Un alma especial

7 min de lectura

Cómo mi hermana con necesidades especiales cambió a nuestra familia y a nuestra comunidad.

Esta es la imagen que siempre guardo de mí y Rajel: nos visualizo en la piscina del club de la comunidad judía, riendo y jugando bajo el sol. Yo tengo siete años y ella tres. El agua la mantiene a flote, por lo que casi no pesa nada, y eso hace que ella sea casi como una hermana normal. La puedo llevar de un lado a otro y no es difícil, y nos reímos y jugamos.

Nos encantaba estar en esa piscina. Era nuestro lugar favorito.

Incluso el mes pasado, 35 años después, cuando fui al hospital y ella estaba asustada y con dificultades para respirar, murmuré en su oído para ayudarla a calmarse: “Rajeli, ¿quieres ir a nadar a la piscina del club? ¡Vamos a nadar a la piscina del club! ¿Recuerdas cuando nadábamos en la piscina del club?”.

Ese recuerdo “de jugar bajo el sol en la piscina del club junto a Rajel” sirve como una metáfora para toda nuestra comunidad judía de Memphis: ellos eran quienes mantenían a flote a nuestra familia mientras nosotros cuidábamos a Rajel. Era sumamente fácil llevarla a todos lados gracias al amor, apoyo y generosidad que tenían con Rajel y con nuestra familia.

Un alma espiritual

Rajel amaba ir al shul, fue ella quien nos llevó a todos allá. Ella lloraba durante todo el día sábado, y digo sábado porque antes de Rajel no sabíamos que el sábado era Shabat. Lloraba todo el sábado hasta que subíamos al auto e íbamos al shul… Y luego, eventualmente, dejamos de ir en auto y comenzamos a ir a pie, pero sólo porque Rajel entraba en histeria si no lo hacíamos. Y porque mantenía la mano en alto todos los días de la semana y nos hacía contar los días que faltaban para Shabat. Así que no había forma de que no fuéramos al shul todas las semanas.

Íbamos al shul sólo porque Rajel entraba en histeria si no lo hacíamos.

Rajel era un alma especial, que había sido enviada a la Tierra para cambiarnos.

Hay tanto que aprendí de mi especial hermana Rajel.

Rajel no podía caminar, no podía hablar, no podía ver. Si tenía que ir al baño, alguien tenía que llevarla, bajarle el pantalón, sentarla en la taza, esperar hasta que terminara… entiendes a lo que me refiero. Si Rajel tenía hambre, alguien debía prepararle la comida, llevarla a la mesa, sentarla, ponerle el tenedor en la mano, cortarle la comida, limpiarle la boca, quedarse a su lado para asegurar que no se atragantara… Cuando era su hora de dormir, había que subirla por las escaleras, ponerle el pijama, cepillarle los dientes, acostarla… (¡Cuánto le gustaba cuando jugábamos y reíamos con ella antes de ir a dormir! ¡Nos divertíamos tanto a la hora de dormir!).

Rajel me enseñó lo que significa dar, incluso cuando crees que no puedes dar lo que se pide. Recuerdo cuando era adolescente (ya saben, a los adolescentes les encanta dormir hasta tarde) y, cuando era mi turno para cuidarla en la mañana, Rajel llamaba (“AAAAAaaaaaaa”) para que me levantara a las 6 a.m. para llevarla al baño. Si yo seguía durmiendo, tendría que limpiarla a ella y a su cama y ella tendría que estar incómoda. Entonces me levantaba siempre a las 6 a.m., a pesar de que yo era una adolescente. Porque Rajel nos enseñó lo que significa dar, incluso cuando crees que no puedes dar lo que se está pidiendo.

Haz lo correcto

Rajel me enseñó: haz lo correcto sin importar qué opine la gente. Cuando tenía ocho años estaba en el shul y alguien me dijo: “Tu hermana es tan rara. Se ve tan rara”. Y, teniendo apenas ocho años, no me molestó en lo más mínimo. Sólo me encogí de hombros y dije: “Hashem la hizo así”. A quién le importa lo que digan los demás cuando estás haciendo lo correcto. Rajel me enseñó eso.

