Una Completa Curación

7 min de lectura

La siguiente historia es verdadera, y fue relatada a la autora del artículo. Algunos detalles personales han sido cambiados para mantener la privacidad.

Era una noche de invierno helada. Las calles estaban oscuras, desérticas y cubiertas con nieve. La nieve cubría todo, estaba apilada en enormes bloques que cubrían las calles y las veredas, manteniendo a todos los residentes de Jerusalem en la calidez y seguridad de sus hogares. Nadie, excepto, quizás, algunos niños que no perdían la oportunidad de jugar y hacer muñecos de nieve, salía afuera con un clima semejante. De acuerdo a los diarios, Jerusalem no había visto una tormenta como esa por más de 50 años.

De alguna u otra manera, mi marido y yo encontramos una niñera dispuesta a enfrentarse al clima y venir a nuestro departamento de más de 100 años de antigüedad. Después de envolvernos en capas de sweaters y pesadas medias de lana, salimos para hablar con el Rab Israel Fisher, el querido sabio del Beit Din (Corte Rabínica) de Jerusalem.

Nuestra familia estaba pasando por un momento extremadamente difícil. Unas semanas antes, mi madre – que viva y tenga bienestar – había sido hospitalizada para pasar un procedimiento quirúrgico menor. Sin embargo, aparentemente algo no había sido bien esterilizado durante la operación, pues ella terminó con un envenenamiento de la sangre. Y para empeorar las cosas, los médicos no encontraron el germen específico que estaba causando la infección, y por consiguiente no sabían qué antibiótico debían darle para combatir el problema. Entonces, así como dijo un doctor, ella estaba siendo "bombardeada con toda clase de antibióticos disponibles". Esperamos – dijo él – que alguno de ellos funcione.

Generalmente, hay una larga fila de personas esperando afuera de la casa del Rab Fisher, para entrar a hablar con él. Nosotros teníamos la esperanza de no tener que esperar más de una hora. Para nuestra sorpresa y alegría, fuimos los únicos que estábamos allí y el Rab nos pudo dar su completa atención.

Mi marido esperó en el hall de entrada mientras yo hablaba con el Rabino. Después de escuchar los detalles de la extraña enfermedad de mi madre, él me preguntó su nombre, los nombres de sus padres y el de mi padre. Yo le dije cada uno de ellos y cuidadosamente él anotó los nombres en un pequeño trozo de papel. Después, él pasó unos minutos haciendo distintos cálculos y dibujando un elaborado diagrama.

"Los nombres están bien. No hay ningún problema aquí", finalmente me dijo. Yo suspiré con alivio. El Rab Fisher era famoso por su habilidad única de corroborar combinaciones de nombres y sus cualidades espirituales inherentes para ver si son compatibles. En la tradición cabalística, el nombre define la esencia de la persona.

Frecuentemente, parejas al borde del divorcio iban a pedir su consejo para saber cómo reparar el matrimonio y terminaban saliendo de su estudio con nuevos nombres. Increíblemente, este cambio de nombre traía consigo frecuentemente un cambio radical en el shalom bait – la armonía hogareña.

Pero, si los nombres no estaban causando el problema, entonces ¿qué lo causaba?

Yo esperé que el gran sabio continúe hablando, pero se quedó en silencio, inmerso en pensamientos. Repentinamente, me miró intensamente y luego miró hacia abajo a la lista de nombres. "¿Usted tiene resentimiento en contra de su madre?" – me preguntó lentamente. Yo no respondí inmediatamente; no pude responder inmediatamente. Me di cuenta de que estaba temblando. A pesar de que me tomó algunos minutos responder, yo estoy segura de que el Rab Fisher no tenía ninguna duda acerca de mi respuesta.

