Liberándote de los Celos

6 min de lectura

Revelando un secreto del décimo mandamiento.

En una primera lectura de los Diez Mandamientos, una persona promedio encontraría la mayoría de ellos lógicos y factibles. Después de todo, ¿quién podría estar en desacuerdo con reglas como "No matarás" y "No robarás"? Sin embargo, el ultimo mandamiento puede dejarte dubitativo: "No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su esposo, sirvientes o animales, o cualquier cosa que pertenezca a tu prójimo" (Éxodo 20:14).

Hoy en día, puede que los sirvientes y animales no sean objetos codiciados, pero ciertamente podemos relacionarnos con envidiar el auto nuevo de nuestro vecino o sus lujosos platos de porcelana. El deseo es un sentimiento que parece venir casi sin invitación. Es una emoción que tiende a agobiar todo nuestro ser. Surge una pregunta obvia: ¿Cómo puede Dios pedirnos que controlemos un sentimiento? Pensamos para nosotros: “Obviamente yo nunca robaría el nuevo florero de cristal de mi vecino, ¿pero no puedo quererlo en secreto?” ¿Cómo se puede esperar que respetemos este mandamiento?

Definamos lo que la Torá identifica como "deseo". Los Diez Mandamientos están enumerados en la Torá en dos lugares diferentes: una vez en el Libro de Éxodo y nuevamente en Deuteronomio. Interesantemente, su redacción no es idéntica. En Éxodo, el décimo mandamiento dice, "No codiciarás" (lo tajmod), mientras que en Deuteronomio dice "No desearás" (lo titavé).

Los celos son una reacción impulsiva y natural. ¿Cómo podemos evitarla?

Esta discrepancia clarifica las dos partes del mandamiento. Deseo significa querer la posesión de otra persona y diseñar un plan mental para adquirirla para uno mismo. Codiciar es definido como intentar llevar a cabo ese plan de obtener el objeto deseado. Técnicamente, este mandamiento no prohíbe los pensamientos generales no desarrollados de ansiar las pertenencias de otro. Sin embargo, estos pensamientos son catalizadores para la formulación y la ejecución de un plan para adquirir dichos objetos.

El pensamiento negativo que precede el deseo y la codicia no es nada menos que los celos. El Talmud dice que "los celos, el deseo y el honor sacan a una persona del mundo" (Avot 4:21). Los celos son una emoción tan destructiva que a menudo nos confunde y nos lleva a actuar de formas despreciables. Y si los celos son el punto de origen que lleva a desear y a codiciar, entonces deben ser arrancados de raíz.

Esto parece ser un gran desafío para los seres humanos; los celos son una reacción impulsiva y natural. ¿Cómo podemos evitarlos?

La Esposa del Campesino

Las pautas de la Torá nos permiten convertirnos en personas más espirituales, liberándonos de las limitaciones emocionales que conlleva el ser criaturas físicas. ¿Pero cómo nos liberamos de los celos? El Sefer Hajinuj (416) presenta esta pregunta en relación con el requerimiento de la Torá de controlar nuestros deseos. Interesantemente, dice que las personas inteligentes y honestas saben que ellos son quienes están realmente en control de sus emociones. Sin embargo, la intensidad de nuestros deseos nos hace sentir que éstos son a menudo inmanejables.

Si el Sefer Hajinuj considera un supuesto básico que las emociones son controlables, ¿por qué experimentamos lo opuesto? ¿Cuál es la pieza que falta aquí?

Examinemos la naturaleza general de nuestros deseos. ¿Hay un límite para aquello que despierta nuestros celos? Considera la siguiente parábola: Un simple campesino que busca esposa y que, dado su bajo estatus, tiene un pequeño grupo de potenciales candidatas. Quizás él considera como posible candidata a la hija de su vecino, o la chica campesina de más allá. Este hombre simple nunca anhelaría casarse con la princesa real. Incluso si ella fuese la mujer más hermosa y deseable del mundo, aún así él no invertiría ninguna energía emocional en anhelarla. ¿Por qué no? Porque él no considera a la princesa como una opción realista. La realeza no se casa con plebeyos como él (ver Ibn Ezra, Éxodo 20:13).

Nuestro estado mental es comparable al de este hombre de la parábola. Solamente anhelamos las cosas que percibimos que están dentro del alcance de nuestras posibilidades. Es un fenómeno humano el hecho que nuestros deseos se mantienen dentro de los límites de la percepción que tenemos de nosotros mismos, y por lo tanto, éstos ponen limitaciones a los celos.

Solamente anhelamos cosas que percibimos como dentro del alcance de nuestras posibilidades.

Nuestros deseos están determinados por nuestra visión de nosotros mismos y del mundo. Si esto es verdad, entonces en realidad sí tenemos control sobre nuestros deseos. Las emociones pueden parecer demasiado poderosas para ser sometidas, pero nosotros podemos alterar nuestro marco intelectual. Podemos dirigir nuestros sentimientos al manipular nuestra percepción de nosotros mismos. Al ser realistas en cuanto a nuestras fortalezas y debilidades, podemos cambiar nuestros pensamientos y deseos.

Caja de Herramientas a Medida

¿Cómo podemos adquirir una perspectiva personal precisa? Veamos el primer mandamiento sobre creer en Dios. Las introducciones y conclusiones a menudo tienen un tema o conexión común, y éste es el caso respecto al primer mandamiento (Yo soy tu Dios) y al último mandamiento (No codiciarás). La creencia profunda en Dios incluye una conciencia de que Él es la Fuente de toda la creación, Quien provee a cada ser humano con exactamente lo que necesita física y espiritualmente. Por lo tanto, desear o codiciar lo que otros tienen es la antítesis del primer mandamiento.

