Ahorrándoles dolor a los niños

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Deja de mimar a tus hijos. Ellos necesitan vivenciar luchas y rechazos.

En el musical Wicked, algunas de las criaturas que la “malvada” bruja, Elphaba, intenta ayudar están resentidas y enojadas con ella.

Y también el león
Tiene una queja
Si ella lo hubiese dejado pelear sus propias batallas
Cuando él era joven
¡Él no sería un cobarde hoy!

Ella tenía la intención de ayudar al león, sin embargo, lo incapacitó. Tenemos una inclinación como padres y como sociedad de “rescatar” a otros de potenciales errores y de las consecuencias de sus errores, ya sea que esto se manifieste en hacer los proyectos de ciencias de nuestros hijos por ellos, o correr a hablar con la maestra para quejarnos sobre las notas, o crear leyes sobre los tamaños de refrescos que tenemos permitido tomar, o qué tipo de almuerzos nuestros hijos pueden llevar a la escuela. Estamos cometiendo el mismo error que la ficticia Elphaba cometió.

Al buscar ahorrarles a aquellos que amamos las implicaciones negativas de sus elecciones, los estamos limitando como seres humanos. Estamos en realidad obstaculizando su camino hacia la adultez, no enriqueciéndolo. Somos, de cierta forma, responsables por hacerlos permanentemente dependientes, imposibilitados de avanzar productivamente sin nosotros debido a la situación que hemos creado.

Estaba pensando sobre esta idea el otro día cuando estaba en Nueva York y vi este aviso para el “Anti-Prom”, una organización que organiza fiestas de graduación paralelas a las de las escuelas como protesta:

“Anti-Prom provee una alternativa, un espacio seguro para todos esos adolescentes que pueden no sentirse bienvenidos en los programas o en las fiestas oficiales de la escuela debido a su orientación sexual, la forma en que se visten o cualquier otro motivo”.

Me molestó el aviso porque me pareció que era emblemático de este mismo error. No he estado en la escuela secundaria en varios años y no crecí en un vecindario en donde la fiesta de fin de año era algo demasiado importante, pero puedo ciertamente imaginar la ansiedad alrededor de conseguir una cita para la fiesta y los potenciales sentimientos de rechazo cuando la cita no se materializa. Puedo incluso imaginar los sentimientos de simplemente no encajar o de sentirse no bienvenido en el evento (yo viví una significativa cantidad de antisemitismo en mis años de secundaria lo cual ciertamente me hizo sentir rechazada). Simplemente estoy intensamente en desacuerdo con la solución.

La meta de educar niños, como ha sido repetido varias veces, no es hacer que cada momento de sus vidas sea feliz, alegre y libre de dolor. La meta es crear adultos exitosos. Si reconocemos esto, entonces entenderemos que, para lograr este fin, nuestros niños necesitaran vivenciar dolor y rechazo y sí, incluso fracaso. Y tenemos que reconocer que estas no son solamente experiencias “no tan malas” para ellos, por el contrario, son en realidad buenas. Ellos surgirán mejores, más fuertes y más maduros si les permitimos esforzarse para atravesar estos sucesos.

Como adultos, sabemos que la vida tiene muchos desafíos. Nadie tiene una existencia libre de preocupaciones. Lo que necesitamos son habilidades para enfrentar las cosas, herramientas para atravesar esos momentos, formas de aprender y crecer, en lugar de evitarlos o esperar a que nos rescaten. No queremos “salvar” a nuestros hijos cada vez que cometen un error o fabricar una experiencia alternativa cada vez que la convencional no les conviene. En vez de eso queremos que ellos aprendan a desarrollarse a pesar de sus circunstancias externas. Queremos que ellos vean el fracaso como una oportunidad y la exclusión como una experiencia de aprendizaje.

Wicked está en realidad tocando un punto profundo. Si el león hubiese podido pelear sus propias batallas, él presumiblemente sería más valiente. Él tendría un sentimiento de logro y autoconfianza. Como muchos han expresado y como todos los niños reconocen, no nos sentimos especiales porque alguien nos dijo que lo somos, nos sentimos especiales cuando hemos hecho algo nosotros mismos, cuando hemos conquistado un miedo o nos hemos elevado por sobre una situación o manejado nuestro dolor. Si seguimos rescatando a nuestros hijos, criándolos en una burbuja y ahorrándoles todo el dolor y las consecuencias, ellos no serán más felices, sanos o más productivos. De hecho, lo opuesto es verdad, y finalmente, como el león cobarde, se resentirán con nosotros por eso.

Es lo opuesto a la tendencia popular, pero es momento de dejar a nuestros hijos pelear sus propias batallas.

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