Cómo llegué a cuidar Shabat

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Mis cinco años de lucha para renunciar a la tecnología y aprender a conectarme con mi alma.

Crecí como no judía y los viernes a la noche siempre fueron mi momento favorito de la semana. Después de la escuela iba al centro comercial con mis amigos, veía una película y cenaba muy tarde con mi madre en un restaurante local, o simplemente me quedaba en casa y miraba televisión. Los sábados, me despertaba para ver dibujos animados y más tarde, iba a desayunar con amigos, visitaba museos, o iba de compras.

Cuando tenía veinte años comencé a convertirme al judaísmo y me resultó difícil renunciar a toda la diversión de mis rituales de la noche del viernes y del sábado.

Como quería hacer una conversión ortodoxa, de repente se esperaba que apagara todos mis aparatos electrónicos, que estacionara mi auto en el garaje y me olvidara de volver a salir los viernes a la noche. En vez de acostarme muy tarde, debía hacerlo temprano, porque a la mañana siguiente debía ir a la sinagoga.

Había muchas razones por las que me sentía atraída hacia el judaísmo. Amaba la sabiduría, la comunidad y me sentía cerca de Dios cuando practicaba las leyes y rituales. El judaísmo era significativo. Pero llegar a observar el Shabat por completo era un enorme desafío. Me llevó cinco años hasta que logré cuidar por completo el día de descanso.

El primer paso, dejar de trabajar en Shabat, fue sencillo. De cualquier forma en verdad no trabajaba los fines de semana. Tampoco tuve ningún problema con pegar las luces de mi casa para no llegar a usar accidentalmente la electricidad y tampoco me molestaba dejar la plata para calentar la comida y el aire acondicionado encendido 25 horas.

Pero cada viernes a la noche cuando caminaba hacia la sinagoga y veía a la gente sentada en bares y restaurantes, sentía cierta tristeza. Tenía un grave caso de TPA, Temor a Perderme Algo, y eso estaba afectando negativamente mi proceso de conversión.

Quería olvidar mi pasado y sumergirme por completo en el mundo de Shabat, pero no lograba hacerlo. Así que comencé a cumplir las partes más difíciles del Shabat con mucha lentitud. Estaba en el camino pero me iba a llevar tiempo llegar a destino.

Quien entonces era mi novio (ahora mi esposo) y yo manejábamos o viajábamos en transporte público para llegar a la sinagoga, pero por lo menos íbamos de forma regular. Yo dejaba mi teléfono en casa y lo revisaba sólo en la privacidad de mi habitación. Eventualmente dejé de escribir en Facebook y de responder e-mails.

Nos sentíamos extranjeros tanto en el mundo secular como en el mundo observante.

Cuando estábamos juntos, terminábamos Shabat temprano si Dany (un comediante) tenía que llegar a una presentación, o si teníamos un evento, y nos sentíamos orgullosos por haber logrado cumplir con 20 de las 25 horas.

Pero estar en este estado de “medio pie adentro y medio pie afuera” era difícil para ambos. Nos encontrábamos en una tierra de nadie donde no podíamos salir y disfrutar por completo los viernes a la noche o los sábados al mediodía, y tampoco podíamos sumergirnos en el Shabat y conectarnos con las profundidades espirituales del día. Nos sentíamos extranjeros tanto en el mundo secular como en el mundo observante.

Entonces un Shabat presté atención a la belleza que estaba experimentando, a la sensación de libertad que sentí sin mi teléfono en la sinagoga y en las comidas. Cuando caminaba a la sinagoga era mucho menos estresante que cuando manejaba. Simplemente focalizar mi atención en Dios en vez de hacerlo en mí misma un día a la semana era como meditar. Cuando cumplía con los rituales, me sentía en paz.

Lentamente dejé de manejar y entré más en el Shabat. Era 99% observante. Lo único que seguía haciendo era revisar mi teléfono. Cada vez que lo hacía, eso me sacaba de Shabat, pero me convencí a mí misma de que era adicta a la tecnología. Durante la semana, revisaba mis e-mails y Facebook constantemente. Me producía mucha ansiedad no saber si alguien me estaba llamando porque había una emergencia.

Pero nunca había emergencias, gracias a Dios, y no recibía ningún e-mail ni mensaje de Facebook urgente los viernes y los sábados. Me sentía protegida. Sentía que Dios me decía que estaba bien no mirar mi teléfono.

Así que un Shabat decidí dejar mi teléfono de lado. El Shabat siguiente, hice lo mismo, Cada vez, me resultaba más fácil.

Hoy observo Shabat por completo y con Dany amamos este día. Ya no me siento una extraña. De hecho, siento que estoy adentro, con Dios, y completamente conectada a mi alma.

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