Todo lo que está en posesión de un individuo le es otorgado para que él alcance su propósito particular de vida. Todo el mundo tiene una caja de herramientas que le entrega Dios, la cual es diseñada a medida y con la cual debe hacer su trabajo particular. Esto es igual que en las profesiones; por ejemplo, un chef tiene una caja de utensilios de cocina y un doctor tiene una caja de suministros médicos. ¿Querría un chef alguna vez un estetoscopio? No, porque no lo ayudaría a hornear una torta. ¿Soñaría alguna vez un doctor con tener un batidor de huevos? No, porque no lo ayudaría a curar la herida de su paciente.

Dios nos da ciertos talentos innatos, circunstancias de vida y posesiones físicas con las cuales podemos cumplir nuestro rol en la vida. Si hay algo que nos falta, seguramente no lo necesitamos. Sería innecesario e incluso contraproducente para alcanzar nuestro potencial único tener algo más que lo que Dios nos da.

Tener esta perspectiva no es solamente importante para nosotros como individuos; estos valores influencian también a aquellos que están a nuestro alrededor, especialmente a la siguiente generación. Si nuestras acciones se enfocan en materialismo, entonces nuestros hijos escucharán el mensaje subyacente y adoptarán ese valor. Sin embargo, si nuestros actos están espiritualmente orientados, entonces otros serán influenciados por nuestro ejemplo.

Alguien una vez compartió conmigo el cómo maneja los celos entre sus hijos. Ella compara las posesiones con una prescripción de lentes. Las prescripciones están hechas a medida para personas individuales. ¿Insistiría alguien alguna vez que su oculista le diera la prescripción de otra persona? ¡Por supuesto que no! Todos sabemos que usar los lentes de otra persona no nos ayudaría a ver mejor, y a menudo empañaría nuestra visión. Dado que los lentes de otra persona no van a ayudarnos a ver, no tiene sentido quererlos. Si alguien en la familia expresa deseo por las pertenencias de otro, el padre le dice: "esa es su prescripción".

Las reacciones emocionales a las posesiones materiales de otros envían mensajes poderosos a nuestros hijos. Cuando nuestros vecinos hacen un costoso viaje de vacaciones, ¿deseamos en voz alta que nosotros pudiésemos hacerlo también? ¿Pensamos sobre la mujer que sirve en hermosos platos de porcelana por qué no tenemos platos como esos? Cuando vemos un auto nuevo en el estacionamiento de alguien, ¿nos lamentamos por no tener un auto como aquel? ¿Cómo afectan estas respuestas a otras personas, especialmente a las personas jóvenes que nos ven a nosotros como modelos a seguir?

Posesiones Preciadas

Una vez vino a casa un tasador a evaluar el valor monetario de nuestra propiedad por motivos del seguro. Él sacó una pequeña balanza de su bolso y dijo: "OK, pesemos sus joyas". Consecuentemente, le entregué las pocas y económicas joyas que poseía. Él se mostró un poco decepcionado y preguntó, "¿Eso es todo lo que tiene?". Yo respondí, "bueno, tenemos muchos libros". Él movió su cabeza, "No, no. ¿qué hay de objetos de plata?". Procedí a mostrarle un par de janukiot. Él preguntó, "¿qué otras cosas de plata tiene?". Yo respondí, "esa es toda la plata, pero tenemos muchos libros". Él frunció el ceño y preguntó, "¿cámaras?". Le entregamos nuestras dos cámaras.

El intercambio continuó de esta forma. Cuando él pedía más, nosotros respondíamos, "No, pero tenemos muchos libros. Los libros son realmente importantes". Después de un rato, el tasador estaba frustrado con nosotros y decidió mirar alrededor de nuestro departamento él mismo. Al final de su sondeo, él comentó: "sabe, ¡tienen muchos libros!". Yo le dije, "¡Sí! ¡Libros! ¡Eso es importante para nosotros!".

Espero que mis hijos hayan recogido dos lecciones del incidente. El primer mensaje es que vale la pena adquirir libros. Las cosas con las que llenamos nuestra casa dicen mucho de nuestras prioridades. También espero que hayan oído al asesor señalar que no poseíamos significativas cantidades de joyas, platería o cámaras. Nuestra respuesta no fue un suspiro o un fruncimiento de ceño, diciendo, "Guau -- ¿Por qué no tenemos más de esas cosas?". Si hubiésemos reaccionado con una pizca de decepción, el fuerte valor puesto en el materialismo hubiera sido sutilmente transmitido a nuestros hijos. Las personas a nuestro alrededor, especialmente nuestros hijos, observan todo lo que hacemos. Nuestras acciones y reacciones influencian sus pensamientos y posteriormente sus acciones.

Todos tenemos la habilidad de controlar nuestros deseos. Los celos que nos llevan a desear no tienen lugar en nuestras vidas, porque cada uno tiene exactamente lo que necesita. Dios provee a cada individuo con las herramientas hechas a medida que son necesarias para completar su misión única. Al elevar nuestra perspectiva, preservamos este décimo mandamiento y nos transformamos a nosotros mismos, acercándonos un paso más hacia alcanzar el potencial espiritual que fue entregado exclusivamente a los seres humanos.

Fuentes: Mishpatei HaShalom, Taam VaDaas, Mijtav MeEliyahu.

Extraído del libro "Torah Tapestries”.

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