Un solo corazón

6 min de lectura

Creciendo junto a cuatro hermanos con discapacidad mental.

Hinda y Robert Mizrahi fueron honrados con el Children's Advocacy Award (Premio a la defensa de los niños) de la organización OHEL en su gala anual. Esta es una versión editada del emotivo discurso de Hinda Mizrahi.

Yo crecí con dos hermanos "normales", cuatro hermanas "normales" y cuatro hermanos con discapacidad mental.

Como consecuencia de esto, la gente me mira tanto con asombro como con escepticismo. Soy alguien con quien se puede sociabilizar y empatizar, pero no alguien para acercarse demasiado o casarse, ya que hay muchos que consideran que mis genes están “manchados”.

A mis hermanos especiales, a quienes no cambiaría por nada en el mundo, los consideran imperfectos y defectuosos.

He visto a personas que creen que pueden elegir qué desafíos quieren enfrentar en la vida. Pero yo he aprendido que Dios solamente da lo que sabe que podemos manejar.

Depende de nosotros estar a la altura de la ocasión.

Hay quienes dicen que existe tal cosa como las peleas entre hermanos, que los hermanos sienten celos los unos de los otros, o que pelean tanto que llegan a herirse física o mentalmente. Yo no podría decir si es verdad o no, porque en mi familia de 11, nunca peleamos, nunca estuvimos celosos, y ciertamente nunca usamos palabras como “idiota”, “tonto” o “loco”.

Nosotros nos defendíamos los unos a los otros. Nos alentábamos mutuamente. Sabíamos desde una edad temprana qué significaban realmente los desafíos.

Mientras que algunos pueden burlarse de ti por leer raro, o por no leer lo suficientemente rápido, nosotros sabíamos que había quienes no podían ni siquiera leer.

Así que nos enseñábamos mutuamente, nos dábamos datos e intentábamos ayudarnos para tener éxito.

Cuando un amigo venía a jugar a casa y otro hermano también quería jugar, lo dejábamos, porque veíamos el dolor cuando alguno de nuestros hermanos esperaba por un amigo para jugar pero nadie venía.

También éramos buenos con nuestros amigos.

Cuando éramos capitanes de un equipo de deportes, o llevábamos nuestro balón para jugar en el recreo, nos asegurábamos que todo el que quisiera jugar fuera elegido para un equipo, sin importar su habilidad, porque veíamos y sentíamos rechazo cuando uno de nuestros hermanos se sentaba a un lado día tras día, deseando participar en un juego.

Cuando éramos consejeros y capitanes en las competencias por alianza, nos asegurábamos que cada persona tuviera un lugar y se sintiera incluido; porque veíamos a nuestros hermanos pelear con toda su fuerza para ser incluidos y ser como el resto.

Vimos desde pequeños lo que realmente significaba para los padres querer que sus hijos fueran lo mejor que pudiesen ser, y no lo que los padres querían que fueran.

¿Quien hubiese creído que mi padre —un prominente rabino ortodoxo de una gran e ilustre comunidad— y mi madre —hija de un mundialmente renombrado Rosh Ieshivá— enviarían a cuatro de sus seis niños a una escuela pública y fijarían sus metas a simplemente decir shemá y las bendiciones cada mañana, lenta y claramente, y a saludar a todos con quienes se encontrasen con un agradable shalom y un fuerte apretón de manos mirándolos a los ojos?

Aprendimos lo que significa realmente la responsabilidad de un padre, cuando veíamos a mis padres levantarse y rezar con mis hermanos cada mañana y decir el shemá con ellos cada noche.

Incluso hoy en día que mis hermanos viven en una casa Bait Ezra de OHEL, mis padres aún rezan con ellos, y no dejan en manos de otros lo que ellos deben hacer.

Diariamente recordábamos cuál es la forma apropiada de tratar a nuestros padres, ya que nuestros hermanos siempre escuchaban lo que mis padres decían y nunca les respondían o les hablaban de forma irrespetuosa.

Cuando yo decía algo inapropiado, incluso antes de que mis padres tuvieran oportunidad de disciplinarme, era uno de mis hermanos especiales quien decía: "Hindy, ¡esa no es forma de hablarle a tu madre!".

¿Y cómo puedes discutir con alguien que tiene intelecto limitado y que está en lo cierto?

Aprendimos que cuando un hermano comienza a cantar en una calle llena de gente, en un lluvioso día de abril, no hay nada de qué avergonzarse.

De hecho, podíamos estar felices por él, ya que él hizo la conexión de “las lluvias de abril traen las flores de mayo”, algo que probablemente todos nosotros entendimos rápidamente pero que a él le tomó más tiempo comprender.

Nunca había una mala mañana, porque cada mañana significaba un nuevo día.

Aún más importante, no había nada que ningún hermano pudiera hacer para avergonzarnos, porque experimentamos muy temprano el concepto de que ser diferente le ofrece algo único a la familia.