Las personas miraban feo a mi mamá, como diciendo: “Estás torturando a esta pobre niña discapacitada”. Pero a mi mamá no le importaba, porque sabía que estaba haciendo lo correcto.

Los fisioterapeutas querían que Rajel caminara con su andador, a pesar de que a ella no le gustaba. Para motivarla a caminar, mi mamá estacionaba junto a la piscina (que tanto le gustaba a Rajel), acomodaba a Rajel en su andador y le decía: “Bueno, Rajel, ¿quieres nadar? Camina hasta la piscina”. Y mi mamá llevaba un libro (porque sabía que podía tardar una hora) y se ponía a leer, diciendo cada tanto: “Ve Rajel, camina hacia la piscina”. Pero Rajel se quedaba parada junto a su andador; aquella hermosa y pequeña niña discapacitada, llorando y llorando mientras mi mamá se quedaba allí leyendo su libro y diciendo cada tanto: “Vamos Rajel, tú puedes hacerlo. Si caminas hasta allí, podrás nadar”.

Rajel sonriendo en la colonia de vacaciones.Rajel sonriendo en la colonia de vacaciones.

Las personas que pasaban por ahí le daban horribles miradas a mi mamá, como diciendo: “¡Qué madre tan desagradable, torturando a esta pobre niña discapacitada!”. Pero a mi mamá no le importaba, porque sabía que estaba haciendo lo correcto. Sabía que lo correcto era que Rajel caminara, por lo que no le importaba lo que pensaran los demás. Haz lo correcto, sin importar lo que piensen los demás. Eso es lo que aprendí de Rajel.

Empatía

Ella me enseñó a notar el dolor y los sentimientos de los demás. Teníamos que esforzarnos mucho para descifrar lo que quería Rajel. Ella hacía una seña de “¿cuándo?”. Esa era su señal favorita, la usaba todo el tiempo.

Y luego teníamos que descifrar: “¿Cuándo qué? ¿Cuándo vamos a comer?

Uhhh… ¿Qué vamos a hacer ahora? Uhhh… Cuándo es… oh, no sé… ¿Cuándo va a volver Rav Grossman para cenar con nosotros usando una corbata rosada y trayendo bombones de menta?”.

Teníamos que intentar intuir lo que ella quería, con la única ayuda de una señal que significaba “cuándo” y nuestro conocimiento de qué es lo que podría querer en ese momento en particular. Eso desarrolla tu capacidad de sintonizarte con los demás.

Bondad

Ver a mis padres, a mi hermana y a mí cuidar a Rajel llegaba al corazón de las personas. Todos amaban a Rajel. La niña bonita en la silla de ruedas que tanto disfrutaba cuando cantaban Adón Olam en el shul. Que se reía amorosamente cuando le decían gut shabbes. Que quería a la gente que la rodeaba tanto como la gente la quería a ella.

Mis padres le daban a Rajel torta de vainilla en el kidush del shul para que sus vestidos bonitos no se ensuciaran (Rajel hacía un hermoso lío cuando comía). Rajel se reía a carcajadas cuando Susana le decía cada semana: “¡Voy a buscarte un pedazo de torta de CHOCOLATE!”, ¡y se lo llevaba!

El tío Felipe (que no es nuestro tío, sino un amigo muy cercano de la familia), con su fuerte y peculiar tono barítono le deseaba gut shaaabes Rajel. Y Rajel lo miraba feliz y decía: “¡AAAAAAAaaaaaaa!”.

Estos son bellísimos e icónicos momentos de jésed, ‘bondad’, en la vida de Rajel.

A ella LE ENCANTABA todo eso. Porque lo único que quería era recibir cariño. ¡Eso era todo! Dale un poco de jésed, un poco de ‘bondad’, y la harás feliz. Entonces todos aprendimos a hacer jésed. Y todos hicimos mucho más jésed gracias a ella.

