La silenciosa grandeza de Eric Most

7 min de lectura

Un tributo a uno de los miembros más inspiradores de Aish Hatorá que falleció la semana pasada.

Solamente conocí a Eric (Elimélej Dovid) Most, zt”l en persona una vez. Sin embargo a pesar de ese mínimo contacto personal, cuando recibí las noticias de su fallecimiento la semana pasada, a la edad de 46 años, sentí que había perdido un amigo cercano. Y supe que el mundo había perdido una figura muy inspiradora.

Unos cuantos días antes de volver recientemente a Estados Unidos, le escribí a la esposa de Rav Eric, Naomi Rivka, “Aunque conocí a muchas personas impresionantes durante los siete años que pasé escribiendo la biografía de Rav Nóaj Weinberg zt”l, tu esposo fue el más inspirador”.

Mi conexión con Eric fue a través de esta biografía. Cuando el proyecto se acercaba a su fin, el manuscrito llegó a manos de Eric para corrección y revisión. Posteriormente, recibí un documento de 82 páginas con cada cambio —incluido un punto extra al final de una línea— ordenado por páginas. En mis más de veinticinco años como autor, nunca había visto una lectura tan meticulosa y minuciosa de un manuscrito.

Eric y su esposa Naomi Rivka

Esto hubiera sido extraordinario para cualquiera. Pero que un hombre que ya vivía por una década a la sombra de la muerte, pudiera reunir la energía necesaria para una tarea como esta y ejecutarla como él lo hizo, está y sigue estando, más allá de mi comprensión. Le escribí, “Me siento honrado y sorprendido por el esfuerzo que pusiste en esta tarea. Cualquier otra persona solamente hubiera escrito sus comentarios y correcciones en el texto en vez de escribir laboriosamente la ubicación exacta de cada corrección”.

Eric fue mucho más que un corrector para mí. Aunque llegó relativamente tarde a Aish HaTorá, él poseía un conocimiento enciclopédico sobre Aish HaTorá y su fundador, Rav Nóaj Weinberg. A lo largo de los años, él transcribió cientos de las conferencias de Rav Nóaj palabra por palabra. Incluso después de que muchas de esas conferencias habían comenzado a aparecer en formato de libro, él sintió que había un beneficio que obtener de las palabras exactas de su Rosh Ieshivá.

Él era uno de los críticos más gentiles, siempre preocupado de que yo no percibiera algún insulto a partir de algo que él escribiera. Pero su juicio era incisivo y él conocía el arte de la presión gentil aplicada incansablemente.

Trabajamos durante meses por email en revisiones finales, hasta la entrega del manuscrito final en enero de 2017. Eric quería que yo recortara el manuscrito y asignara más material a apéndices. Dado que cada una de las secciones de los capítulos en consideración significaba un gran proyecto de investigación para mí, me resistí. Pero finalmente escribí, “Me siento seguro dejándolo a tu juicio”.

Él hizo que fuera fácil diferir porque nunca podía haber nada personal con Eric. Él era un ‘buscador de la verdad’, completamente carente de ego. Después de que le envié un borrador de una sección reescrita, él me respondió: “Pienso que está muy bien. Clara y precisa”.

Yo respondí: “Debiera ser precisa, tu prácticamente la dictaste”. Su respuesta fue clásica de Eric: “No siempre tengo razón. ¡Probablemente estoy más equivocado que en lo correcto la mayoría de las veces!”.

Habiendo probado los frutos de la colaboración con Eric, soñé que él siempre podría estar ahí para realizar su magia en cualquier trabajo posterior que yo escribiera. Él fue igual de entusiasta de colaborar nuevamente y de utilizar sus formidables habilidades en traer a otras figuras de Torá a la vida.

Cuando llegué a la casa personal de los Most para expresar personalmente mi gratitud por la magnitud de sus mejoras a la biografía de Rav Nóaj, yo ya sabía cuán terriblemente enfermo estaba él. Poco tiempo después de haberse casado en el 2006, fue diagnosticado con linfoma. Incluso antes de eso, su joven novia, Naomi Rivka, 12 años menor que él, sospechó que algo estaba muy mal por su constante tos.

Eric en el Beit Midrash de Aish HaTorá

Desde ahí en adelante su vida juntos fue una interminable serie de trasplantes de medula ósea, quimioterapia, prolongadas estadías en el hospital cuando sus devastados pulmones ya no podían sacar un respiro, y viajes a Estados Unidos con la esperanza de poder reconstruir partes de su cuerpo que habían quedado no funcionales tanto por la enfermedad como por los tratamientos. Hace más de cinco años, él entró en shock séptico y casi murió.

Actualizaciones de salud por Naomi Rivka a la comunidad de Aish HaTorá —cuidadosamente editadas por Eric— aseguraron que los receptores supieran precisamente por lo que estaban rezando y cuán necesitados eran sus rezos.

Pero Eric y Naomi no dejaron que sus vidas fueran definidas por las dificultades de él. Cuando pienso en las tres horas que pasamos conversando durante nuestras reuniones, la cosa más impresionante es cuán pequeña era la parte de nuestra conversación que tenía relación con su salud.

Además de su disculpa por no poder servirme personalmente algo de comer, la salud no era un tema. Por supuesto, su demacrado y debilitado estado, aseguraba que el tema siempre estuviera rondando en el aire, especialmente cuando él mencionó que había sido jugador de rugby y corredor de maratón.

