Marcado para la eternidad: Una historia real del Titanic

22/06/2023

6 min de lectura

Una historia real del trágico viaje del Titanic.

En 1910, el Sr. Sam Arks de Turek, Polonia, emigró a Inglaterra en donde se casó con Lea Rosen. Vivieron en Londres por un tiempo después de su boda, y luego decidieron mudarse a Estados Unidos, en donde había mejores oportunidades económicas. Decidieron mudarse a Norfolk, Virginia.

Para ese entonces Lea estaba esperando su primer hijo, y sus padres pensaron que en su condición no podía realizar un viaje tan arduo atravesando el océano. Penaban que para ella sería demasiado extenuante y para el bebé demasiado peligroso. Se decidió que Sam viajaría solo. Él establecería un hogar en Norfolk y unos meses después del nacimiento del bebé, Lea se uniría a él.

Los periódicos y los medios de comunicación en general de esa época estaban al rojo vivo con las noticias del nuevo, opulento y gigante transatlántico, el Titanic, que haría su primer viaje desde Southampton, Inglaterra, hasta Nueva York en abril de 1912. La White Star Line, la compañía del Titanic, afirmaba con confianza que el lujoso navío era seguro, robusto y majestuoso.

El 10 de abril la Sra. Lea Aks y su bebé, junto con otros 912 pasajeros, abordaron el barco en Southampton, Inglaterra, en medio de alboroto, fanfarrias y ceremonias. Lea y su infante estaban en la proa, en un camarote de tercera clase, con muchos otros inmigrantes a Estados Unidos. La gente rica de la alta sociedad estaba en los lujosos camarotes de primera clase. Más pasajeros abordaron en otros puertos antes de que el Titanic cruzara el océano.

Cuatro días después, poco después de la medianoche del 14 de abril, cuando el barco estaba a 160 kilómetros al sur de los Grandes Bancos en Newfoundland, golpeó de lado a un iceberg que se elevaba 30 metros por sobre la cubierta…

Veinte minutos después, después de consultar con Thomas Andrews, el diseñador del barco, el Capitán Edward Smith se dio cuenta que el barco se hundiría en dos horas. Todas las personas a bordo perderían sus vidas a menos que pudieran subir a botes salvavidas para luego ser rescatados por barcos que pasaran por el lugar.

Arrojado al agua

Increíblemente, no había suficientes lugares en los botes salvavidas para toda la gente. A pesar de que entre los pasajeros y la tripulación eran 2.200 personas, sólo había lugar para 1.178 en los botes salvavidas. ¡Más de mil personas iban a morir! Es sorprendente la negligencia de no estar preparados para el desastre. Cuando el bote comenzó a inclinarse hubo pánico y caos. El capitán del barco ordenó que las mujeres y los niños sean salvados primeros.

En los camarotes de tercera clase se ordenó que las mujeres pasaran al frente y los hombres al fondo. Lea Aks sostuvo a su hijo Frank Philip (Efraim Fishel) en sus brazos y trató de llegar a la cubierta, pero la puerta del frente de esa sección del barco se atascó y nadie podía salir. Ella quedó atrapada al frente del camarote gritando por ayuda. Un marinero la vio con su bebé en brazos, se estiró por sobre la puerta y la levantó junto a su hijo sacándolos para que pudieran correr a cubierta en donde las mujeres y los niños estaban siendo ubicados en botes salvavidas (La mayoría de la gente en la sección de tercera clase no lograría salir, el 75% de ellos se ahogaría. La primera clase tuvo mucha mejor suerte, de ellos sólo murió el 40%).

Lea corrió a cubierta con su niño y esperó junto a la baranda, tratando de ponerse en la línea para ser rescatada. Hacía muchísimo frío. La gente estaba a los empujones tratando de entrar a los botes salvavidas. Mientras tanto, por debajo, el agua entraba a montones por los grandes huecos inundando el fondo del barco.

Mientras Lea estaba en la cubierta, una de las más ricas mujeres del barco, Lady Madeleine Astor, la vio a ella y a su niño acurrucados para protegerse del frío. Lady Astor, que estaba embarazada, se quitó su hermoso chal de dos metros y se lo dio a Lea diciendo: "Ten, envuelve a tu bebé, hace tanto frío aquí". Con los dientes tiritando, Lea le agradeció profusamente.

Durante este tiempo, un hombre había llegado a los empujones a un bote salvavidas que estaba a punto de ser bajado al agua. Cuando los camareros del barco lo vieron, lo forzaron a salir del bote y lo empujaron nuevamente a la cubierta, gritando que las mujeres y los niños debían ser rescatados primero. De alguna forma este hombre se las arregló para llegar a otro bote salvavidas y otra vez los camareros lo vieron y lo forzaron a bajar, peleando con él, mientras insistían que las mujeres y los niños tenían prioridad.

¡Él arrancó el bebé de sus brazos y lo tiró por la borda!

