Mi éxodo de la adicción a la pornografía

6 min de lectura

Mi travesía personal hacia la libertad usando la Torá y el programa de 12 pasos.

Se recomienda discreción al lector.

Soy un investigador clínico y aspirante a doctor de 27 años que ha estado por muchos años batallando con una adicción a la pornografía y con sus comportamientos asociados. Crecí casi sin conexión al judaísmo. Asistí a escuelas públicas, jugué fútbol en la secundaria y hockey sobre hielo y rugby en la universidad. Aparentaba ser un joven sociable, feliz, inteligente y capaz. Pero bajo la superficie estaba cayendo lentamente en comportamientos sexuales claramente antisociales, y cada vez me avergonzaba más de ellos.

Mi vergüenza no emanó de fuertes creencias religiosas; a los 11 años no tenía ninguna realmente. Tan sólo tenía un sentimiento de que lo que estaba haciendo estaba mal. Sin embargo, no podía darle la espalda a mis crecientes hábitos, ya que me daban una sensación de alivio y seguridad. En ese entonces no sabía que esa seguridad era en realidad una máscara que ocultaba temas más profundos. Mi motivación principal para frenarlo tempranamente provenía del miedo; el miedo al castigo que me darían mis padres si se llegaban a enterar de mis pilas secretas de pornografía, y el miedo a la vergüenza que sentiría frente a mis amigos si se llegaban a enterar de lo que yo estaba haciendo secretamente. De cualquier modo, el miedo jamás me ayudó a mejorar mi comportamiento; lo único que logró fue aislarme aún más.

Se desató una batalla en mi interior, en la cual yo vacilaba entre ver por un lado a la pornografía como un ‘amigo’ y un refugio de las tensiones del mundo, y sentirme por otro lado absolutamente culpable debido a la falta de control de mí mismo. Me masturbaba compulsivamente y luego juraba una y otra vez no volver a hacerlo.

Mi descontrolado comportamiento aumentó cuando mi familia obtuvo acceso a Internet a mediados de los 90. Todavía era capaz de mantener la fachada exterior que hacía que nadie, incluyéndome a mí mismo, advirtiera lo que estaba pasando en mi interior. Mis acciones escalaron aún más a principios de la década pasada con el advenimiento de Internet de alta velocidad; también hubo un aumento en mi desadaptación social y en el deterioro de mi autoestima. No por casualidad, mi ego y mi auto-percibida grandiosidad también crecieron. Para cuando estaba listo para graduarme del colegio en el 2010, mi comportamiento era tan compulsivo y descontrolado que ya no podía negar mi problema. A los 24 años, me resigné a admitir que era adicto a la pornografía.

El judaísmo y los 12 pasos

En esa misma época en la que comencé a admitir ser adicto, comencé a explorar el judaísmo. Yo estudiaba en una conocida universidad famosa por su cuerpo estudiantil antisemita, por lo tanto, gravité inherentemente hacia otros estudiantes judíos. Las mentiras obvias que se desparramaban por la sede universitaria, junto a la aceptación general de las mentiras por parte de los estudiantes, hicieron que me cuestionase el nivel moral de la sociedad en general. En ese punto hice lo que la mayoría de los estudiantes judíos seculares hacen: busqué espiritualidad en todos lados menos en casa.

Después de aprender mucho sobre varios sistemas de creencias, tomé un poco de distancia para compararlos con el judaísmo y llegué a la conclusión de que la Torá era el verdadero manual para la vida. Cuando aprendía sobre judaísmo, yo sentía que estaba aprendiendo de nuevo lo que ya sabía que era cierto. Yo era también un poco rebelde, y qué mejor manera para rebelarme contra la sociedad que aumentando mi observancia del judaísmo.

Estaba tratando de llenar un vacío en mi interior.

Ya había acudido antes a terapeutas y grupos de apoyo social para recibir ayuda con mi adicción, pero no sirvió de nada. Descubrí que vivir una vida observante me ayudaba como sistema de defensa ante mi debilitante adicción. Entendí que la pornografía y la masturbación eran intentos de llenar un vacío en mi interior. También aprendí que estudiar Torá, crecer espiritualmente y conectarme con Dios por medio de la plegaria eran formas más efectivas para llenar ese vacío.

De todos modos, no podía negar que los numerosos años de abuso habían creado ciertos comportamientos y formas de pensar que serían difíciles de abandonar. Un amigo en quien confiaba me contó sobre el sitio web Cuida tus Ojos, un sitio dedicado a ayudar a los judíos a liberarse de esas compulsiones. Fue en ese sitio que escuché sobre los 12 pasos y el programa de Adictos Anónimos al Sexo (AAS).

