Morir es como sacarse un abrigo

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¿Por qué no pecamos?

Durante muchos años, fui rebe en secundaria. Parte del papel de un rebe es enseñar a los jóvenes cómo estudiar, y parte de ese papel (quizá el más importante) es enseñarles cómo vivir. Ellos eran todos muchachos religiosos, de buenas casas, y en algún momento al comienzo del año yo les ofrecía un reto de fe. Los miraba y les decía:

—Caballeros, ¿por qué no pecan? No me refiero a pecados pequeños. Hablo de cosas realmente grandes: robar, matar, asaltar…

Típicamente, alguien respondía:

—Rabí, si yo hiciera eso, Dios se enojaría conmigo. ¡Y no quiero que Dios se enoje conmigo!

Yo miraba a ese muchacho a los ojos y le decía:

—Escúchame. A lo largo de la historia, muchos, muchos hombres malvados han prosperado. No te preocupes porque Dios se enoje contigo. Tú solamente actúa exactamente como quieras.

Por lo menos uno de los muchachos se levantaba gritando:

—¡Sí, eso es verdad ahora, pero cuando muera, mi neshamá (alma) se quemará! Yo no quiero que mi neshamá muera.

—Permítanme aclararles algo —les decía yo—. Hay muchas cosas que hacemos a pesar de que no queremos hacerlas. Hay muchas otras cosas que queremos hacer, pero no hacemos. ¿Y me dicen que todo es por el bien de la neshamá? Escúchenme. Olvídense de la neshamá. ¿Por qué tienen que esforzarse tanto? Cuídense a ustedes mismos y dejen que su neshamá se queme.

A pesar de que esto suena ficticio, lo hago a menudo para enfatizar un malentendido común. Asumimos que ahora, porque estamos vivos, yo pienso, yo siento, yo recuerdo. Cuando llega el momento de que yo me vaya de esta tierra, yo muero. Así se va el “yo” que piensa, siente y recuerda. Yo estaré muerto. Mi alma, mi alter ego, una especie de pariente lejano o alguna otra versión de mí estará parada enfrente de Dios. Pero yo estaré muerto.

De acuerdo con esa suposición, la pregunta que hacía a esos muchachos es válida. ¿Por qué debo esforzarme ahora para que a mi neshamá le vaya bien en el Mundo Venidero? Mejor me olvido de mi neshamá. Voy a preocuparme por mí.

Hay un sólo error en este enfoque. Es totalmente equivocado.

R. Israel Salanter explica que la diferencia entre yo cuando estoy vivo y yo cuando estoy muerto es como cuando alguien se quita un abrigo. Cuando entro a una habitación y me quito el abrigo, surjo yo. Mi abrigo está colgado, pero soy yo el que entra a la habitación. R. Israel explica que eso es la muerte.

Mi cuerpo —el abrigo— está enterrado. Surge mi yo, quien piensa y siente. Yo no muero; muere mi cuerpo. Es colocado en la tierra. Pero yo, el que ocupa el cuerpo, quien dijo a mis brazos y piernas que se movieran, vivirá para siempre.

No es alguna otra versión de mí. No un pariente lejano o el alter ego. Surjo yo. El mismo yo que se encuentra ahora sentado aquí; el mismo yo que ha estado pensando y sintiendo seguirá viviendo con todos mis recuerdos.

Este concepto nos resulta extraño, porque tendemos a pensar en la muerte como un tipo de sueño, un estado de reposo. Cuando hablamos de personas que han fallecido, decimos cosas como: “Henry fue un buen hombre. Ahora por fin está descansando”. Si visitamos el cementerio, veremos muchas lápidas con las palabras: “En descanso” o “Descanse en paz”. Parece que el sentido común equipara el hecho de morir con irse a dormir, como si estuviéramos descansando.

R. Israel enseña que eso es una tremenda equivocación. Irme a dormir significa que abandono la situación. No estoy ahí. Como ejemplo, imagínense que se rompen el brazo y se encuentran sufriendo un intenso dolor, y las terribles punzadas no los dejan en paz. Toman Motrin, Tylenol con codeína, Advil, lo que sea, con tal de sentir alivio. Pero nada ayuda. Finalmente, a las tres de la mañana se quedan dormidos. El dolor ya no les molesta porque ustedes no están ahí. Están dormidos.

Pensamos que la muerte es como ir a dormir. Es decir, no estaré ahí. Mi neshamá, el alter ego, esa otra parte de mí, puede ser que esté ahí. Pero, ¿yo? Yo estaré dormido… descansando.

Conforme a esta versión de las cosas, ¿por qué voy a esforzarme tanto ahora para que alguien más, mi neshamá (o lo que sea) se beneficie? Olvídalo. Me preocuparé por mí y dejaré que mi neshamá se queme.

Ese es un grave error. Cuando muero, mi cuerpo es enterrado, pero yo continúo viviendo. El mismo yo que piensa, que siente. El cuerpo es la casa donde yo vivo. Pero, así como un astronauta con un traje espacial, eso no me define. Es solamente algo que uso. Cuando termine mi tiempo en esta tierra, esa capa exterior será colocada en el suelo, y yo seguiré.

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