Decir no, una prueba de verdadera amistad.

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El requisito para una verdadera amistad no es el acuerdo total, sino el compromiso total.

Hace poco leí una entrevista a una actriz llamada Hannah Simone. No tengo idea quién es (¡lo que no me impidió leer la entrevista!), pero ella dijo algo que me llamó la atención y que no puedo olvidar. “Mi papá me enseñó a prestar atención a la forma en que te tratan las personas cuando les dices que no. Todos son tus amigos cuando dices sí, pero di no y fíjate cómo reaccionan”.

Es un pensamiento interesante. No estoy segura cómo me siento al respecto. ¿Acaso esto explica por qué siempre digo que sí? ¿O es que tengo miedo al posible rechazo si digo que no? (¿Este blog es mi sesión de terapia en línea?) Pero aquí el punto no es lo que dice sobre ti, sino lo que dice de la otra persona. El Talmud nos enseña que debemos observar a una persona bekisó, bekaasó y bekosó (la forma en que gasta su dinero, cómo se comporta cuando está enojado y cómo se comporta cuando está borracho). El Talmud sugiere que esto nos permite ver a la persona “real”. Y yo pienso que, observar la conducta de alguien cuando le dicen que no puede ser igualmente revelador.

En Pirkei Avot aprendemos que una relación que depende de factores externos, que es condicional, no perdurará. Solamente dura el amor incondicional. Sin ninguna duda, una relación que tambalea cuando una de las partes no consigue lo que quiere, es muy limitada. Definitivamente no vale la pena luchar por ella.

El requisito para una verdadera amistad no es el acuerdo total, sino el compromiso total.

Por otro lado, una verdadera amistad sobrevive muchos altibajos, muchos “sí”, muchos “no” y las vicisitudes de la vida, y no depende de un incidente o de una situación particular. El requisito para una verdadera amistad no es el acuerdo total, sino el compromiso total.

Hay una famosa historia del Talmud: Reish Lakish y Rav Iojanán estudiaron juntos durante muchos años. Cuando falleció Reish Lakish, buscaron un nuevo compañero de estudio para Rav Iojanán. Pero este nuevo compañero estaba tan intimidado ante la grandeza de Rav Iojanán que lo único que podía hacer era estar de acuerdo con él. Esto era extremadamente frustrante. “¡Cómo extraño a Reish Lakish!”, se lamentaba Rav Iojanán. Él quería a alguien con quien pudiera mantener una discusión, un verdadero intercambio y no alguien que todo el tiempo le dijera: “sí señor”. Él quería una verdadera amistad.

Las amistades son difíciles de forjar y de mantener. Cuando conoces a alguien, es difícil saber si tiene lo necesario para que la relación se mantenga a largo plazo; si tiene el carácter, la firmeza, los valores y el compromiso. No es una tarea sencilla. Pero una amistad verdadera es algo realmente valioso. Requiere una inversión de tiempo y energía. Como ocurre con un matrimonio, el ideal es que esa amistad dure para siempre. Y, al igual que en un matrimonio, nos gustaría saber algo sobre la verdadera naturaleza de la otra persona antes de comprometernos.

Probablemente podemos salir a tomar algo y de esta forma descubrir cuál es su relación con el dinero, la ebriedad y quizás también con el enojo. Pero observarlos cuando alguien dice “no” puede ser más difícil, y no menos crucial.

Con las personas conocidas que compartimos poco tiempo no es necesario aplicar esta rígida prueba. Yo no necesito saber cómo se comporta mi compañera de tenis cuando está embriagada o si quien me acompaña a un concierto es tacaña o generosa. Probablemente es irrelevante si la persona que se ofreció a llevarme en su auto a una fiesta tiene problemas con su enojo (¡a menos que se enoje en la ruta!). Y si a mi compañera de bridge no le gusta que le digan que no, probablemente eso no afecte el juego (en verdad no juego al bridge).

Pero si hablamos de una amistad, algo a largo plazo, entonces probablemente quiero que también supere la prueba del “no”. Quiero poder ver cómo reacciona y saber que no tengo que decir todo el tiempo “sí señor”. Es posible que muy pocas personas cumplan mis requisitos.

Pero unos pocos buenos amigos valen la pena.  

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