La Experiencia de la Sucá

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En medio de la temporalidad de la Sucá se encuentra la verdadera seguridad – ¡nos damos cuenta que no estamos solos!

Al dejar la engañosa permanencia en nuestras casas y vivir en una cabaña temporal, nos apartamos de la ilusión más perjudicial, que imposibilita a nuestra visión interna el ver la presencia de Dios.

Las especificaciones para construir una Sucá son misteriosas y fascinantes. El techo debe ser construido de material (el cual es llamado sjaj) que viene de una fuente viva. Ramas, bambú en sus variadas formas, y hojas de palmera son elecciones populares.

Debe estar arreglado de manera tal que la cantidad de sombra sea mayor que la cantidad de sol que puede entrar en la Sucá. El sjaj debe estar dispuesto de forma que nos deje ver las estrellas.

La Sucá debe ser construida de manera que sea intrínsicamente una estructura temporal.

Además, la Sucá misma debe ser construida de manera que sea intrínsicamente una estructura temporal. Aunque puede tener paredes permanentes (puede tener cuatro, pero ritualmente puede ser apta incluso con dos paredes y media), su techo debe ser de carácter provisorio. El techo, por lo tanto, debe ser reconstruido cada año.

A lo largo de la fiesta, se requiere que pasemos el mayor tiempo posible en la Sucá, y que la tratemos como nuestra casa. Esto frecuentemente nos pone a reflexionar en el hecho que para esta época del año el clima es algo frío, y si la fiesta hubiese sido fijada unos meses después, encontraríamos en la Sucá un lugar sombreado y cómodo para sentarnos en el agradable clima.

Examinemos cada detalle de estas leyes para poder aprovechar la alegría que esta, la más feliz de todas las fiestas, nos puede traer.

Viendo la Presencia de Dios

La fiesta en sí celebra el hecho que mientras viajamos los cuarenta años por el desierto, estuvimos rodeados de la presencia de Dios. La manifestación física de Su amor y protección envolventes eran las nubes que nos rodeaban. Las leyes acerca de la construcción de la Sucá están ahí, para proveernos la oportunidad de revivir la experiencia de sentir la fuerza de vida de Dios rodeándonos, sin las distracciones que nos apartan de Él.

Al dejar la engañosa permanencia en nuestras casas, nos apartamos de la primera y más perjudicial ilusión, que bloquea nuestra visión interna de ver la presencia de Dios. Ésta ilusión consiste en que la seguridad material protege nuestra vulnerabilidad. Pero nada material es eterno; la sensación de seguridad y estabilidad que viene de las posesiones es pasajera. La única posesión duradera que cualquiera de nosotros tiene es nuestra esencia. Sin embargo, la ilusión de la permanencia es una a la que estamos poco dispuestos a renunciar, porque, sin ella, nos sentimos como si estuviésemos abandonados a un destino desconocido.

Las piedras sólidas, los ladrillos y el cemento de nuestras casas crean una atmósfera de seguridad que no es real. La inestabilidad propia de la Sucá nos fuerza a encontrarnos con la realidad. Pero en la inestabilidad misma de la Sucá se encuentra su seguridad, ¡porque ahí nos damos cuenta que no estamos solos! La realidad que enfrentamos no tiene que aterrorizarnos.

La Sucá es una alegoría de nuestro mundo.

El sjaj simboliza que el mundo en el que vivimos es uno en el que Dios está con nosotros. Aunque haya más oscuridad que luz, todavía vemos las estrellas.

La Sucá es una alegoría de nuestro mundo, que nos plantea muchas más preguntas que las respuestas que la sabiduría humana puede proveer. Sin embargo, lo que hace de este mundo un lugar de significado en vez de uno de desesperación, es el hecho que podemos ver lo que las estrellas expresan – resplandor e iluminación. Anhelamos el significado y lo encontramos cuando enfocamos nuestra visión interna en las estrellas.

