Lecciones de mi Padre

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Las lecciones de vida más importantes que aprendí son las que mi padre nunca quiso enseñarme activamente. Él simplemente las vivía.

Últimamente me he estado sintiendo bastante como Mark Twain. Fue Twain el que dijo que cuando tenía 17 no podía creer lo tonto que era su padre, y cuando cumplió 21 estaba asombrado de cuánto su padre había aprendido en el curso de cuatro años.

Ese soy yo, sólo que a los 39. Porque la verdad innegable es que algunas de las lecciones más profundas y perdurables de mi vida las aprendí de mi padre.

Puede que esto no suene como una gran noticia. Pero cuando consideras lo diferentes que éramos mi padre y yo, y cómo no nos poníamos de acuerdo en casi nada, es asombroso – hasta para mí – que yo pueda haber dicho tal declaración.

Soy religioso; mi padre no. Soy republicano; mi padre no. A mí me gustan los Toyota Camrys; a él los Cadillacs. La lista sigue y sigue. Y lo que es más asombroso es que esas lecciones de vida son las que mi padre nunca trató activamente de enseñarme. Él simplemente las vivía.

Deber, Honor, País

Mi padre es un héroe de guerra viviente, aunque nunca te enterarías de eso hablando con él. Sin embargo, sus logros durante la segunda guerra mundial fueron muchos. Voló más de 70 misiones de combate como piloto de un avión B-25, fue herido, derribado y una vez tuvo que aterrizar su aeronave sin ruedas. Fue premiado, entre otras medallas, con la Distinguished Flying Cross, el honor más alto que puedes ganar como piloto. Y logró todo esto entre los 19 y los 21 años. Desde mi punto de vista, eso lo convierte en un héroe.

Mi padre, sin embargo, te diría algo diferente. De hecho, sería el primero en negar -de manera enfática- que es un héroe de guerra de algún tipo. Oh, seguro, le encanta compartir anécdotas graciosas sobre cosas divertidas durante su servicio en las Fuerzas Armadas del Ejército de los Estados Unidos. Pero cuando se llega a las preguntas como: "¿Cómo tuviste las agallas para volar esas misiones de combate sabiendo que posiblemente nunca volverías después de cada una de ellas?", él se queda en silencio.

"Bueno, hijo", me dijo una vez, "nunca pensamos sobre eso, sólo sabíamos que teníamos un trabajo que hacer y lo hicimos. Eso es todo. Los 'héroes' fueron mis compañeros que nunca volvieron a casa. Además, esa era una vida diferente, una época diferente". Fin de la conversación.

Pero el servicio militar de mi padre es aún más heroico. Él tenía conexiones familiares que le dieron la oportunidad de salirse de la guerra y quedarse trabajando en la comodidad y seguridad de una planta de defensa en los Estados Unidos. Él tenía mucha presión de su familia para tomar el trabajo. Dijo que necesitaba un día para pensarlo.

Cuando sus padres, horrorizados, preguntaron por qué se había enrolado, dijo simplemente: "Porque quiero defender a mi país".

Esa tarde, sin decirle a nadie, fue al centro de conscripción y se enroló. Cuando sus padres, horrorizados, le preguntaron por qué, dijo simplemente: "Porque quiero defender a mi país".

Crecer alrededor de alguien que piensa -y actúa- de esa manera tiene un efecto profundo. Aprendí mucho sobre mantener la humildad a pesar de alcanzar grandes alturas, y sobre estar dispuesto a sacrificarse por algo más grande que uno mismo. Poca gente de mi generación entiende verdaderamente lo que significa ir a la guerra, levantarse y defender lo que es importante para ti y estar dispuesto a exponer tu vida por eso. Pero mi padre sí entiende, porque lo hizo.

El ejemplo de mi padre tocó cada aspecto de mi vida. Me convertí en un estudiante, jugador de béisbol e hijo más humilde y dedicado. He sido patriota toda mi vida, desde mucho antes de que esté de moda serlo. Decidí de niño que si la guerra y el reclutamiento alguna vez llegaban, yo sería voluntario, al igual que mi padre. Hasta este día, creo profundamente en servir a nuestro país y moriría voluntariosamente para defenderlo.

Las experiencias de guerra de mi padre también le dieron una característica que de chico fue una lección poderosa para mí: la característica de comando. Mi padre estaba siempre en control de las situaciones, dando órdenes. Yo acostumbraba quejarme con mis hermanos sobre cómo papá nunca parecía haber dejado la cabina de su B-25, sobre cómo él todavía pensaba que es el piloto al mando de su tripulación y de su misión.