Dividiendo el Amor

Mi padre falleció cuando yo era bebé, y es por eso que desde que fui un bebé hasta que cumplí mis cinco años, mi madre fue una "madre sola". Yo recuerdo que éramos muy pobres. Además de tener que educar ella sola a sus cuatro pequeños hijos, mi madre tenía que trabajar todo el día para cubrir las necesidades básicas. Ahora, como adulta, me doy cuenta de que habrá sido muy difícil para ella, pero recuerdo que ella siempre estaba sonriendo y cantando, a pesar de que probablemente lloraba internamente.

A pesar de su soledad y nuestra falta de recursos económicos, tuve una niñez maravillosa, por lo menos hasta mi quinto cumpleaños. A pesar de que mi madre trabajaba durante el día, ella se dedicaba en las noches a sus cuatro hijos. Tengo vagas memorias de picnic de verano en el parque y largos cuentos a la hora de dormir, mientras nos acurrucábamos debajo de las frazadas que nos calentaban en nuestro frío departamento de Jerusalem. A pesar de que yo me daba cuenta en ese tiempo de que éramos distintos que otras familias, yo me sentía segura con el amor de mi madre y era básicamente feliz con la manera en la cual se presentaban las cosas.

Sin embargo, todo eso cambió en mi quinto cumpleaños cuando mi madre se volvió a casar con un joven viudo que tenía cinco pequeños hijos. Repentinamente, hubo otros niños a quien darles amor. Ahora que su amor tenía que dividirse entre nueve niños que constantemente clamaban su atención, yo sentí que no había suficiente amor para mí.

Puesto que yo era la más joven de nuestra nueva y gran "mezclada" familia, y por consiguiente la más susceptible, me convertí en objeto de un trato muy desagradable, y en más de una ocasión, de ataques físicos. Como adulta, me di cuenta de que mis "hermanos" mayores eran sólo niños tratando de sobrellevar un gran cambio en sus propias vidas. Pero en ese momento, yo estaba desbastada.

Yo no podía entender por qué mi madre me había hecho eso. ¿Por qué tuvo que volver a casarse? A mi entendimiento, todo era maravilloso de la manera que era y no había ninguna razón para cambiar. Yo pensaba que éramos una familia cálida. Yo amaba nuestro precario departamento, con todas las decoraciones caseras que cubrían las paredes. Pero ahora era demasiado chico y nos mudamos a un duplex espacioso y no amigable. ¡Incluso estuve forzada a compartir mi cuarto con una extraña que disfrutaba pegarme cuando nadie la miraba! Simplemente, todo eso no tenía sentido para mí.

Mi madre frecuentemente cuenta una historia acerca de esos difíciles primeros años, cuando intentábamos hacer que dos familias distintas, con distintos antecedentes y costumbres, se fusionen en una sola familia. Fue el día de la fiesta de Purim de mi jardín de infantes y yo estaba vestida con mi disfraz de Reina Ester. Mi padre (sí, hoy yo lo llamo mi padre – después de todo, él es el único padre que conozco) estaba comiendo su desayuno antes de correr para alcanzar el autobús que lo llevaba a su trabajo. Encendida con excitación, bajé las escaleras corriendo y entré a la cocina para mostrarle a mi madre qué hermosa me veía.

Mi padre me miró y luego, con una expresión pícara en su cara, se dirigió a mi madre. "Rebetzin", dijo (por alguna razón él siempre llamó a mi madre Rebetzin), "no me has dicho que teníamos una compañía tan importante esta mañana. Si yo hubiera sabido, me hubiese puesto mi sombrero y corbata".

A pesar de que yo personalmente no recuerdo este incidente, de acuerdo con mi madre yo me paré y lo observé con una extraña mirada. Luego, me acerqué a mi madre y le murmuré en su oído: "Mami, ¿has escuchado lo que él dijo? Yo te dije que era estúpido. ¡Él ni siquiera se da cuenta de que realmente soy yo y no es una reina! ¿Por qué te casaste con un tonto como este?".

Hoy en día, me doy cuenta de que tuve que pasar por todas esas dificultades para convertirme en la persona que soy. Después de todo, la vida nunca es fácil y cada periodo tiene su propio desafío.

