Una pierna en la que apoyarse

7 min de lectura

A los 13, Itzi Haber decidió que su pierna cancerosa fuese amputada. Él nunca se ha arrepentido.

Itzi Haber es el tipo de persona con el que quisieras quedarte atrapado en un elevador descompuesto. Él es contagiosamente optimista, tiene un talento natural para aprovechar al máximo todas las situaciones. Y tiene mucha práctica.

En su barrio, Itzi era un niño típico. Amaba su equipo de fútbol, armar modelos de aviones en miniatura y practicar deportes. A pesar de tener un físico robusto, era el corredor más rápido de su clase. Tenía un pelo ondulado oscuro y grueso, y una sonrisa irresistible que lo sacaba de cualquier contratiempo. La vida era buena.

Pero durante una práctica deportiva cuando tenía 11 años, Itzi sintió de repente un dolor en su pierna derecha. Cuando el dolor empeoró, los doctores le dieron muletas, pensando que quizás una pierna estaba creciendo más rápido que la otra. Luego vinieron más exámenes y rayos X. Finalmente, el niño y sus padres recibieron el diagnóstico final: Cáncer. Tenía Osteosarcoma, uno de los tipos más comunes de cáncer de huesos en los niños.

Él sabía que su madre estaba alterada, ya que notaba que la pintura de sus ojos había sido corrida por sus lágrimas. Pero no se lo tomó muy en serio; ¿qué sabía él del cáncer? "Pensé que faltaría a clases una semana, que estaría en cama mirando TV y tomando un par de pastillas", dijo Itzi, ahora un muchacho delgado y barbudo de 30 años que aún tiene esa sonrisa irresistible. Pero nada podría haberlo preparado para lo que se avecinaba: múltiples cirugías, un año de quimioterapia con todos sus respectivos efectos secundarios – pérdida de cabello, vómitos excesivos, infecciones. Durante todo el suplicio, él y su familia fueron mantenidos a flote por su comunidad y por Chai Lifeline (sitio en inglés), una organización internacional que provee incontables servicios para niños con cáncer y sus familias sin costo alguno.

"Chai Lifeline pagó los tutores, y había gente viniendo todo el día a visitarnos", recuerda Itzi. "Proveyeron trabajadores sociales para mí y para mis padres, quienes estaban viviendo una tortura, e incluso para mis hermanos. Mi hermano sólo tenía seis años, y nadie pensó que entendía lo que estaba pasando. Hasta que un día le preguntó al trabajador social: '¿Itzi se va a morir?'".

Mientras tanto, el tratamiento de Itzi era incierto: un aloinjerto (de médula ósea), más cirugías, más infecciones, clavos y barras. Se sentía como una marioneta. El doctor le dio al niño, de trece años para ese entonces, tres opciones: insertar otro aloinjerto de la rodilla para abajo, dejando de esta manera su pierna estirada para siempre, reemplazar su rodilla y hueso por una rodilla y barra metálicas, que lo dejarían con un alto riesgo de infección y requeriría más cirugías para reemplazar los implantes a medida que creciera (y que se podrían quebrar fácilmente, limitando mucho toda acción de niño normal), o la amputación desde la rodilla para abajo y el uso de una prótesis. Los padres de Itzi le dejaron la decisión a él.

"En ese momento me enfoqué en ser feliz, incluso sin una pierna. Nunca me he arrepentido".

"Opté por la amputación. Quería poder bailar, practicar deportes, quería ser normal".

Tomar esa decisión tan trascendental era una cosa; pero, despertar un día sin una pierna era algo completamente diferente.

"Recuerdo claramente la última vez que tuve mi pierna. Y luego recuerdo no tenerla", cuenta. "Ni siquiera puedo describir el sentimiento – fue un gran impacto. Pero luego, en el pabellón de cáncer, vi a una mujer triste y deprimida en una silla de ruedas, y pensé: si vas a andar así por la vida, seguro que vas a morir. Pero si eres feliz, me dije, tu cuerpo querrá pelear, y ganarás. Siempre había sido optimista, pero en ese momento me enfoqué en ser feliz, incluso sin una pierna. Nunca me he arrepentido".

Por supuesto, todo el optimismo y la determinación del mundo no podían siquiera comenzar a remover los incontables desafíos que tenía por delante. Por años Itzi tuvo sensaciones fantasmas en donde estaba su pierna – desde inofensivas, como si estuviera moviendo los dedos de sus pies o una inexplicable picazón en una parte de su pierna que no podía ubicar, hasta lo insoportable, como un dolor ardiente en donde estaba su pie o su tobillo. El dolor fantasma desapareció casi por completo pero, incluso hoy en día, si tropieza de un modo que le hubiera causado una torcedura de tobillo, comenzará a renguear automáticamente. "Pero ahora", dice, "me digo a mí mismo que no duele realmente, que no hay un tobillo ahí, y puedo dejar de renguear".

De adolescente, Itzi tuvo que comenzar el arduo proceso de aprender nuevamente a caminar, e incluso cómo caer “correctamente” para no lastimarse. Pero en todo momento encontró formas de divertirse a sí mismo y a los demás. En el “Campamento Simja” que organizaba Chai Lifeline, el cual era un campamento gratuito en las montañas de dos semanas de duración para niños con cáncer, el travieso Itzi amaba bromear con sus compañeros. "Yo decía: 'el que pueda poner un pie en el piso y el otro en el techo al mismo tiempo es el líder del cuarto'", recuerda. "Todos trataban y se caían, y luego yo me sacaba mi prótesis y tocaba el techo. Todavía utilizo esa broma".