No obstante, el hecho de que mi padre si hiciera cargo, me dio un sentido de seguridad. Siempre sentí que ante cualquier situación, no tenía que preocuparme. Papá sabría siempre lo que hacer. Quizás no siempre daría buen resultado, pero su ejemplo de liderazgo siempre daba tranquilidad.

Hoy, como marido y padre, puedo apreciar lo difícil que es la directiva. Todos queremos dar la misma imagen fuerte y confiada que mi padre siempre dio. Pero cuando se llega a las situaciones y decisiones, ser el primer piloto en la cabina no es una posición ni fácil ni envidiable. Saber eso y haberlo experimentado en mi propia vida hace que respete a mi padre aún más.

Trabajo Duro y Nunca Darse por Vencido

Desde un punto de vista principalmente empresarial, la carrera laboral de mi padre no ha sido un tremendo éxito sostenido. Tuvo su propio negocio y no triunfó, y luego pasó de un trabajo a otro durante la mayoría de su vida adulta.

Pero yo nunca lo vi como un "fracaso". Al contrario. Siempre admiré que durante más de 50 años de trabajo, siempre tuvo un trabajo. Y si perdía uno, lo que pasaba a menudo, comenzaba inmediatamente a buscar otro. Nunca recibió seguro de desempleo.

La mayoría de mis amigos, incluyéndome a mí mismo, hemos en algún momento de nuestra joven vida laboral recibido el seguro de desempleo. Pero mi padre no. él siempre dijo: "Mientras pueda trabajar, lo haré". Y nunca dejó de intentar. Ni siquiera ahora, a la edad de 79 años.

De niño, siempre admiré el compromiso de mi padre de trabajar para mantener a su familia y su negativa a aceptar lo que él creía ser un donativo. Sus valores de auto-suficiencia y dedicación a la familia son muy escasos hoy en día. Mi padre tuvo cinco hijos y una esposa a su cargo, y esa era su responsabilidad, su "trabajo".

Durante muchos años, tomó trabajos que no le gustaban. Después de que su agencia de publicidad cerró, mi padre vendió automóviles para ganarse la vida. Vender autos es un trabajo difícil, exhaustivo, cruel. Estás parado de 8 a 10 horas por día. Estás compitiendo con otros vendedores de 25 años que generalmente tienen educación secundaria y estás siendo dirigido por alguien 15 años menor que siempre busca que vendas más.

Mi padre dista de la perfección. Pero tiene profunda sabiduría y experiencia que no puedo encontrar en mis pares.

En el medio de este duro entorno, estaba mi papá – quien había luchado una guerra, ganado un grado en ingeniería eléctrica en Purdue, trabajado como vice-presidente de ventas en una estación de música clásica en Nueva York y era un pianista competente. Tuvo que tolerar ser denigrado por gente con la mitad de su inteligencia y dar pleitesía a jóvenes gerentes que no tenían respeto por quién era él o por lo que había hecho. Pero aguantó todo eso por años, para cuidar a su familia.

Este concepto hoy en día está perdido. Buscamos el "trabajo perfecto" y no estamos dispuestos a trabajar en algo que consideramos "debajo de nuestro nivel". Antes que eso nos volveríamos a vivir con nuestros padres. Afortunadamente, yo vi a un hombre cuya elección de trabajo siempre estaba condicionada por su compromiso a mantener a su familia. Es un ejemplo de generosidad que nunca me ha dejado.

Envejeciendo

El mundo de hoy no valora ni a los padres ni a los abuelos. La sociedad ve a los ancianos como personas antiguas y obsoletas. El judaísmo, sin embargo, tiene una reverencia especial por la gente mayor, concediéndoles honor y respeto. Esto surge del hecho que el judaísmo ve a los mayores como una generación más cercana a la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, y por lo tanto más cercana a la fuente espiritual. Ellos tienen algo valioso que enseñar, y nosotros, la generación más joven, deberíamos escuchar.

Esto no quiere decir que la gente mayor sea perfecta. Mi padre está lejos de eso. Pero tiene profunda sabiduría y experiencia que no puedo encontrar en mis pares.

Mucha gente dice que soy un amigo leal y que veo las cosas un poco en blanco y negro, una crítica que no me aflige particularmente, en la era del relativismo moral en que vivimos. Mis amigos también dicen que tengo profundas creencias morales y espirituales, y que estoy dispuesto a enfrentarme a las normas para defenderlas.

Si alguna de esas cosas es verdad, es por mi padre y por el ejemplo que me dio. Como Mark Twain, me di cuenta de que con todas sus imperfecciones, mi padre es todavía uno de los mejores maestros que he tenido. Un maestro cuyas lecciones estoy tratando de transmitir a mis propios hijos.

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