Cuerpo Eléctrico

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Abraham le enseñó al mundo cómo expresar el más alto nivel de conciencia siendo de carne y hueso.

Es comúnmente entendido que la contribución principal de Abraham fue la doctrina del monoteísmo. Le enseñó a un mundo idólatra que hay un solo Dios, y esa idea es sinónimo de judaísmo. Pero tengo que decirte que esa noción no es precisa. La idea de un solo Dios estaba firmemente establecida antes de Abraham (como hemos visto, la idolatría es la práctica de relacionarse con intermediarios como si tuvieran un poder independiente, no la falla absoluta en reconocer a Dios). El conocimiento de Dios era estándar…

¿Qué es lo que trajo Abraham al mundo, cuál fue la asombrosa novedad que comenzó el pueblo judío y que cambió la historia para siempre, si Shem y Ever ya estaban enseñando espiritualidad en el más alto nivel? ¿Qué había de nuevo sobre él? ¿Cuál fue la naturaleza revolucionaria de su esclarecimiento si el camino ya lo habían comenzado otros? ¿Por qué fue un emprendedor revolucionario y no simplemente un alumno talentoso?

La respuesta es esta: Abraham no comenzó el camino del espíritu; comenzó el camino de traer el espíritu a la carne. Su contribución no fue en la esfera del conocimiento. Otros ya habían explorado los alcances más elevados del espíritu y eran expertos en la más alta sabiduría cuando Abraham comenzó su jornada. Lo que él inició en el mundo fue el proceso de traer esa sabiduría a lo físico, mostrando cómo expresar el más alto nivel de consciencia siendo de carne y hueso. Esa es la idea radical del judaísmo.

La cualidad única del judaísmo no es la conciencia de Dios; es la enseñanza de que el cuerpo puede ser alineado con la espiritualidad. No es la enseñanza de la santidad del espíritu; es la enseñanza de la santidad de lo físico. Examina los sistemas espirituales del mundo; verás que entienden el conflicto entre el espíritu y la carne, la batalla principal entre el cuerpo y el alma en la cual el cuerpo busca dominar el alma y hacerla descender para servir a su agenda animal. Y definen una solución para este, el más básico de los conflictos: renuncia a la carne, disciplina al cuerpo mediante la privación de experiencias sensoriales, conviértete en un ascético, en célibe, entra en el modo monacal. Los exponentes más altos de los sistemas espirituales del mundo son monjes y monjas, célibes y ascéticos que han renunciado al cuerpo para trascenderlo.

Vehículo Sagrado

Pero el judaísmo exige emplear el cuerpo; exige el matrimonio, exige la experiencia del placer físico, considera el celibato permanente como un pecado. Nuestro camino no es separar al cuerpo del alma sino emplear el cuerpo y elevarlo hasta el nivel del alma. Para nosotros, el cuerpo no es el punto de partida para el viaje espiritual, es su vehículo.

El cuerpo no debe ser dejado atrás mientras la mente y el espíritu trascienden. Debe ser utilizado para servir a la mente y al espíritu. Y ese es el significado de las mitzvot, los mandamientos. Las mitzvot son acciones físicas (hay muy pocas mitzvot que son desarrolladas solamente en conciencia) que expresan el espíritu. Cada parte del cuerpo tiene ordenado actuar; cada miembro y cada órgano desarrollan una acción que expresa Torá. Las mitzvot son para la Torá lo que el cuerpo es para el alma.