En vez de eso hablamos de Rav Nóaj, Aish haTorá luego del fallecimiento de Rav Nóaj, el libro. Nuestras experiencias comunes como baalei teshuvá y abogados proveían mucho combustible para el molino de conversación.

Todas las elegías y las personas en la casa de shivá hablaron del genuino interés de Eric por los demás. La mayoría de las personas en su situación, especialmente a lo largo de muchos años de sufrimiento incesante, se enfocan hacia adentro y pierden interés en los demás. Eric, por el contrario, constantemente volteaba la conversación hacia quien fuera que estaba con él. Un email de Eric a finales de diciembre pasado comenzaba: “Solamente quería saludar. Espero que todo esté bien contigo y tu familia”.

Estaré para siempre avergonzado de que respondí expresando mi frustración por los retrasos de la publicación de la biografía de Rav Nóaj —una trivialidad en comparación con lo que él enfrentaba diariamente—. Pero fiel a su costumbre, Eric respondió expresando su apoyo. Y ese apoyo era real. Si yo no hubiera sabido eso, no me habría desahogado con él en un principio.

Debido a que Eric nunca se enfocó en sí mismo, él tenía una enorme capacidad de amistad y de acercar a otros a él. Yo fui solamente uno de los cientos de beneficiados de ese talento para la amistad.

Quejarse era completamente ajeno para él. Como dijo uno de los rabinos en su funeral, él era el reportero menos confiable sobre su situación de salud. “Un poco difícil” o “un poquito desafiante” era lo máximo que se permitía a sí mismo. Después de un mes de luchar por respirar e imposibilitado de comer o hablar, él le hizo la seña de “todo bien” a una visita que preguntó por su situación.

Rav Nóaj siempre lo llamó por el nombre Simja, y en efecto Eric preparó y enseñó un curso de 12 clases sobre simjá (alegría) basado en las enseñanzas de Rav Nóaj. Para Rav Nóaj ser una persona seria significaba estar dispuesto a morir por la causa, y él veía a Eric Most como quizás su último alumno serio. Hacia el final de su vida, Rav Nóaj le dijo a una de sus hijas (quien lo contó en la casa de shivá a Naomi Rivka) que él quería darle diez años de su vida a Eric.

Cuando llegó a Aish HaTorá, Eric estaba en la cima del mundo. Él había ejercido derecho ambiental, la meta de su vida, con una gran firma de Nueva York y fue entrevistado por CNN como un experto en el área. Él había ahorrado suficiente dinero como para vivir cómodamente por el resto de su vida (pero debido a los enormes gastos médicos, todos sus ahorros se esfumaron).

Él renunció a todo eso por un mundo al cual entró con rango de principiante, sin siquiera saber el alef-bet cuando llegó a Aish. Sin embargo él nunca miró hacia atrás ni tuvo la más mínima gota de remordimiento por la vida que dejó atrás. Su confianza en el enorme amor de Dios era indestructible y su mayor legado de parte de Rav Nóaj.

Con el tiempo completó el programa rabínico de Aish HaTorá, aunque no pudo dar los exámenes por la necesidad de otra ronda de trasplantes de médula ósea. Y también enseñó Torá, a través de su participación en el programa Discovery y los numerosos programas para estudiantes y adultos jóvenes que iban de visita.

Hace ocho años, él y Naomi Rivka crearon un programa para niñas de seminario americanas llamado DestinAISHons que se reúne en Motzei Shabat semana por medio. En su momento cúspide, el programa atrajo a 150 mujeres jóvenes a cada sesión, interesadas en aprender las estrategias de Rav Nóaj para traducir conceptos abstractos de Torá a una conexión viva con Dios a través de acciones diarias concretas.

Ya hace tres años, Eric no podía enseñar en persona. Pero él insistió en que Naomi Rivka siguiera sin él. “Ese es mi legado”, le dijo a ella. “Debe continuar”.

La más mínima cantidad de fuerza que tuviera —ya sea que fuera suficiente para trabajar por dos horas o dos minutos— estaba enfocada en la misión. En su elegía, Rav Itzjak Coopersmith contó cómo una vez él visitó a Eric y lo encontró sin posibilidad de levantarse. Dos horas después, recibió un email con tres conferencias de Rav Nóaj sobre la porción de la Torá transcritas. Rav Nejemia Coopersmith estuvo igualmente sorprendido de recibir un email de Eric justo dos semanas antes de su fallecimiento recordándole que tenía que hablar en DestinAISHons ese Motzei Shabat.

Nada de esto habría sido posible si Naomi Rivka no hubiera acompañado a su esposo como cuidadora de tiempo completo, cada paso del camino. Al escucharla compartir su alegría por su colaboración —incluyendo a sus tres pequeños hijos— mientras hablaba casi sin para durante horas en la casa de shivá, uno no podía evitar sentirse alentado.

Este era un judío que utilizó cada gramo de fuerza que tenía para aumentar la presencia de Dios en el mundo. Su doctora principal, una israelí no observante llamada Sigal, incorporó en su tratamiento los conocimientos adquiridos a lo largo de los años que “Eric vive por sobre el orden natural”.

Y cuando se fue del mundo, lo hizo sabiendo que estaba envuelto en el amor de Dios, su esposa y todos aquellos cuyas vidas fueron cambiadas para mejor solamente por haber conocido a Elimélej Dovid Most.

Que su memoria sea para bendición.


Reproducido con permiso de Mishpacha Magazine
 

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