si te cambias a ti mismo, cambiarás tu matrimonio).

Les expliqué el concepto de la cañería de entrada y cañería de salida. “La cañería de salida se refiere a tus propios pensamientos, palabras y acciones. La cañería de entrada se refiere a todo lo demás”.

Tienes 100% control sobre tus pensamientos, palabras y acciones. Tienes 0% control sobre todo lo demás.

 

Luego les revelé esta trascendental verdad: Tienes 100% control sobre la cañería de salida —tus pensamientos, palabras y acciones—. Tienes 0% control sobre todo lo demás.

No me sorprende, como me dicen las mujeres quejándose, que hayan tratado de poner a sus maridos en dieta por 30 años y no lo hayan logrado. No me sorprende que las mujeres que se quejan sobre la ropa interior que queda tirada continúen, décadas después, molestando a sus maridos por lo mismo. Mi mensaje es: No puedes controlar a tu marido. Así que deja de intentarlo.

¿Cuánto control tienes?

 

Obviamente no se trata sólo de maridos y mujeres. Al fin y al cabo, ¿cuánto control tienes sobre tus amigos, colegas, empleados, vecinos o sobre el servicio de impuestos internos?

La triste realidad es que tienes 0% control sobre la cañería de entrada. Pero la buena noticia es que tienes 100% control sobre la cañería de salida. Es verdad que no puedes convencer al inspector de transito para que no te pase una multa, pero sí puedes controlar si vas a decirle una serie de insultos o si le vas a dar una sonrisa resignada y vas a admitir: “Bueno, creo que en realidad sí cometí una infracción”.

No puedes controlar si tu hermano te va a prestar dinero (que tu realmente necesitas y él tiene en abundancia), pero sí puedes controlar si vas a resentirte con él y vas a generar una riña familiar que va a durar por generaciones. Y no puedes controlar a tu pareja, pero sí puedes decidir enfocarte en sus buenos atributos y vivir felizmente casado.

Una vez que dejes de intentar controlar lo que no puedes controlar, tendrás mucha energía libre disponible para controlar lo que realmente está bajo tu control: tus propios pensamientos, palabras y acciones. En lugar de desperdiciar energía en frustración y enojo con el jefe que no te dio el merecido aumento, puedes elegir estar agradecido de que tienes trabajo.

La palabra clave aquí es “elegir”. La paradoja más perniciosa es “Él (o ella) me hizo enojar”. Otra persona no puede hacerte enojar, tal como otra persona no puede hacerte engordar. El enojo es la reacción que tú eliges (generalmente de forma inconsciente) ante la acción de la otra persona. También podrías elegir actuar con aceptación o indiferencia o trascendencia o incluso compasión por la difícil personalidad del bribón. (Tú tienes que estar con él sólo en contadas instancias; él tiene que estar consigo mismo todo el tiempo). Y si tú eliges una respuesta noble, dejarás de ser víctima y te transformarás en victorioso.

Puedes transformar las dificultades en desafíos. Nunca estás aprisionado contra la muralla por enfermedades, tragedias financieras, o por villanos que te mantienen atrapado sin dejarte ninguna ruta de escape. Sin importar qué venga por la cañería de entrada, tu cañería de salida siempre está abierta a tu elección.

Si el sistema de cañerías de tu casa funcionara a la inversa, en vez de recibir agua limpia recibirías aguas residuales. Si tu sistema de cañerías espiritual está invertido, trabajarás en vano para evitar que entren experiencias difíciles, y ni siquiera te darás cuenta de las reacciones tóxicas que salen de ti.

Sé tu propio plomero espiritual. Deja de intentar tapar tu cañería de entrada y mantén un ojo atento en tu cañería de salida.

Tener un buen día está absolutamente en tus manos. 

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