Shemá Israel y el motociclista

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El significado de proclamar la unidad de Dios.

Cada domingo por la mañana tengo el placer de estudiar con dos cirujanos judíos. Cada semana exploramos el significado de una sección del Sidur (el libro de rezo diario).

Hace poco estábamos estudiando el Shemá, el rezo judío más prominente y fundamental. "Escucha Israel: Hashem es nuestro Dios, Hashem es Uno". Escucha significa más que tan sólo decir las palabras; significa escuchar el mensaje profundo e interiorizarlo en nuestras mentes y corazones. Cuando decimos las palabras "Dios es Uno", estamos diciendo que todo en el universo existe porque Dios desea que exista, y que las ocurrencias de la vida son un resultado de los trabajos internos de Dios en el mundo.

El Shemá expresa nuestra completa devoción a Dios, sin importar las circunstancias de nuestra vida. Reconocemos que en realidad todo es parte de Su Divina orquestación. Cada vez que nos cubrimos los ojos y proclamamos la unicidad de Dios, estamos esencialmente afirmando que sin importar qué haya frente a nosotros —sin importar si la vida nos está dando celebración o tribulación—, cubrimos nuestros ojos y declaramos nuestra devoción; se trata de devoción incondicional.

Mientras discutíamos sobre el tema ese domingo por la mañana, el Dr. Goldberg*, uno de los cirujanos, compartió una historia increíble. Una mañana mientras manejaba al trabajo decidió tomar una ruta por la que no suele conducir. Cuando se detuvo en una luz roja, vio a un motociclista a su lado. El motociclista estaba vestido de negro de pies a cabeza, y conducía una elegante motocicleta italiana negra. La luz se puso verde y la motocicleta salió a toda velocidad.

De su muslo brotaba un chorro de sangre arterial; se estaba desangrando a muerte.

El Dr. Goldberg continuó por la autopista y de repente vio la motocicleta italiana patinando de un costado a otro de la carretera y lanzando chispas por doquier; el motociclista había perdido el control y había salido disparado de la motocicleta. El Dr. Goldberg rápidamente se detuvo y corrió hacia el hombre, quien estaba recostado en el suelo —aún con su casco negro—, y sin una de sus piernas. De su muslo brotaba un chorro de sangre arterial; se estaba desangrando a muerte.

"Otra mujer llegó a la escena y me comenzó a ayudar para salvarle la vida. Me volteé para verla y me di cuenta que era una de las enfermeras de mi hospital. Ella estaba muy atrasada para llegar al trabajo esa mañana y por coincidencia estaba pasando por ahí en el momento exacto del accidente".

El Dr. Goldberg se dio cuenta que en 60 segundos el hombre moriría desangrado. Puso rápidamente su bata blanca en la arteria del hombre y la presionó con toda su fuerza. Mientras estaba tratando de prevenir el sangrado, el hombre levantó su mano hacia su casco y comenzó lentamente a sacárselo.

"No tenia idea de qué esperar cuando lo vi quitándose su casco. Esperaba escuchar gemidos, llantos y quizás gritos. Me impacté y no pude creer lo que escuchaba cuando lo oí diciendo las palabras, "¡Shemá Israel Hashem Elokeinu Hashem Ejad!".

El Dr. Goldberg se las ingenió para aminorar el sangrado hasta que llegó un equipo médico de emergencia, el cual llevó rápidamente al motociclista al hospital más cercano. En ese momento el Dr. Goldberg no reconoció al motociclista, pero resultó que asistían a la misma sinagoga.

En Rosh HaShaná del año siguiente hubo un golpe en la puerta del Dr. Goldberg. Abrió la puerta e inmediatamente reconoció la cara del motociclista, quien estaba parado con sus hijos frente a él. "Solamente quería decirle gracias por salvar mi vida".

El Dr. Goldberg terminó la historia y la habitación estaba en completo silencio. Luego me miró y dijo, "Cuando digo las palabras Shemá Israel, pienso en esto".

Se me ocurrió que en realidad todos somos este motociclista que va conduciendo por la autopista. Quizás no es una motocicleta física, pero a medida que viajamos por la autopista de nuestras vidas personales, todos tenemos "accidentes". Todos nos topamos con baches en el camino que pueden sacarnos del rumbo, a veces en la forma de desafíos abrumadores que cambian la vida —relacionados con salud, finanzas o familia—, y a veces en forma de los pequeños dolores del diario vivir. Y ese es precisamente el momento en que nuestra creencia en Dios choca con el pavimento y podemos ver cuán verdaderos somos cuando decimos Shemá Israel y proclamamos la unicidad de Dios. ¿Vemos la orquestación Divina de los eventos, las bendiciones ocultas?

Ya sea un accidente de motocicleta, un desafío en la oficina o en el hogar, o una celebración, me cubro los ojos con la mano, sin importar lo que haya frente a mí, y declaro: "Escucha Israel: Hashem es nuestro Dios, Hashem es Uno".

* No es su nombre real.

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