Antojos

2 min de lectura

Desear lo que no podemos tener.

Estuve reflexionando sobre el instinto rebelde de los seres humanos. Yo como máximo puedo comer una tostada una vez al año. ¿Por qué en el minuto que empieza Pésaj se me antoja comer una tostada? ¿Por qué mi familia, que se comió todo lo que había en la casa y constantemente se queja de cuánto ha comido, en el momento en que termina Pésaj corre a comprar pasta y donas? ¡Sin duda no es por hambre y definitivamente no es por desnutrición!

El Talmud enseña que es mejor hacer algo porque se nos ha ordenado hacerlo que hacerlo porque nos da ganas. Hay aquí muchas lecciones, pero creo que una de ellas es la respuesta a mis reflexiones. Cuando hacemos algo porque estamos motivados por nuestras propias emociones o intelecto, puede ser maravilloso, puede ser amable, puede ser generoso… Pero no estamos sirviendo a Dios. Esto sólo ocurre cuando obedecemos Sus mandamientos. Debido a que tenemos este instinto rebelde, es muy difícil obedecer. Nos rebelamos ante la mera idea. Incluso si tiene sentido. Incluso si es bueno para nosotros.

Hace poco conversé con una joven a punto de comenzar a estudiar en la universidad.

—¿Te preocupa mantener tu perspectiva y tus prácticas religiosas mientras estés allí? —le pregunté.

—En verdad no. Creo que en un ambiente en donde todos actúan de una forma alejada a la religión me voy a sentir más motivada a apegarme a mis creencias.

Interesante. Ella continuó diciendo:

—Por el contrario, en un ambiente en donde todos son religiosos… Bueno, mejor no entrar en ese tema.

El instinto rebelde está vivo y es poderoso. Pero como en el caso de esta jovencita, si somos conscientes de su presencia podemos utilizarlo en nuestro provecho.

No me considero una persona rebelde. Me gustan las reglas, la estructura y el orden. Sin embargo, este instinto está profundamente arraigado. Cuando salí de paseo con mi familia en Pésaj, me quejé porque no teníamos la posibilidad de comprar un café o una Coca-Cola. ¿Estaba tan desesperada por beber algo? Por cierto que no (¡aunque la cafeína podría haber sido una necesidad real!). Pero lo deseaba porque no lo podía tener. Tenía consciencia de lo que estaba prohibido y de repente tuve antojos. Fue un estudio psicológico fascinante. Salí de mi misma para observar el proceso.

Por suerte se trata de un área donde los límites son estrictos y el apoyo social es fuerte. Aunque se nos advierte que no debemos “confiar en nosotros mismos hasta el día de nuestra muerte”, no estaba realmente preocupada de llegar a transgredir las leyes de Pésaj y sentarme a comer un sándwich. ¿Pero qué pasa en otras áreas? ¿Qué ocurre en situaciones más privadas? ¿Qué pasa con antojos más fuertes? ¿Qué pasa con rebeliones más profundas? La experiencia me abrió los ojos al conflicto y me ayudó a tomar consciencia de este instinto.

Si incluso una “chica de reglas” como yo está sometida a este instinto, ¿cuánto más lo están aquellos que aman escaparse de las reglas? (¿Acaso se rebelan siguiéndolas?) ¿Hago lo que Dios quiere que haga o lo que yo quiero? ¿Actúo por principios o me rebelo? Una cosa más para pensar, para reflexionar, para tomar consciencia a medida que Pésaj se esfuma y mi casa se vacía y vuelve (casi) a ser normal…

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.