De vuelta en la cubierta, el hombre vio a Lea parada allí con su bebé ahora envuelto en el chal. Estaba enfurecido. Sus ojos estaban rojos mientras miraba hacia atrás y hacia adelante, consumido por la ira y la frustración. En un momento de locura corrió hacia Lea y gritó: "¡Tú crees que las mujeres van primero! ¡Tú crees que los niños van primero! Te mostraré", y arrancó el bebé de los brazos de lea y lo tiró por la borda.

Lea rompió en llanto horrorizada y pidió ayuda a gritos por su hijo. Los hombres a bordo se le abalanzaron a este maníaco, pero la acción ya estaba hecha. La gente gritaba, pero ahora era el turno de Lea de ingresar a un bote salvavidas. "No iré sin mi bebé", lloraba. Pero los oficiales le dijeron que tenía que salvar su propia vida. No tenía sentido quedarse en el bote hundiéndose. Las mujeres a su alrededor trataron de consolarla, pero Lea lloraba histéricamente mientras era ubicada en un bote salvavidas y era bajada al agua.

Los botes salvavidas anduvieron a la deriva por tres horas hasta que el transatlántico Carpathia llegó y rescató a los afortunados que lograron salir del Titanic. Sólo 705 fueron salvados, 1.523 personas murieron.

Decisión salomónica

Dos días después, la apenada Lea Aks estaba caminando por la cubierta del Carpathia cuando vio a una mujer sosteniendo a un niño. El niño se abalanzó hacia Lea. Ella lo reconoció y gritó: "¡Ese es mi bebé! ¡Ese es mi hijo!".

La mujer sosteniendo al niño, la Sra. Elizabeth Ramell Nye, estaba vestida con un largo vestido negro. "No lo es", insistió. "¡Este niño me fue confiado a mí!". (Algunos dicen que la mujer era posiblemente Aryene del Carlo de Italia).

A continuación hubo una fuerte discusión y la Sra. Nye afirmaba que mientras estaba en el bote salvavidas un niño le llegó volando a sus brazos. Para ella era una señal del Cielo de que tenía que cuidar a este niño por el resto de su vida.

La gente tomó partido en el asunto. Pronto el capitán del Carpathia, Arthur H. Rostron, fue llamado para decidir sobre el asunto. Lea estaba llorando histéricamente mientras que la Sra. Nye insistía en su posición. No se le negaría este niño.

Cuando el capitán Rostron llegó y escuchó los puntos de la discusión, les dijo a ambas mujeres que fueran con el niño a su cuarto, en donde podría reflexionar y decidir el asunto.

"¡Puedo probar que es mi hijo!".

En el cuarto del capitán, Lea exclamó: "¡Puedo probar que es mi hijo!". Lea de 18 años habló con firmeza y certeza. "Soy judía, y mi hijo fue circuncidado". En Europa en esa época, sólo los niños judíos eran circuncidados.

Cuando el capitán Rostron vio que el niño realmente había tenido un brit, Efraim Fishel de 10 meses fue reunido con su madre. Eventualmente, el Carpathia trajo a todos los sobrevivientes a Nueva York.

Frank Philip Aks fue criado en su legítimo hogar judío. Eventualmente se casó y tuvo hijos y nietos. Murió en 1991 a los 80 años. Su esposa, Marie, me dijo recientemente que de joven, él caminaba kilómetros en Shabat para rezar en una sinagoga ortodoxa en Norfolk.

Después de los traumáticos eventos del trágico viaje, Lea estaba tan agradecida con el capitán Rostron y su tripulación que años después tuvo una hija a la que llamó Sara Carpathia Aks. Increíblemente hubo una confusión entre las secretarias del hospital y registraron el nombre en su partida de nacimiento como Sara Titanic Aks.

Marcado para la eternidad

Cuando le conté esta historia al rabino David Cohen de Brooklyn, me mostró el siguiente Midrash (Bereshit Rabá 42:8 y 44:7).

Cuando Dios le dijo a Abraham que se hiciera la circuncisión, Abraham consultó con tres de sus amigos y confidentes: Aner, Eshkol y Mamre.

Aner dijo: "Tienes [casi] 100 años de edad, ¿arriesgarías tu vida al causarte semejante dolor?". Eshkol dijo: "¿Te atreverías a [poner una tan indeleble] marca en ti mismo [y así verte obviamente diferente] de todos tus enemigos? [Eso por sí solo podría ser peligroso]".

Mamre fue el único que alentó a Abraham a confiar en Dios y a seguir en Su dirección.

El rabino Cohen dijo: “¿No es notable que la marca que Eshkol pensó que le traería desprecio a Abraham y que hasta pondría su vida en peligro fue exactamente la marca que reunió a este niño con su madre y que lo salvó para que pudiera ser criado con su familia como un niño judío?”.


Reimpreso con permiso desde "Reflections of the Maggid" (Artscroll.com).

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