Abraham no trajo al mundo la idea de “sólo espíritu”; trajo al mundo la idea radical de que el cuerpo, ese cuerpo subversivo, traicionero y lujurioso puede y debe ser elevado hasta la pureza. Sus acciones y funciones no deben ser suprimidas, deben ser expresadas como sagradas. El mundo percibe la vergüenza y el problema de la intimidad masculina-femenina, su potencial de desgastar el refinamiento espiritual; nosotros percibimos su santidad. El mundo percibe el peligro del alcohol, su tendencia a reemplazar la mente con animalismo mundano, nosotros lo utilizamos para la elevación. El mundo entiende que hay que renunciar al cuerpo, que esa es la única forma de liberar el alma; nosotros le damos al cuerpo la máxima expresión en acciones que son utilizadas para servir al espíritu. Así es como nosotros disciplinamos al cuerpo; no le ordenamos ser silente, le ordenamos servir. Esa es la base de las mitzvot…

Degustación de Vino

Puedes ver lo malentendido que está todo esto hoy en día. Somos judíos en nuestra observancia de los mandamientos; todos ellos, con cada movimiento de cada parte de nuestro cuerpo. No somos judíos por la sabiduría judía y por un comportamiento general moral, eso también está bien, por supuesto, pero no es judaísmo. Somos los hijos de Abraham porque trabajamos para santificar nuestros cuerpos, lo que nos distingue de la comunidad de los sabios y los adeptos a la moral del mundo es principalmente la forma en la que comemos y bebemos nuestros alimentos…

Ves esto claramente en nuestra relación con el vino. Hemos notado en muchos de los sistemas espirituales del mundo que el alcohol está absolutamente prohibido, ciertamente para los individuos sacerdotales y monásticos que alcanzarían santidad. Pero en el judaísmo el vino es una figura central en todo movimiento desde lo físico a lo espiritual. Utilizamos el vino en ocasiones que conectan a los dos: en una boda, en donde dos cuerpos físicos elevarán su relación al plano espiritual; en una circuncisión, en donde comenzamos el proceso de santificar al cuerpo; en un kidush, la bendición de santificar los primeros momentos del Shabat en donde el dominio mundano de la semana encuentra la trascendencia del Shabat; cuatro copas de vino en el Seder de Pesaj, cuando celebramos la transición del exilio a la redención; de la esclavitud a la libertad.

El vino representa poderosamente el peligro de lo físico; si es consumido en exceso convierte a la consciencia en inconsciencia, deshumaniza hasta el punto en que el bebedor se convierte completamente en parte de lo físico, en nada más que un cuerpo sin mente. Y sin embargo, utilizado correctamente, tiene la capacidad de abrir la consciencia, de facilitar un estado de elevación. Las fuentes más profundas notan que aunque el vino es una sustancia física obedece las reglas de lo espiritual: toda cosa física se degrada y desintegra con el tiempo; esta es la regla para todas las cosas en el mundo material y biológico sin importar con qué tanto cuidado son manejadas y cuidadas.

Alternativamente, las cosas del espíritu mejoran con el tiempo; la sabiduría se profundiza con la edad – aún cuando el cuerpo de los sabios de encorva, su sabiduría aumenta. Pero a diferencia de las otras cosas físicas, el vino mejora con el tiempo. Único en el mundo de lo material, el vino refleja la cualidad de lo más profundo, el secreto escondido dentro de lo material (la palabra hebrea para vino tiene el mismo valor numérico que la palabra para secreto).

En havdalá, la ceremonia que marca la salida del Shabat, también tomamos una copa de vino. En el momento en que sentimos la partida del espíritu de Shabat, en ese momento de descenso, utilizamos vino. Ahora, hemos estado diciendo que el vino es utilizado en momentos de elevación. ¿Cuál es el significado aquí?

La idea es la siguiente: ciertamente la semana comienza con la tristeza de sentir el Shabat desvanecerse. El abandono de la santidad es palpable. Olemos especias para revivir el espíritu. Pero el comienzo de la semana significa una nueva oportunidad para construir, para elevar nuestro estatus presente hacia otro Shabat que será más elevado que el anterior, que reflejará otra semana de trabajo y crecimiento agregado a las anteriores. Este es un “descenso con el propósito de ascender”, una elevación más elevada y grandiosa que la anterior. Esa es exactamente la idea judía –descendemos a lo mundano y material, pero lo hacemos solamente con el propósito de elevarnos.

La Torá vive sólo en su aplicación, hasta su sabiduría más enrarecida es real sólo cuando tiene alguna relación con el mundo de la acción.

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