Para el momento que yo ya estaba lista para casarme y comenzar a construir mi propio hogar, ya nos habíamos convertido en una sola familia. Además de educar a dos familias mezcladas, mi madre estaba muy ocupada cuidando al "nuevo factor en común" – mis hermanos y hermanas menores.

Es gracioso ver cómo profundas emociones infantiles pueden meterse en medio de lo que nosotros sabemos que es la verdad. Por supuesto que el nuevo matrimonio de mi madre fue bueno para todos. Yo me siento muy cercana a mi padrastro, y las dos familias se unieron tanto que a veces yo me olvido de quienes realmente son mis "verdaderos" hermanos y quienes son mis "hermanastros".

Yo odio pensar en lo que hubiera ocurrido si mi madre nunca se hubiese casado. Lo más probable es que ella se hubiese convertido en una mujer cansada y amarga, en lugar de ser una vibrante y ocupada esposa, madre y abuela. A pesar de que no tengo dudas de que ella hizo lo correcto al reconstruir su hogar, aún tengo un poco de enojo oculto en un lugar muy profundo dentro de mí. Yo era una niña de cinco años de edad forzada a compartir a mi amada madre con niños extraños. Y a pesar de que lógicamente no tiene sentido, el sufrimiento estaba aún allí.

Desprenderse

Yo no le conté al Rab Fisher toda la historia. Sólo respondí: "Sí, albergo resentimiento hacia mi madre".

El sabio me miró. Sentí como si sus ojos penetraran mi alma. "¿Estás dispuesta a desprenderte de ese resentimiento para que tu madre se recupere?" – él me pregunto gentilmente. Yo tuve que hacer una pausa y pensar unos minutos. ¿Podía despegarme de algo que estaba tan profundamente arraigado? ¿Podía mi mente sobrepasar mis emociones de la infancia?

Mis ojos se llenaron de lágrimas y rápido desvié la vista. Finalmente, con voz quebrada, le dije al Rab que podía. Yo sabía que debía hacerlo.

El Rab Fisher se levantó rápidamente y me dijo que iba a llamar a un Beit Din, una corte compuesta por tres rabinos. Yo me quedé petrificada. ¿Tenía que contarles a ellos toda la historia?

El hatarat nedarim – una renuncia formal de votos y resentimientos pasados – sólo tomó unos segundos. Cuando terminó, el Rab Fisher sonrió y me dijo: "Tu madre tendrá ahora refuá shlemá – una curación completa".

Mis emociones estaban confusas al salir del estudio del Rab. Mi marido estaba esperando afuera y juntos comenzamos a caminar a través de la espesa nieve. A pesar de la pesada ropa que me tiraba para abajo, yo me sentía liviana, como si una piedra hubiese sido removida de mi corazón. Yo sabía que a pesar de que yo había ido a pedir al Rab Fisher que de alguna manera cure a mi madre, yo también había sido curada. Años de amargo resentimiento habían sido removidos y me sentía libre, como un pájaro, lista para emprender vuelo hacia nuevas alturas.

Esa misma noche, el laboratorio pudo identificar el germen que estaba causando la infección. Con esa información el departamento de enfermedades infecciosas pudo determinar qué antibiótico era el más efectivo. En pocos días, mi madre fue liberada del hospital y después de unos meses de descanso, retornó a su vibrante vida.

El Rab Israel Fisher falleció a la mañana siguiente. Los judíos de Jerusalem lloraron la pérdida de su amado sabio. A pesar de la espesa nieve, miles de personas desafiaron al clima para acompañar al Rab Fisher en su viaje final.

Cuando mi marido y yo escuchamos la noticia, nos quedamos shoqueados. Pero al mismo tiempo, nos sentimos extremadamente agradecidos de haber sido unos de los últimos que se beneficiaron de su increíble sabiduría. Que su memoria sea para bendición.

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