A pesar de que estaba creciendo espiritualmente y que había comenzando a practicar cierta abstinencia de la pornografía, de todas formas no podía abstenerme por más de unos pocos días o semanas cada vez. Una vez hice una promesa de 40 días y, en el día 41, volví de lleno al vicio. Estaba agradecido por el progreso, pero también estaba cansado de fracasar. Dejaba de hacerlo y juraba que nunca más lo haría; sólo que en esta ocasión utilizaría las herramientas del judaísmo para la teshuvá (arrepentimiento). Estaba atrapado en un ciclo vicioso que lo único que lograba era aumentar mis sentimientos de vergüenza y culpa.

Recuerdo haber celebrado Pesaj el año pasado sintiendo que estaba dejando Egipto. Finalmente iba a liberarme de mis comportamientos adictivos, los cuales me habían robado tantas oportunidades y relaciones, de una vez y para siempre. Me sentía muy bien, hasta que caí menos de un mes después. En retrospectiva, esa caída fue el momento crítico que necesitaba. Decidí que haría lo que fuera para dejarlo. El domingo siguiente me obligué a ir a mi primer encuentro de Adictos Anónimos al Sexo, sintiendo una gran desesperanza y mucha confusión.

Adictos Anónimos al Sexo

Fue en AAS que finalmente conseguí un poco de sobriedad de mi adicción. Me enseñaron herramientas valiosas y mecanismos de lucha que me permitieron lidiar con las tensiones de mi vida sin recurrir a mi viejo amigo: la pornografía. Una vez que logré un poco de sobriedad (algo que me llevó a un nivel de claridad previamente desconocido) estuve listo para el siguiente paso: admitir que mi vida se había vuelto incontrolable.

Estaba listo para dar el siguiente paso: admitir que mi vida se había vuelto incontrolable.

Dar ese paso significaba poner por escrito toda mi historia sexual para poder verla con claridad sin engañarme a mí mismo. El primer paso significó también compartir mi historia con todo el grupo y escuchar sus comentarios. Me permitió sacar todo sin sentirme avergonzado, ya que los demás comentaron cómo mi historia era similar a la de ellos. El primer paso no sólo alivió mi sentimiento de culpa, sino que también me demostró que mi comportamiento, que era cada vez más incontrolable, siempre estuvo encubierto por la negación y el ego.

Conocer a otra gente que lucha con los mismos problemas me dio un sentido de pertenencia; sabía que no estaba solo. Rompió el aislamiento que había permitido que mi adicción proliferara. También tenía una gran cantidad de números telefónicos a los que podía llamar para conectarme con otro adicto cuando sintiera la tentación de tomar ese primer trago.

Pero lo más importante fue que después de mi primera entrevista conseguí un patrocinador que, no por casualidad, también era judío. Nunca olvidaré mi primer encuentro con él, quien había estado sobrio durante 18 años. Me dijo que lo mejor que podía hacer para recuperarme era combinar el judaísmo y el proceso de los 12 pasos. También comencé a ver la forma en que Dios coordina todo a la perfección, usando a la gente para generar un impacto en la vida de los demás. También me sorprendió la cantidad de judíos, observantes y no observantes, que había en cada reunión atestiguando que los 12 pasos eran una herramienta más para superar la adicción a la lujuria.

Rumbo a la libertad

Además de proveer las herramientas para luchar y un sistema de apoyo, la parte más importante del trabajo de los 12 pasos es hacer aquello que los judíos hacemos todos los años cuando nos preparamos para Pesaj: deshacernos del jametz.

El jametz espiritual es el ego, y los 12 pasos sientan las bases para la humildad verdadera y para la anulación de uno mismo. Tal como una persona no puede liberarse a sí misma de la prisión, el adicto no puede liberarse a sí mismo de la adicción. Tal como Dios nos sacó de Egipto en nuestro mayor nivel de impureza, Él es el único que puede sacarnos de nuestro Egipto personal.

No estoy fuera de peligro; soy un adicto de por vida.

Un adicto no puede tener una recuperación duradera sin humildad. Necesita liberarse de la esclavitud de su ego. Los 12 pasos me están llevando a una posición de humildad y, en ella, estoy encontrando una relación real con Dios y serenidad verdadera.

Sin embargo, la adicción fue expresada en nuestro comportamiento individual, y AAS nos dio el apoyo de otras personas que estaban haciendo activamente lo que ninguno de nosotros creyó que era posible: vivir una vida libre de la adicción a la pornografía. Es un desafío constante, "el cambio es un proceso, no un evento", pero mi calidad de vida mejoró dramáticamente y continúa mejorando día a día. Después de 120 días tuve una recaída pero, a diferencia de las otras infinitas veces en las que recaí, esta vez tuve el apoyo de mi patrocinador y de otros adictos que me hicieron tomar responsabilidad y que me ayudaron a volver a levantarme. No estoy para nada fuera de peligro, he aceptado que soy un adicto de por vida y que sólo estaré libre de mi enfermedad particular mientras continúe tomando mi medicina: la Torá, la fe en Dios, la plegaria y el apoyo constante de AAS.

El autor utilizó un seudónimo.

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