¿Qué hay de malo con tener un árbol de navidad?

3 min de lectura

Tener un árbol de navidad me hizo desear no ser judía.

¿Qué hay de malo con que una familia judía tenga un árbol de navidad? Es hermoso, huele bien y ¡no es algo religioso! ¿Cuál podría ser el daño?

Esta es mi historia.

Mi padre era católico y mi madre judía, así que hicieron un acuerdo: teníamos tanto janukiá como árbol de navidad; todo el paquete de luces, decoraciones y regalos con cintas y moños.

El árbol de navidad tenía 2 metros de alto, con guirnaldas brillantes, luces de colores, olor a pino y regalos abajo. Era hermoso, alegre y —lo mejor de todo— te igualaba a todos los vecinos en los suburbios de los Estados Unidos. ¿La janukiá? Tenía 20 centímetros de alto, con velas de cera que se derretían encima de todo.

Realmente no había competencia. El árbol de navidad ganó cada vez.

Año tras año, mi familia defendía el árbol de navidad vigorosa y ruidosamente. “No es una cosa religiosa”, insistíamos. “¡Es solamente una excusa para reunirnos!”

Pero no lo era. El árbol de navidad era una poderosa y positiva experiencia emocional. Finalmente, la celebración anual alrededor de ese árbol tuvo un impacto mucho más duradero en mí y en mi familia que casi cualquier otra cosa que compartimos.

Ese árbol me hizo desear no ser judía y ser igual a todos los demás. Así que créanme: no subestimen el poder del árbol.

La verdad es que una vez que el niño tiene un árbol de navidad, lo querrá al año siguiente y el año después de ese. Cuando se comprometa (con un judío o no), querrá que su novio venga a la reunión “no religiosa” de navidad de la familia. ¿Quién no querría compartir algo alegre y hermoso? Después querrá traer a su bebé y luego a su hijo a experimentar esa alegre reunión.

Pero entonces, con el paso de los años, un día, se preguntará tristemente por qué su hijo y ella no se conectan con ser judíos.

Tenemos la importante tarea de educar a nuestros hijos y darles una identidad y valores judíos, no una identidad mezclada.

Eso es lo que casi pasó conmigo. Pero afortunadamente (aunque con gran dificultad) quien en ese entonces era mi novio (quien por casualidad era judío) rompió la cadena. Él vio el potencial desastre: el conflicto, la confusión que experimentarían nuestros hijos, la asimilación y el potencial matrimonio mixto por el cual un día nos culparíamos con toda la razón. Él dijo que no era adecuado que celebráramos NADA con un árbol.

Para mí fue muy difícil. La festividad había quedado grabada en mi interior. Hoy, a pesar de que ya pasaron más de 20 años desde mi última gala de navidad familiar, aún tengo asociaciones emocionales que se formaron durante mi infancia.

Como padres judíos, tenemos la importante tarea de educar a nuestros hijos y de darles una identidad y valores judíos, no una identidad mezclada. Queremos que ellos tengan asociaciones positivas con ser exactamente quienes son: niños judíos. No queremos confundirlos ni que deseen disfrutar una religión diferente.

Irónicamente, Jánuca se trata de no asimilarse a otra cultura. ¡Y tener un árbol de navidad es hacer exactamente eso! No es coincidencia que navidad y Jánuca a menudo caigan en la misma fecha. Esa lucha por no asimilarse sigue teniendo lugar hoy en día, con nosotros y con nuestros hijos. Cada año tenemos una elección: ¿celebramos ser judíos? ¿O celebramos alejarnos de nuestro judaísmo?

Hasta el día de hoy hay personas —otros judíos— que me dicen: “Pero un árbol de navidad es tan hermoso y huele tan bien. ¿Cuál es el daño?”.

El daño es que el atractivo del árbol —la belleza, el olor, la música, los regalos — puede ser más poderoso que el atractivo de las fiestas judías, las cuales son más significativas y profundas intelectualmente. Pero para un niño, es mucho más fácil relacionarse con el espectáculo de la navidad y la emoción de un maravilloso y mágico Papá Noel.

Me duele terriblemente ver a mi hermana, la hija de una sobreviviente del holocausto, celebrar alrededor de un árbol.

En esta época de festividades, no piensen que tener un árbol es “inofensivo”. No lo es. O que “no significa nada”. Sí significa. Es un recuerdo emocional positivo indeleble que tus niños querrán compartir con sus propios hijos.

Hoy me duele terriblemente ver a mi hermana, la hija de una sobreviviente del holocausto, celebrar alrededor de un árbol.

Pero me duele todavía más que su hija, ahora casada con un no judío, se sienta más cercana a la navidad que a todas las festividades judías combinadas.

Todo comienza por un árbol.

La autora está utilizando un seudónimo. 

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