El Talmud nos dice que no es coincidencia que la época del año en la que celebramos nuestra confianza en Dios sea el otoño (boreal). La época de Sucot parece casi arbitraria. Después de todo, nuestra estancia en el desierto duró cuarenta años, y no una semana particular en el año. La época de Sucot, no menos que la estructura física de la Sucá, es una afirmación integral de nuestra identidad. No estamos dejando nuestras casas para relajarnos del calor del verano, estamos dejando nuestras casas para experimentar la vulnerabilidad. Es sólo entonces que no estamos ciegos ante el amor de Dios.

Las Sendas de los Justos

Sentirse querido no es siempre fácil. Todos tenemos momentos en nuestras vidas en los cuales nuestra fe es profundamente probada. Perdemos de vista las invisibles nubes de gloria y fuego que nos rodean. El clásico trabajo de musar del siglo XVIII, "La Senda de los Justos," explica cuán frecuentemente no vemos "las estrellas" y presenta cuatro caminos diferentes para solucionarlo.

Una manera de despejar nuestra visión es reconocer que Dios es mucho más compasivo de lo que somos nosotros. Es sólo a través de Su misericordia que sobrevivimos física y emocionalmente a todos los absurdos errores de juicio que nos han llevado al borde del desastre. Siempre hemos estado envueltos en Su nube. Cuando meditamos sobre la compasión que hemos experimentado como resultado de Su presencia en nuestras vidas en el pasado, tenemos una nueva imagen del presente y del futuro. La esperanza repentinamente parece pragmática y realista, mientras la desesperación puede verse como el ingenuo mecanismo de escape que realmente es.

Otra manera de despejar nuestra visión es estar conscientes que todos los actos de bondad que han hecho por nosotros amigos y parientes, en el fondo son actos de Dios. No hemos pagado por nada – ni por el aire que respiramos, ni por la tierra en la cual estamos parados – ni por los medios a través de los cuales otros seres humanos nos pueden ayudar. La inspiración de su altruismo proviene de Dios; lo que ellos hacen por nosotros es un regalo de Dios.

Nunca podremos comenzar a devolver lo que hemos recibido no sólo de los humanos, sino que de Dios. Debemos estar dispuestos a ser lo suficientemente vulnerables para sentir gratitud. Este pensamiento contrarresta la mentalidad del "merecer" que nubla nuestra capacidad de reconocer la bondad.

La tercera forma para despejar nuestra visión es redefinir la palabra "posible". Siempre debemos tener en mente que con Dios todo es realmente posible, porque Dios no está limitado por ninguna restricción. Nada puede ocurrir en contra de Su voluntad, y nada puede impedir a Su voluntad cumplirse. Observar el movimiento incesante de las constelaciones y su eterna belleza puede traernos de vuelta a esta comprensión. Estamos en la mano de Dios así como ellas lo están. Aunque las personas en nuestras vidas puedan afectarnos, a la larga no son más que Sus agentes.

Estamos en la mano de Dios así como lo están las estrellas y las constelaciones.

La última reflexión en la recopilación del Rab Luzzatto es que enfrentar desafíos es el motivo de la vida. Nosotros los judíos no estamos diseñados para "viviendas permanentes". Nosotros fuimos diseñados para la Sucá. La idealización de la complacencia nunca se ha llevado bien con nosotros. Cuando somos obligados a viajar por la vía rápida, podemos estar estimulados o asustados. Es una elección que todos hacemos en los momentos en los cuales nuestra fe es probada. Mientras más podemos ver la eternidad de la Sucá, más podemos aceptar nuestro paso por cualquier tipo de "desierto" por el que Dios quiera que viajemos.

Estos cuatro caminos pueden transformarnos.

Lo que es aún más impactante es estar realmente en contacto con la mitzvá de la Sucá en su sentido literal. Nuestra naturaleza es tal, que estamos menos predispuestos a ser conmovidos por pensamientos y comprensiones que por acciones, porque las acciones frecuentemente redefinen nuestra capacidad de comprender nuevas, y aún no probadas, pautas.

Que este año nos traiga la alegría de aprender a sentir y a reconocer lo que ha sido cierto todo el tiempo. Estamos en la Sucá de Dios y siempre lo hemos estado.

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