En nuestra casa, nunca había una mala mañana, porque cada mañana significaba un nuevo día, un nuevo comienzo, algo nuevo que esperar.

Sabíamos la importancia de la estructura, porque la estructura te permite mantener las cosas en línea.

Pero aprendimos muy temprano que la vida es impredecible, y que uno puede planificar y esperar que pasen ciertas cosas, pero los humanos y los niños no son robots, por lo que a veces ocurren cosas o hay cambios sin una razón de fondo.

Aprendimos a hacer sacrificios.

Sí, dolió que no pudiera tener una muñeca pimpollo cuando todas mis amigas tenían una.

Pero si significaba que mi hermano podía recibir una sesión extra de terapia física para aprender a andar en bicicleta, entonces yo me emocionaba por él y me conformaba jugando con la muñeca de mi amiga.

Finalmente, y probablemente lo más importante, aprendí el verdadero significado del amor.

Mis hermanos me aman simplemente porque soy yo, sin esperar nada a cambio.

Aprendí lo que significa amar a alguien y no ver sus errores, y a amar sin compromisos, porque ante los ojos de mis hermanos yo soy perfecta; ellos me aman simplemente porque soy yo, sin esperar nada a cambio.

Ellos se emocionan verdaderamente cada vez que me ven o que ven a una amiga mía.

Ellos me llaman diariamente para saludar, y cuando se encuentran con alguien que me conoce me envían saludos, porque soy su hermana, su perfecta hermana mayor.

El verano pasado sufrimos la muerte de uno de mis hermanos especiales, Moishe.

Una amiga mía, quien no había tenido la oportunidad de conocer a Moishe, comentó que nunca vio hombres adultos llorar en un funeral como lo hicieron en el de Moishe.

Más de mil personas estuvieron en su funeral, y unos cuantos cientos al lado de su tumba; muchos cancelaron sus vacaciones para estar en la shivá, ya que lamentaban y sentían la pérdida de Moishe.

Pero solamente 12 personas nos sentamos en shivá, porque éramos sus familiares. Éramos especiales.

Así que la próxima vez que conozcas a alguien que se ve raro o que actúa raro, cuya capacidad mental es diferente, recuerda que no son solamente un cuerpo físico con uno o dos genes que están mal.

Ellos tienen una historia especial que contar. Ellos tienen una historia única que compartir.

Conócelos. Conoce a sus padres y a sus hermanos.

Te transformarás. Te inspirarás. Te convertirás en alguien especial.

La historia de todos

Cuando era niña, siempre me preguntaba qué iba a pasar con mis hermanos cuando mis padres no pudieran cuidar más de ellos. ¿Podríamos mis hermanos y yo cuidarlos como lo hacían mis padres?

¿Podríamos nosotros darles el amor y la seguridad que necesitaban?

Ahora no tengo que preocuparme por eso, porque sé que están en buenas manos. En su casa en Bait Ezra de OHEL, ellos son personas, no números.

Tienen comidas saludables; van a paseos, viajes y vacaciones de verano. Van a trabajar o a programas, y están rodeados de un personal cariñoso. Incluso pudieron escoger el color de la pintura de su cuarto antes de mudarse.

Y cuando la tragedia golpeó a mi familia, OHEL estuvo ahí para ayudarnos en todas las formas que pudieron, ya sea con citas con doctores, con trasnochadas en el hospital e incluso con comunicarles la triste noticia a mis hermanos de la forma adecuada.

Ellos han reído y llorado con nosotros. Han compartido nuestras alegrías y nuestras tristezas.

Pero este no es un honor que me corresponde sólo a mí.

Es un honor que comparto con mis hermanos; con mis hermanos "especiales", porque ellos me ayudaron a convertirme en quien soy hoy en día. Ellos me hicieron merecedora de recibir un honor como este.

Es un honor que comparto con mis hermanos "normales", porque ésta también es su historia.

Es un honor que comparto con mi esposo, con mis cuñadas y cuñados, y con sus padres, porque no nos vieron como mercancía dañada, sino como hermanos de una hermosa historia.

Es un honor que le doy a mis padres, Rav y Rebetzin Reisman, los verdaderos dueños de la historia. Ellos son los narradores principales.

Hace mas de treinta años, cuando la gente ocultaba las situaciones como esta y se negaban a hablar de ellas, mis padres se dieron cuenta que tenían una hermosa historia que contar y la sacaron a la luz.

Es un crédito a su actitud y aceptación de la vida, y a su guía a través de la vida, que una pequeña historia de niños se haya convertido en una gran historia de adultos.

Es un honor, y yo junto a mis padres y hermanos le agradecemos a Dios, por escogernos para ser el vehículo para contar esta especial historia.

Y gracias a ustedes OHEL por todo lo que le han entregado a mi familia; gracias por las comodidades, la preocupación y la tranquilidad mental. Y gracias por permitirme compartir mi historia.

Aquí puedes ver el discurso completo de Hinda en video (en inglés).

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.