Sin Rajel, me sería imposible estar tan consciente de lo agradecida que soy por mis capacidades. Es decir, es UNA GRAN BENDICIÓN poder ver árboles hermosos y el cielo encantador. La única razón por la que lo puedo apreciar es porque Rajel no podía verlos. Es UNA GRAN BENDICIÓN poder pararme e ir por mí misma al baño, usando los servicios sin necesitar ayuda. Rajel nunca pudo hacerlo. Es UNA GRAN BENDICIÓN poder comer comida de verdad, masticar, tragar y saborear, porque durante el último año Rajel no pudo. Y puedo sostener una bolsa de papas fritas, y agarrar un lápiz, y escribir, y leer, y hablar. ¡Huau!

Por todo esto debo agradecerles especialmente a mis padres. Por hacernos ver la vida desde esa perspectiva. Por describir a Rajel como un regalo para todos nosotros, para hacernos mejores en muchas formas. Esa es la explicación y la base de todo; su actitud era “Rajel está aquí en nuestra familia, en esta Tierra, como un regalo para nosotros, para hacernos mejores en TANTAS formas”. Como decía mi mamá: “No podemos elegir lo que recibimos, pero podemos elegir cómo lidiamos con ello”.

Entonces puedo sostener una bolsa de papas fritas, y agarrar un lápiz, y escribir, y leer, y hablar. ¡Huau!

Un año, en el cumpleaños de mi papá, Rajel lloró durante todo el día. Lloró y lloró sin parar. Finalmente, mi madre se dio cuenta: Rajel quería hacerle una tarjeta. Y por eso había estado llorando todo el día.

¡Qué bendición que tengo de poder hablar! ¡Qué bendición que tengo de poder comunicarme! Y de poder decirles a mis seres queridos lo que quiero, lo que necesito y cuánto los amo.

Obviamente Rajel, al no poder hacer nada de eso, nos convirtió en máquinas de jésed. Para eso su alma fue enviada aquí.

Las dos canciones que más amaba encapsulaban perfectamente su vida y su propósito aquí.

Una es Adón Olam, que trata sobre la soberanía de Dios en el mundo. Rajel era tan espiritual; nos hizo a todos más espirituales. Su mundo no era el físico, aquí era como un pez fuera del agua.

La verdadera Rajel estaba atrapada en su cuerpo; ahora es libre.

La otra era Osé Shalom, un versículo sobre hacer la paz en el mundo. Lo que Rajel nos forzaba a hacer es jésed (actos de bondad), que crean paz. Al cuidarla aprendimos a ser sensibles a las necesidades de los demás, aprendimos a hacer aún más jésed, a crear aún más paz en el mundo.

La esencia de Rajel estaba expresada en esas dos canciones.

Corriendo en el Cielo

Dos semanas antes de que Rajel falleciera, a los 39 años.Dos semanas antes de que Rajel falleciera, a los 39 años.

La verdadera Rajel estaba atrapada en su cuerpo; ahora es libre. Rajel falleció pacíficamente, rodeada por sus hermanas y padres.

Ahora es como si estuviera nuevamente en esa piscina del club: no pesa nada, no es empujada hacia abajo por su cuerpo físico; o quizás ahora es aún mejor. Ahora puede correr, puede volar, puede cantar, ¡puede hablar! Puede comunicarse todo lo que quiera.

Siempre creí que ella podía hablar con Dios. Creo que ahora está en su verdadero lugar, en el mundo espiritual. En el hospital le decía todo el tiempo: “Hashem te va a cuidar mucho, porque eres muy buena e hiciste mucho bien”.

Nos hizo mucho mejores personas de lo que hubiésemos sido sin ella. Nos hizo mucho más espirituales. Y a pesar de que la amábamos y ella nos amaba y éramos su hogar, ella nunca estuvo aquí por completo porque nunca nos podía decir lo que pasaba en su interior. Ese era su secreto que sólo conocían Hashem y los mundos superiores. Por eso, creo que ahora está en su verdadero hogar.

Te amo, pequeña Rajeli.

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