Yo les daba esperanza, y eso me daba fortaleza.

Itzi pasó cinco veranos en el Campamento Simja y eventualmente se convirtió en monitor del campamento, en ese momento él entendió cuánto tenía para ofrecerles a los demás. "Había estado en el lado receptor durante tanto tiempo… era un sentimiento hermoso poder finalmente estar del otro lado", dice. "Conocía por experiencia propia la pesadilla que estos niños estaban atravesando. Yo veía que realmente hacía una diferencia para ellos. Yo les daba esperanza, y eso me daba fortaleza".

Una Vida Plena

Cuando Itzi se convirtió en adulto, comenzó a pensar en el matrimonio. Sus padres estaban preocupados – ¿habrá una mujer que lo acepte? Pero él nunca se preocupó. "Quizás era inocente, pero nunca pensé que sería un problema, y es más, salí muchas veces. Pero quizás fue porque ninguna quería ser la chica que rechazó al muchacho de una pierna", dice guiñando el ojo. Ahora, casado y con dos hijos, su pierna – o la falta de ella – nunca ha sido un problema. "Mi hijo mayor me dice: 'Papi, ponte tu pierna para que podamos jugar'. Ellos no tienen un punto de referencia de nada diferente".

Con la ayuda de sus padres, abuelos y otras personas, Itzi finalmente logró construir una vida plena. Pero el futuro le depararía más tragedias. Cuando él tenía 20 años, su madre, Dina Haber, que había mantenido a la familia unida durante la peor parte de su crisis, se enfermó – de cáncer. Ella le había enseñado a Itzi a apreciar todo momento, y ahora vivía de esa misma forma durante su propio suplicio. Un día, Itzi volvió de la Ieshivá y la encontró comiendo un helado inmenso con cereales, jarabe de chocolate y una cereza. "Le pregunté: '¿Cuál es la ocasión?' Y ella dijo: 'Es mi aniversario de continuar con vida'. Lo dijo en serio, realmente celebraba la vida. "Después de batallar la enfermedad por tres años, Dina murió, un año después de la boda de Itzi".

En muchos aspectos, los desafíos físicos de perder una pierna por el cáncer han sido más simples que los emocionales. Puede ser difícil entenderlo para quienes nunca han atravesado ningún cambio traumático en sus vidas. "Cuando recién nos habíamos casado, a veces me resultaba difícil entender algunas cosas que le molestaban a mi esposa", cuenta él. "No me parecían gran cosa. O cuando mis amigos estaban saliendo, y uno decía que no saldría con alguien porque tenía el pelo rojo. No podía entender lo superficial que puede ser la gente". Muchos sobrevivientes de cáncer encuentran difícil adaptarse a la vida luego de superar la enfermedad, por lo que Itzi está ahora involucrado en un nuevo grupo de apoyo a través de Chai Lifeline, o como lo llama él, un "grupo para tratar de resolver las cosas después del tratamiento". Él hace lo que ningún trabajador social puede hacer: ofrece un ejemplo de vida. "Cuando alguien está asustado y me dice: '¿Cómo me voy a casar alguna vez?' o '¿Cómo voy a ser aceptado?' Los aliento, les muestro que es posible".

No es un Tema para la Risa

Itzi tiene una incansable motivación para alegrar a los demás.

Itzi no sólo está determinado a nutrir y valorar la alegría en su propia vida, sino que además tiene una incansable motivación para alegrar a los demás. O, como dice él, "obtener una carcajada o una sonrisa, cueste lo que cueste". Y no está bromeando. Convirtió un interés en la magia que se despertó cuando estaba enfermo en un hobby, entreteniendo a la gente en fiestas de cumpleaños, y luego en una profesión; ahora trabaja en unos 100 bar mitzvot al año como un "bailarín motivacional" vestido con mucho brillo, alentando a los adolescentes (y a los letárgicos adultos) a levantarse y celebrar. Aprovechó su carisma natural para hacer exactamente lo que nutre su cuerpo y alma.

"Creo que todos, si buscamos lo suficiente, podemos ver lo bueno en las cosas que nos ocurren", dice Itzi, dejando de lado por un momento su siempre presente sonrisa. "No disfrutaba vomitar, ni las cirugías, ni perder mi pierna – pero si tuviera que hacerlo todo de nuevo para garantizar que voy a estar en donde estoy ahora, lo haría. No es que piense conscientemente 'tuve cáncer, así que ahora voy a apreciar la vida', sino que es algo que he internalizado. Nunca pregunté ‘¿por qué yo?’. Era yo y listo, acéptalo y sigue adelante.

Me gustaría poder construir un espejo mágico. Todo quien esté enojado por una tontería – porque su hijo no dijo por favor, o su casa no es perfecta – miraría en el espejo y vería una persona como él cuya vida ha sido alterada por completo a causa de una enfermedad o un accidente, y eso los haría apreciar cuánto realmente tienen, y cómo las cosas pueden cambiar en un instante. Si pudiera hacer que un sueño se me cumpla, sería ese".

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